![«Nunca entendí que los ganadores de la Guerra Civil machacasen a los vencidos»](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2024/01/07/Imagen%20NIEVES_CASA1-kl9H-U2101182395332NCE-1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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Nieves Álvarez (Mingorria, 1949) presentará mañana martes, a las 19.00 horas en el Ateneo, su nueva novela 'Los sonidos del silencio' (Lastura), última entrega de la trilogía 'Vieja amiga oscuridad', un crudo relato sobre la devastadora Guerra Civil española y la dura posguerra. En ... esta obra, Alicia, la protagonista llega a Madrid en los años sesenta para vivir unos años convulsos en los que, tal y como reconoce en su prólogo J. R. Barat, España se ve convulsionada por acontecimientos que exigen cantar, gritar y tomar parte de la revolución histórica. La autora, que además de escribir estas novelas es poeta y artista plástica, vuelve a recurrir a la narrativa para contar «la realidad, las cosas que les han sucedido a tantas y tantas personas».
–En esta última entrega de la trilogía Alicia se ha hecho mayor.
–Así es. En 'Alicia y el país de la alegría' (Lastura, 2019) era una niña que contaba su vida. Luego, en el segundo libro, 'Vamos a contar mentiras' (Lastura, 2021), cuenta la de sus padres. En esta vuelve ella sola para enfrentarse al mundo en una España de regusto franquista. En esta novela abre los ojos y descubre cosas que no conocía. La posguerra fue un tiempo de silencio y ella, que nació 10 años después de que terminara la Guerra Civil, sufrió sus efectos que permanecieron 40 años.
–Esta vez nos lleva a una época más contemporánea.
–Sí y eso que es que es una época que yo no he vivido realmente porque estudié en Ávila y la trama se desarrolla en Madrid. Así que esta historia tira mucho de investigación y, sobre todo, de lo que me ha contado la que ha sido mi gran aliada en este libro, la escritora Ana Rossetti con la que me entrevisté un montón de veces para que me contara como vivió ella recién llegada a Madrid todos esos años. También me he nutrido de los recuerdos de mi marido, Miguel Ángel García, que es madrileño.
–¿Cuando escribió 'Alicia en el país de la alegría' ya pensaba en una trilogía, o surgió después?
–Mi idea siempre fue escribir algo más que la infancia de esa niña. Lo que no tenía tan claro era el orden. Contar la vida de los padres de Alicia, que son los míos aunque yo no soy Alicia, ocupa la segunda de las novelas. Surgió mientras escribía la primera, pero lo que me acabó de animar fueron los comentarios de muchos lectores que querían saber más de ellos. El primer libro me resultó más fácil porque todo lo que les sucedían era lo que yo había vivido con mis padres, pero claro cuando escribí el segundo yo no había nacido y por eso me sentí más desnuda. Tiré de documentación y de las cosas que me contaba mi madre que supongo que para protegernos no eran del todo exactas. Por ejemplo, ella siempre nos decía que mi padre estuvo poco en la cárcel y escribiendo esa novela descubrí que en realidad estuvo nueve años. Pero lo que más me interesaba plasmar era el amor que se profesaban. Tenían dos ideas bien diferentes sobre la concepción del mundo, pero una sola en lo que se querían.
–Antes comentábamos que su personaje, Alicia, se ha hecho mayor y usted, ¿ha crecido como escritora?
–He escrito toda la vida, así que si no he crecido mal voy (ríe). Ya de pequeña juntaba páginas las doblaba y las ponía un título y con 11 años hice un cómic. Espero haber crecido, aunque eso lo dirán los lectores. J. R. Barat, que ha prologado mis tres novelas, las ha leído con mucho mimo y me las ha valorado tan positivamente que me da cierta garantía de que tienen buena calidad. Este amigo ha corregido mis laísmos y me ha dado recomendaciones importantísimas. Lo que sí que tengo claro es que con estos libros he crecido como persona.
–¿En qué sentido?
–Antes de escribir estas novelas tenía muy pocos conocimientos de lo que había pasado en este país durante la posguerra. De jóvenes cuando viajábamos, sobre todo a los países de Sudamérica, y veíamos homenajes a desaparecidos o campos de concentración pensábamos que esas cosas no habían pasado en España. Yo misma ignoraba que aquí también había habido campos de concentración porque en mi época esas cosas no se contaban. La guerra fue muy dura, pero la posguerra también lo fue. Muchos dicen que posiblemente más.
–¿Cuándo empezó a tener conocimiento de todo eso?
–Ya he contado muchas veces que 'Alicia en el país de la alegría' surgió de un relato que resultó premiado en un certamen de RNE y la Fundación La Caixa. Entonces, Soledad Puértolas y Fernando Schwartz, que estaban en el jurado, me animaron a que continuara con esa historia. Así que empecé a investigar y cuando en los Archivos Militares de Ávila me topé con todo lo que le había pasado a mi padre me quedé pegada. Agradezco mucho a esos archivos, también a los de Ávila, toda la documentación que conservan porque nos proporcionan cosas que siempre se han intentado tachar. Por eso esta trilogía es un homenaje a esas personas que vivieron esa guerra y la posguerra, muchos de ellos machacados. Y eso es una cosa que no entiendo porque una vez que ya han ganado la guerra no hay porque aplastar de esa forma a los vencidos. Estos libros me ha servido para homenajear a mis padres, pero sobre todo para exorcizar mis fantasmas.
–Dedica la novela a su hijo Gustavo Moral y recoge una cita de uno de los libros de Almudena Grandes. ¿Por qué la eligió?
–Porque esa frase, que aparece en 'El corazón helado' define muy bien lo que es 'Los sonidos del silencio'. «Todos llevamos aún el polvo de la dictadura en los zapatos...», dice entre otras cosas. Almudena Grandes fue una gran novelista y encuentro muchas semejanzas en algunas de sus historias con las mías que hablan también de unos tiempos muy duros. No la conocí, pero sí tengo algo de relación con su marido Luis García Montero. Y tenía muy claro que en esta novela tenía que estar ella.
–¿Después de esta trilogía, habrá más novelas?
–Nunca dejo de escribir porque para mí sería como dejar de respirar. Y sí, tengo una historia que contar sobre un viaje real que hicimos Miguel, mi marido, y yo en autostop. La idea era meterlo en este libro, pero me pareció que no encajaba del todo pese a que era una práctica muy de los años en los que se desarrolla la historia. Mi editora me está animando a que la recupere y yo estoy animando a Miguel a que la escriba conmigo.
–¿Por qué ha titulado el libro con una canción de Simon y Garfunkel?
–Esa frase... 'Los sonidos del silencio' tiene varias interpretaciones que encuentro se daban en la época en la que se desarrolla la trama porque entonces todo se callaba y el silencio era muy elocuente, aunque luego en la clandestinidad había una gran actividad. Fue una época muy oscura. Ahora vivimos en democracia, pero entonces, en muchos pueblos cuando había una fiesta o un acontecimiento importante se cogía a los cuatro o cinco perdedores de la guerra, se les llevaba al cuartel y se les daba una paliza preventiva. Y eso mucha gente que se queja de la democracia de ahora lo desconoce.
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