Cuando la cultura es nuestra

Es más cómodo escuchar un concierto en un teatro con una acústica refinada o atender a la presentación de un autor en una sala acondicionada para esas lides. Parece razonable que el rap sea de jóvenes y el jazz de gente más entrada en años. ... Sería mucho más fácil que cada cual responda a los imaginarios que el resto tiene sobre su edad, su clase social o su aspecto físico. Pero luego está la calle… la Plaza de la Palabra, para más detalle. Puede parecer todo casual, pero está bastante pensado: la disposición de Felisa, la Feria del Libro, como plaza pública de las de antes donde todos tenemos un papel que jugar y no hace falta control de la policía ni carteles con indicaciones para que todo fluya durante 10 días; los espacios de descanso para que el ciudadano o la ciudadana tenga aliento y tiempo para contemplar antes de pensar –o no– en comprar; el Espacio de Lectura Infantil donde el acto de leer se convierte en algo del común en un espacio cuidado y de cuidados; diferentes escalas para los autores y autoras para que cada cual se sienta arropado y cercano a lectores y lectoras, y un equipo humano conformado, básicamente, por voluntarias y voluntarios que se dejan el alma, que lloran de emoción, que se preocupan por cada persona, que se cuidan entre ellas y ellos… Y los libreros, libreras y las gentes de las editoriales de Cantabria, que trabajan 10 horas al día y que mantienen la actitud de atención y servicio más allá de sus energías. Por todo ello Felisa 2024 ha sido un evento único, porque además de eliminar las fronteras artificiales entre el libro y los lectores, hace que la cultura sea nuestra, de todas, y que sea divertida, comprensible, diversa, provocadora. Terminan 10 días hermosos que sólo nos dan razones para la esperanza en un mundo hostil que duda tanto de sí mismo… y de casi todo. Hasta dentro de un año.