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En la memoria de Agustín de Celis (Comillas, 1932) está el paisaje. Y sobre todo el azul del mar que le lleva a su niñez, ... a sus orígenes. Y es que, según afirma, para un artista el paisaje no es lo que se ve si no lo que recuerda. De paisajes, del azul que es un color que le lleva a su niñez, de su estancia en Italia y, sobre todo, de su forma de ver el arte, habla con una gran pasión en el inicio del que será su año expositivo - «ya era hora» comenta también con humor- ya que es el artista elegido por la Consejería de Cultura para protagonizar una exposición retrospectiva e itinerante que se inauguró el jueves en la Biblioteca Central.
-¿Le ha costado mucho elegir las obras de esta exposición?
-Elegirlas no, pero sí sacarlas de donde estaban. Son obras que se han ido quedando en mi estudio porque siempre he procurado conservar ejemplos de las etapas que he vivido. Con algunas me he sorprendido y otras me las he encontrado más deterioradas de lo que pensaba. Pero estoy contento porque las que finalmente hemos elegido representan dignamente mi trayectoria.
-Una muestra como esta es una buena excusa para echar la vista atrás. ¿Qué le ha venido a la mente al recordar su larga trayectoria?
-Que hay cosas que están hechas demasiado precipitadamente y sin pensarlas demasiado. Precisamente ahora estoy haciendo una revisión de toda esa obra que conservo en el estudio y estoy considerando destruir algunas de las piezas.
-¿Por qué?
-Porque conservo muchos cuadros que pinté en momentos de transición y creo que no representan lo que quería hacer sino que me sirvieron para avanzar.
-La muestra se inicia con las obras que pintó en 1966 a la vuelta de su formación en Italia. Un periodo que según ha confesado le marcó mucho.
-Llegué a Roma con una beca de la Diputación de Santander y solo había salido otra vez de España y fue a Francia, con otra beca, para conocer los trabajos de los pintores impresionistas. Ahí descubrí los paisajes. Pero en Roma aprendí otras cosas. Los artistas aquí pintábamos de corazón, de sentimiento. Para ellos, que tenían muy grabado el Renacimiento donde se repasaban los hechos, el arte era un documento. Una representación de las cosas que pasaban. Allí, por entonces, los creadores estaban haciendo Historia del Arte. Los buenos artistas así lo hacen.
-El tratamiento a los artistas también era distinto.
-Aquí en España éramos pintores y allí, sin embargo, se nos reconocía con la palabra artista. Cuando llegué, la gente después de conocerte en una exposición nunca te llamaba por tu nombre. Te llamaban doctor o artista.
-Al poco de volver de Roma, en 1971, le concedieron el Premio Nacional de Pintura. En ese regreso ¿se encontró más puertas abiertas o más puertas cerradas?
-Tuve la suerte de encontrar a las personas justas que me ayudaron a ver en quién tenía que poner mi confianza y en quién no. El Premio Nacional fue una de las cosas más importantes que viví en aquel momento. Entonces no era dado a dedo. Había que presentar una obra y esa era la que recibía el galardón. Ahora directamente se da a conocer un nombre.
-¿Qué le ha dado el arte y qué le ha quitado?
-El arte me lo ha dado todo. Absolutamente todo. Es lo mejor que me ha pasado en la vida pues sin el arte no hubiera sido yo.
-Entonces, ¿no ha tenido que renunciar a nada por dedicarse a la pintura?
-No. Estoy muy pleno con mi vida de artista. He hecho lo que he querido y soy consciente de que eso es un lujo para un artista. Nunca he tenido que trabajar para contentar a alguien y siempre he hecho lo que creía que tenía que hacer. Es cierto que en la vida de un artista hay muchos bajones que hay que superar y también que hay que tener mucho valor para seguir adelante.
-Los paisajes fueron una constante en sus inicios.
-Así es y siempre he mantenido que el paisaje para un artista no es lo que ve. Es lo que recuerda. Creo, y así los vivía yo, que son una representación de la ausencia.
-El azul también define su obra. ¿Qué tiene este color?
-Sobre todo un halo de nostalgia. El azul es volver a mi origen porque es el color del mar y por lo tanto de mi niñez. Me ha acompañado desde mis inicios como artista.
-En esta exposición presenta por primera vez unos cuadros inspirados en las nuevas tecnologías. ¿Dónde surge ese interés?
-Siempre he estado muy atento a todo lo que pasa en el mundo del arte porque en primer lugar, un artista debe de estar informado y, en segundo lugar, debe de ser curioso. También tiene que ser arriesgado, sin pensar en el éxito o en el fracaso, sino simplemente en ser artista. Y sI después coincide que triunfas, pues genial, y si no, no pasa nada porque tienes que ser tú el que tienes que estar satisfecho de lo que haces. Así que, con respecto a lo de las tecnologías, a mí me despiertan mucha curiosidad. Fui profesor durante 30 años en una Escuela de Arquitectura en la que se forman artistas, porque los arquitectos son artistas, y para poder formarlos hay que estar muy al día de lo que pasa en el mundo del arte para poder dar respuestas a sus preguntas. También en lo tecnológico. En la Escuela en la que trabajaba había un departamento de audiovisual y eso me permitió experimentar con esas tecnologías. Como curiosidad.
-Se abre ahora una nueva etapa artística para Santander con la apertura de nuevos museos (Reina Sofía, Faro Santander, Mupac...) ¿Tiene buenas expectativas ante lo que va a llegar?
-Evidentemente va a ser algo importante. Pero hay algo que me preocupa. En casi todos ellos, y la prueba la tenemos en el Centro Botín, parece que es más importante la arquitectura del edificio que las obras artísticas que va a haber dentro. Creo que en estos proyectos se le da más importancia al contenedor que al continente.
-¿Usted cree?
-Sí. No hay más que salir a la calle y preguntar. Posiblemente una gran cantidad de personas saben que el Centro Botín es un diseño de Renzo Piano, pero no creo que haya muchos que conozcan el nombre de los artistas que han expuesto.
-Pero eso también puede pasar en Bilbao con el Guggenheim.
-Allí han tenido más vista y han incluido cosas de la cultura vasca, algo que aquí no ha pasado aquí. Y ojo, no hablo de regionalidad ni de nada semejante, hablo de arte. Los artistas cántabros son iguales que los de Nueva York, los de París o los de Madrid, pero no sé si los directores de todos esos centros conocen lo que hacemos. A veces van a buscar fuera sin saber lo que tienen al lado. Y a mí me ha pasado.
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Ana del Castillo
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