El paisaje de Laura López Balza abre la temporada 2023 del Castillo de Argüeso

«Una vez dije que pintaba para no tener que hablar. Ahora, además, digo que para no tener que pensar. (...) Pinto y no pienso ni hablo. Estoy dentro del cuadro y todo es luz y silencio». Una trayectoria en la que prima su búsqueda para componer unos lienzos caracterizados por sus pinceladas rectas y esquemáticas, colores fríos y luces alrededor de un paisaje que apela a la ensoñación y la magia. Es Emilio González Sainz (Torrelavega, 1961).

Ambos protagonizan la nueva temporada expositiva del Castillo de Argüeso, organizada por Vicepresidencia y Consejería de Cultura del gobierno regional y con el comisariado de Gloria Bermejo. 'Invitación al bosque' es el epígrafe de la primera cita que está integrada por la obra de López Balza, premiada el pasado año con el galardón del Gobierno regional. Antes fue protagonista de una celebrada exposición de su última obra en la galería santanderina Juan Silió. La artista cántabra Laura López Balza es licenciada en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco y graduada en Filosofía por la Universidad de Valladolid. Ha participado en numerosas exposiciones colectivas y ha realizado siete muestras individuales en la última década en España (Valladolid, Castellón, Cantabria, Galicia, Sevilla, Asturias y Barcelona) y en Portugal y EE UU. Ya fue finalista al premio Artes Plásticas de Cantabria en 2017.

En su citada muestra de 2022, 'El sueño de los dos pájaros', reveló una creación fundamentada «en el mundo fantástico y genuino de la artista, en el que se mezclan sus imaginarios vividos tanto en su Cantabria natal como en Senegal, donde ha residido durante cuatro años». Sus pinturas siempre relatan acontecimientos o sensaciones vividas por la artista, para que no caigan en el olvido, cobrando en el lienzo, la tabla o el papel, un estatus de momento privilegiado y presente absoluto. «Una preciosa forma de entender la vida que da gran importancia a los pequeños descubrimientos y a las sorpresas cotidianas», como ha definido Lidia Gil.

Sus obras son una especie de diario visual, de memoria gráfica, que recuerda la labor de los gritos, esos juglares africanos que cantan y narran los acontecimientos de la comunidad para que queden grabados en una memoria familiar y colectiva. Los títulos de sus obras, como pequeños versos descriptivos, apoyan el discurso pictórico y completan su sentido aportando datos más concretos sobre lo que se describe en cada representación: «Diferentes costumbres, rituales, ceremonias, actividades agrícolas, profesiones, deportes, lugares, animales, plantas, momentos del día, nombres propios, encuentros y mitologías».

Su obra abrirá el próximo jueves la temporada del Castillo de Argüeso. «El paisaje y la forma de abordarlo» es el punto de partida y el eje de unión de los dos proyectos expositivos. «Dentro del arte actual, que es el que nos ocupa, no cabe la menor duda de que el paisaje es un tema fértil. Y, aunque la idea del paisaje romántico y sublime persista, prácticamente todos los artistas son muy conscientes de que la naturaleza ya no es lo que era y que representarla implica repensar y reinventar los códigos del género paisajístico. Lo que si está claro es que el paisaje es, más que nunca, cultura, y constituye un extenso territorio de debate, estético y ético. Hemos seleccionado, dos artistas, que, desde diferentes poéticas, nos presentan formas de abordar el paisaje en este momento, explica Bermejo.

Laura López Balza narra en su obra su propia experiencia vital, plasmada a través de un mundo interno compuesto de fábulas oníricas de la naturaleza y el paisaje, del medio rural o de lo cotidiano. Son esas historias mínimas recordadas, imaginadas, vividas o idealizadas, que reflejan anhelos, preferencias, miedos. «Representan un ciclo –el de la vida y la muerte– y un canto a la alegría de vivir, la búsqueda, el conocimiento del mundo, de su propia realidad. Y utiliza un lenguaje fuera de las convenciones, plano, muy directo y sin artificios». El grado de ilusionismo es prácticamente cero, recuerda al arte de los niños, de ciertas culturas premodernas, a la pintura medieval o a la africana. Y los temas que trata hablan de una vida sencilla en la que cabe la magia y que busca la alegría.

Ya en verano llega el turno de Emilio González Sainz. Pese a su evolución reciente hacia un lenguaje artístico más simbolista, que convive con sus formulaciones más teatrales y de naturaleza surrealista, en definitiva más poéticos, «su personalidad pictórica es absolutamente reconocible y nos invita a redescubrir el entorno». Sus paisajes son «una absoluta declaración de principios sobre su vinculación a la creación artística y un cierto elogio a un tipo de vida», que el artista ha elegido y al que está vinculado desde hace décadas.

«Pinto damas paseando, amantes contrariados y pájaros errantes. Acantilados y un mar de plomo. Pinto caballeros corriendo y ahora también un hombre que es dos. Que son dos. Soy yo y otro yo. Vaya lío. Pinto lo que sale. El arte está en dejarlo salir».

Licenciado en Bellas Artes en la facultad del País Vasco, vive y trabaja en Periedo. Desarrolla la mayor parte de su carrera artística en España y trabaja con varias galerías por todo el país. Ha recibido varios premios en su trayectoria como el de 'Mejor artista cántabro' Certamen de Artes Plásticas Gobierno de Cantabria, VI Certamen Nacional de Pintura Parlamento de La Rioja, el del Certamen Internacional de Pintura Focus-Abengoa y en 2015 Medalla de oro en la 76 Exposición Internacional de Artes Plásticas de Valdepeñas. En sus obras testimonia su devoción por la naturaleza, o esa visión idealizada del que se siente «abrumado por lo que le rodea». Sus personajes, entre el cielo y la tierra, solitarios y náufragos vertebran su poética del paisaje.