
Paradójicamente, no he escrito sobre las cosas más valiosas que he vivido
CUADERNO DE EXCEPCIÓN ·
MARCOS DÍEZ
Domingo, 7 de junio 2020, 07:59
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CUADERNO DE EXCEPCIÓN ·
MARCOS DÍEZ
Domingo, 7 de junio 2020, 07:59
Me he movido, desde que comencé este cuaderno de excepción, en una contradicción permanente: la de pensar que estaría mejor callado y, al tiempo, ... no dejar de escribir cada día. He calmado esa contradicción pensando que la lectura de lo que escribía era voluntaria. Lo que tengo claro es que nadie se ha aburrido más de mí que yo mismo. Estos meses de confinamiento me han parecido extraordinarios, raros, deformes, íntimos, difíciles, trágicos. Todo al mismo tiempo. Unos hemos tenido problemas pequeños, otros grandes. Los problemas de cada uno son los problemas de cada uno, es cierto, pero en la comparación algunos sufrimientos acomodados acaban siendo banales. Los míos, muchas veces, lo han sido. Eso de pasarlo mal por casi nada es algo que nos tiende a suceder a quienes tenemos casi todo: salud, afectos, pan en la mesa y un techo para guarecernos cuando llega la noche. A partir de ahí, cualquier problema es menor. Y, pese a todo, tenemos derecho a tener nuestras angustias, aunque sean triviales. Pienso que lo importante es saber reírse de ellas, desactivarlas y no dejar que ocupen demasiado, porque no lo merecen. Y mirar con respeto y cuidado el dolor grande de los otros, mirarlo sin alzar la voz, sin utilizarlo, sin ocupar el espacio de ese sufrimiento. Saber que ese dolor grande existe, sentir agradecimiento por el privilegio y la fortuna de estar bien y hacer la vida desde ahí, como buenamente se sepa.
Un día, mientras me comía feliz un helado, pasó junto a mí un cortejo fúnebre. La vida es eso muchas veces. Alegría y dolor, sufrimiento y dicha, conviven permanentemente en los espacios públicos y privados. Se pierde a un ser querido, porque se muere o porque se va, y en medio de ese desgarro hay momentos en los que cabe la alegría. El coronavirus se irá, pero continuarán las tragedias cerca y lejos de nosotros. Eso no va a parar nunca. Hoy nos comemos el helado y mañana estamos en el entierro. Cierro ya este cuaderno. Paradójicamente, no he escrito sobre las cosas más valiosas que he vivido, porque lo valioso casi siempre se encuentra en la intimidad y la intimidad corresponde al ámbito de lo privado. Algunas de las cosas que he vivido nunca las olvidaré, por preciosas. Solo haré mención a una persona, por si en el futuro tropieza con estos artículos. Vera, mi hija de poco más de dos años, ha estado junto a mí la mitad del confinamiento. Me ha conectado con lo mejor de la vida. Lo quiero dejar aquí, por escrito. Toda mi gratitud para ella, por el feliz agotamiento que he sentido a su lado.
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