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A los trece años Ousman Umar partió de su Ghana natal tras el sueño de una vida mejor, alejada del hambre, la violencia y el miedo, pero a lo largo de los cinco años que tardó en llegar al mar y escapar de África en ... patera fue precisamente eso lo que se encontró. Cuandon lejos de empezar a vivir su sueño, la pesadilla continuó. Más hambre, más frío, más racismo y violencia, hasta que fue adoptado por una familia catalana. Casi 20 años después, Umar cuenta con estudios universitarios, ha fundado la ONG Feeding Minds (Alimentando mentes) y acaba de publicar su segundo libro, 'Desde el país de los blancos', en el que narra todo lo que ha vivido y aprendido a lo largo de su excepcional periplo vital. El autor presentará su nueva obra este viernes a las 19.30 horas en el Ateneo de Santander.
–Mientras hablamos miles de ciudadanos de Marruecos tratan de entrar en España a través de Ceuta. ¿Cómo ve esta situación?
–El de la inmigración es un problema que siempre ha existido y en el que parece que no existe ningún interés real por hacer nada para arreglarlo. Es algo que en algún momento tiene que salir. Se va comprimiendo y cuando salta una chispa, como en caso, que es política, la situación explota, porque el problema de fondo, que es la falta de oportunidades, permanece. Lo extraño es que ahora lo tratan como si fuese algo nuevo.
–En ese contexto presenta su segundo libro, 'Desde el país de los blancos' en el que continúa la historia que comenzó con 'Viaje al país de los blancos'. ¿Cuál es el objetivo de este nuevo título?
–En los dos libros lo que hago básicamente es dar voz a todos aquellos compañeros que por desgracia no llegaron con vida para poder contar su historia. En el libro las vivencias concretas son mías, pero las torturas y la crueldad del recorrido pertenecen a miles y miles de esos compañeros que no consiguieron superar el viaje con vida. Por eso la de estos libros no es solo mi historia, sino la de miles de personas.
–¿Cómo es el relato y el retrato que realiza de una realidad tan dura y compleja?
–Trato de revelar la falta de formación y de información y la falta de expectativas que se ha generado sobre el continente africano, que es lo que conduce a miles de jóvenes a acabar muriendo en el desierto del Sáhara, en las cárceles libias y en el mar Mediterráneo. Al explicar mi historia revelo una historia muy cruda y muy desconocida. Por ejemplo, el hecho de que aunque las cifras de muertos en el mar son enormes, el desierto es aún peor.
–Ese viaje es, estadísticamente, una trampa mortal...
–Justamente. La gran mayoría de los que lo emprendemos morimos en el camino. En mi caso, más del 90% de los compañeros con los que empecé el viaje murieron en el desierto, en el mar o en las cárceles de Libia. Empezamos 46 y acabamos seis. Después de haber vivido todo eso tengo muy claro que la solución a la inmigración está en el origen. La solución real a la inmigración se encuentra en África, y eso es lo que explico en este nuevo libro.
–¿Cuál es esa solución?
–En este libro explico el proyecto que empecé hace diez años, cuando puse en marcha la ONG Feeding Minds, porque la solución pasa precisamente por alimentar mentes, con el objetivo de dar a conocer que la solución verídica para poner realmente fin a este problema pasa por invertir en el origen. Hay que alimentar las mentes de la juventud africana, porque son ellos quien van a poder cambiar su propia realidad.
–¿Cómo cree que debería afrontarse ese cambio?
–Cualquier solución, por compleja que sea, empieza por los más pequeños. Una vez me preguntaron cómo me comería un elefante, y mi respuesta fue «a filetes». Comérselo a bocados es imposible. Es un tema muy complejo, pero en mi caso asumí que yo era el presidente y el ministro de Educación de mi comunidad. Es algo que podemos hacer cada uno de nosotros, pero para eso hay que dejar de criticar y empezar a actuar.
–En su caso, ¿en qué se tradujo ese «empezar a actuar»?
–Asumiendo esta responsabilidad compré 45 ordenadores hace diez años, contraté a dos profesores y monté una escuela digital, para que los niños tengan acceso a la formación y a la información. Ahora ya son más de 30 escuelas por las que han pasado más de 20.000 niños. Todo sin ninguna subvención estatal, solo con el apoyo de gente con bondad que ha creído que lo que hacemos es la mejor forma de solucionar este problema.
–Habla de pequeños cambios como la solución al problema. ¿Cuáles cree que deben ser?
–Hay que empoderar a la juventud mediante la educación, y llevar ese cambio a más países del continente. En Europa se pone el foco en la cooperación, pero lo que ésta hace es alimentar estómagos. Eso sirve para hoy, pero mañana volveré a tener hambre. Que la ayuda dependa de la cooperación es un error, hay que cambiar ese modelo.
–En ese sentido, ¿cree que ha mejorado algo la situación?
–No, ha empeorado. Un medio español publicó hace 30 años la llegada del primer cadáver de un inmigrante a las costas del país. El pasado jueves llegaron 24 y así cada día, incluidos todos los que no vemos porque no salen en las noticias ni en las estadísticas.
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