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Jordi Savall (Barcelona, 1941) regresa el martes a la Sala Argenta del Palacio de Festivales para dirigir a La Capella Nacional de Catalunya y Le ... Concert des Nations en un programa con obras de Haydn que acercan a estas formaciones, centradas en el siglo XVIII a la música del XIX. Considerado como el arqueólogo de la música antigua, él sin embargo, no comparte el término de música antigua y se refiere a partituras antiguas o música interpretada con instrumentos históricos. El maestro también ha dirigido estos días en el Palacio una iniciativa formativa que forma parte del proyecto YOCPA.
-Vuelve a Santander al frente de La Capella Nacional de Catalunya y Le Concert des Nations. ¿Qué destaca del programa que ofrecerán en esta ocasión.
-En esta ocasión presentamos la última composición que escribió Haydn, 'Las estaciones'. Una obra magnífica e impresionante que se estrenó en 1801 y en la que describe las cuatro estaciones con arias y todo tipo de efectos orquestales. Es una pura maravilla que representa uno de los grandes momentos de la historia de la música.
-Hasta ahora han trabajado con música anterior al siglo XVIII, pero parece que con este programa van avanzando hacia el siglo XIX.
-Así es. Hemos trabajado mucho la música del siglo XVIII y las obras de sus grandes compositores como Beethoven, Schubert, Mendelssohn... Ahora con la orquesta tenemos un proyecto educativo con muchos jóvenes y con ellos estamos trabajando el periodo romántico. Sigo abogando por la educación musical y en ello trabajamos.
-Pero sigue siendo y así se le conoce el gran defensor de la música antigua.
-Yo no diría que soy el defensor de la música antigua, sino de la música interpretada con instrumentos de época y tocada según criterios históricos ya sea del medievo, del renacimiento, del barroco o del romanticismo. No me gusta hablar de música antigua porque realmente creo que la música antigua no existe. Sí se puede hablar de partituras antiguas que están en bibliotecas, pero la música es siempre actual. La música existe solamente cuando la tocamos o la cantamos. Cualquier intérprete de música histórica es contemporáneo por que lo que hace es revivir esa música hoy en día.
Protagonistas La Capella Nacional de Catalunya & Le Concert des Nations, bajo la dirección de Jordi Savall.
Solistas Dénise Beck (soprano). Tilman Lichdi (tenor) y Matthias Winckhler (barítono).
Sala, fecha y hora Mañana martes en la Sala Argenta a las 19.30 horas.
-Pero en las programaciones, se siguen refiriendo a esas obras como música antigua.
-Cada vez más se habla de la música según criterios históricos, lo que pasa es que ese termino se asocia con los instrumentos antiguos. Nosotros tocamos los instrumentos de la época con los criterios propios de la época. En ese sentido sí se puede decir que usamos procedimientos que no son los que se utilizan hoy en día. Pero yo no los llamaría antiguos sino propios de su época. Es como si nos refiriéramos al cuadro de Mona Lisa como una pintura antigua. No es así, es una obra de una época que tiene hoy en día un valor tan importante como el que tenía hace doscientos o trescientos años.
- Hablemos de esos instrumentos. ¿Los que se hacen hoy en día, tan avanzados técnicamente y tan caros, no logran transmitir las obras tal y como las escribieron compositores como Bach, por ejemplo?
-Es que los instrumentos de ahora son totalmente diferentes. En una orquesta, por ejemplo, está el grupo de maderas con flautas traveseras, oboes, clarinetes, fagot... y estos ofrecían el sonido que salía de la madera. Hoy se hacen con mucho metal y sí tienen un sonido mucho más potente, pero cambia completamente el timbre. No es el mismo que tenía en la época de Haydn. Beethoven o Bach. Los cornos, hoy en día se hacen con pistones y en su época no los tenían y se tocaban con la fuerza de la boca y de las manos. Eran como cuernos de caza. Con las trompetas pasa lo mismo. También tienen pistones y la música cambia totalmente. Y lo mismo se puede decir de los instrumentos de cuerda. Actualmente son todas metálicas y no tienen la misma calidez o los arcos que se usan en este tiempo y que son mucho más tensos y han perdido la sutileza que tenían antes.
-¿La forma de interpretar también ha cambiado?
-Los instrumentos de ahora están preparados para tocar la música de Wagner, Stravinski o cualquier compositor contemporáneo pero las técnicas que se tenían en el barroco o incluso en la época romántica son muy antiguas y se transmitieron de generación en generación con una gran riqueza de articulaciones, falseos o dinámicas que se han perdido. Así que una orquesta acostumbrada a tocar solo la música contemporánea, la de Mahler, Strauss u otros compositores más tardíos, carece de la técnica de los compositores anteriores y toca de otra forma. Que también es muy bonita, ojo, pero es otra música. Se podría comparar con un cuadro pintado por Velázquez en el que se pueden contemplar la traza de los pinceles y la irregularidad de la pintura con otro reproducido digitalmente y hecho con pintura moderna. Que tendrá las mismas figuras, pero los colores y la sutileza será diferente.
-Defiende que una de las misiones de la música es divertir. ¿Sigue siendo así?
-Yo lo que defiendo es que la música siempre ha tenido por objeto hacer feliz a la gente, pero tiene una función mucho más importante. La música es la que dota al ser humano de una gran dimensión espiritual. Aporta emociones, nos permite ser optimistas incluso puede ayudar a sobrevivir o sobreponerse a una tragedia. Las músicas que cantaban la gente del pueblo les permitía divertirse, pero sobre todo les hacia felices y les ayudaba a recobrar la paz y el optimismo. Como se suele decir, el que canta su mal espanta.
-En 2014 renunció al Premio Nacional de Música en desacuerdo con el «desinterés y la incompetencia» que mostraba el Gobierno en la defensa del arte. ¿Han cambiado las cosas?
-Ha pasado mucho tiempo ya. Cuando renuncié al premio no había ninguna sensibilidad para el patrimonio musical. Han cambiado mucho las cosas. Entre tanto he conseguido hablar con ministros y con el presidente del Gobierno y tengo conciencia de que hay voluntad para poner en valor este patrimonio. Así que ahora aceptaría ese renacimiento con mucho gusto.
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