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Andrés Arroyo, Pablo Balaguer, Máté Harangozó, Anna Csaba, Victoria Creighton, Milan Drake y Reika Sato posan con sus instrumentos en uno de los almacenes del Palacio de Festivales. Javier Cotera
Una partitura cultural de jóvenes talentos

Una partitura cultural de jóvenes talentos

Siete de los jóvenes intérpretes que participan en el Encuentro de Música y Academia destacan «la gran oportunidad» de una «experiencia tan inspiradora»

Rosa Ruiz

Santander

Sábado, 16 de julio 2022, 07:41

«No conozco una forma más transparente de expresar las emociones que la música». Pablo Balaguer es un joven valenciano que estudia en la Cátedra de Oboe de la Escuela Superior de Música Reina Sofía en Madrid y uno de los 62 participantes del Encuentro de Música y Academia que la Fundación Albéniz celebra desde 2001 en Santander. «Una gran oportunidad profesional y personal» que disfruta todo lo que puede. «Además en una ciudad tan bella como esta que me da la oportunidad de ir a la playa», asegura. Y precisamente de eso trata este Encuentro de jóvenes músicos llegados de 13 de las mejores escuelas europeas que durante tres semanas tienen la oportunidad de aprender y trabajar con profesores de «excelencia» con los que además, y en esto se diferencia de otras residencias académicas, pueden compartir escenario y tocar en distintos puntos de Cantabria. El Diario Montañés reúne a siete de ellos, de distintas nacionalidades e interpretes también de distintos instrumentos pero a los que une una gran pasión por la música y lo que significa para ellos.

Pablo Balaguer ya sabe lo que es tocar en el Teatro Real de Madrid, el Reduta Hall de Bratislava o el Musikverin de Viena. Actualmente es miembro de la Joven Orquesta de Madrid y forma parte del Quinteto Ricercata de EY y del Grupo Telemann. Como el resto de sus compañeros califica este Encuentro como algo muy «enriquecedor» tanto en lo profesional como en lo personal. Confiesa que desde siempre le llamó la atención el «sonido oscuro» del oboe y que además en su pueblo, Alfarp, pudo tratar a músicos que se dedican profesionalmente a tocar este instrumento.

Los participantes

En esta edición forman parte del Encuentro 62 músicos que han sido seleccionados en trece escuelas europeas

Para él la música clásica es «un exponente perfecto de las emociones de las personas» y no se podría imaginar un mundo sin ella.

En su misma Escuela estudia Andrés Arroyo, un colombiano de Sincelejo que se enamoró del contrabajo a los 14 años. «No te creas que era muy joven comparado con otros instrumentos pero desde entonces me tiene cautivado». Coincide con el oboísta en que la música clásica «se vuelve en un modelo de lo que pensamos. Hay muchos colores y facetas que permiten mostrar si estás triste, alegre, oscuro... algo que creo que no se refleja tan bien en otros tipos de música. A mí me parece que asistir a un concierto de música clásica es como iniciar un viaje o poner rumbo a una nueva aventura».

Esta es la segunda vez que participa en el Encuentro y reivindica su instrumento como «muy necesario y flexible porque se puede escuchar en distintos repertorios». En su país, y tras formarse con profesores de la talla de Ilko Semov Rusev en la Universidad de Antioquia ganó un concurso de Jóvenes Solistas que le catapultó. Desde entonces ha tocado en la Ópera de Viena, en el Teatro de Berlín y en el New World Center (Estados Unidos) entre otros lugares. Si tuviera que resumir como está viviendo esta experiencia tiene claro que sería algo así como «tres semanas de mucha música, con gente de todas las partes del mundo que para mí es algo muy valioso porque no solo es un Encuentro con la música, también lo es con otras culturas de lo que se adquiere un gran aprendizaje». Hasta ahora, según indica, lo mejor de estas semanas es la posibilidad de tocar tanto repertorio, si bien reconoce que eso hace que «trabajemos mucho y a veces acabemos exhaustos, menos mal que tenemos la playa cerca», dice ante la risa de algunos de sus compañeros.

Los objetivos

La Fundación Albéniz organiza esta cita desde el año 2001 con el objetivo de apoyar a los jóvenes músicos

Como la violinista francesa Anna Csaba que forma parte del Orchesterzentrum NRW de Dortmund (Alemania), que también estuvo en la Mahler Chamber Orchestra Academy y que ha recibido lecciones de destacados intérpretes de ese instrumento como Zakhar Bron, Latica Honda-Rosenberg o Kyoko Hashimoto. A ella, según explica en un perfecto español, la vocación la viene de familia. Sus padres son violinistas –es hija de Péter Csaba el director artístico del Encuentro– y ha crecido rodeada de música: «Era lo natural para mí», asegura. Como Andrés Arroyo, las instalaciones del Palacio de Festivales, donde ofrecen una gran parte de los conciertos del Encuentro, no le son nuevas pues este es la quinta edición en el que participa. «Y por ello puedo decir que aunque trabajamos mucho nos proporciona oportunidades que no se dan en otros encuentros de este tipo. Me encanta estar aquí, recibir clase de tantos maestros y tocar delante de tanta gente».

También quiere aportar su propia definición de la música clásica: «Un mundo de sueños y una forma contar historias». Aunque, según insiste, lo más importante es «compartirla con el público. Creo que la misión de los músicos es contar algo y sobre todo transmitir todas esas historias. Sin el público nuestro trabajo o talento si prefieres llamarlo así no tendría ningún sentido».

Inspiración

Una de las jóvenes más tímidas del grupo es la flautista Victoria Creighton. Nació en Moscú en 1977 y tras cursar estudios en el Conservatorio Estatal P. I. Tchaikovsky de su ciudad continuó su formación en el Reino Unido y en la actualidad es alumna de Sophie Cherrier y Vincent Lucas en el Conservatorio Superior de Música y Danza en París. Tal vez porque lleva ya mucho tiempo fuera de su país evita hablar de la invasión de Rusia a Ucrania aunque sí tiene claro que la música clásica «podría ser un vehículo para la paz». Al menos cree que, tal y como se está demostrando en este Encuentro, «sirve para unir a personas de distintas culturas en una misma orquesta para ofrecer una misma partitura y crear belleza todos a una sin tener en cuenta la procedencia». De uno de esos conciertos que vio en televisión cuando era pequeñita le viene a ella esa pasión, sacrificio y forma de vida que es la interpretación. «En aquel momento tuve claro que yo quería ser música y participar en algo así», señala. Algo parecido a lo que está viviendo estos días en Santander, «una experiencia muy inspiradora», dice, sobre todo después de dos años de parón por la pandemia del covid que está aprovechando para conocer a nuevos músicos «de los que no dejo de aprender».

Los músicos

  • Andrés Arroyo (Colombia) «Asistir a un concierto de música clásica es como iniciar un viaje o una aventura»

  • Pablo Balaguer (España) «La música es la forma más transparente de expresar las emociones»

  • Máté Harangozó (Hungría) «Uno de los principales valores del Encuentro es el poder tocar con los profesores»

  • Anna Csaba (Francia) «La misión de los músicos es contar historias y sobre todo compartirlas con el público»

  • Victoria Creighton (Rusia) «La música es un vehículo para la paz que une personas de distintas culturas»

  • Milan Drake (Alemania) «La convivencia con músicos de tantos países siempre es una gran experiencia»

  • Reika Sato (Japón) «Todo lo que estoy viviendo aquí va a ser importantísimo para mi futuro profesional»

Otra que asegura haber superado sus expectativas estos días gracias a la Fundación Albéniz es la japonesa Reika Sato. Nacida en Tokio empezó a tocar el violín a los tres años y tras estudiar en la Escuela Superior de Música adscrita a la Facultad de Música de la Universidad de las Artes en su ciudad y en el Conservatorio National Supèrieur de Musique de París, donde reside desde hace cuatro años, se «está empapando» de todos los conocimientos que recibe estas semanas y de todo lo que le ofrece la ciudad, a la que ha venido por primera vez, y sus compañeros. «Toda la gente es encantadora y no me puedo sentir mejor acogida», afirma. En su currículum, como en el de prácticamente todos sus compañeros, hay un buen número de premios que según señala son casi comparables al haber sido elegida para participar en esta edición del Encuentro. «Es una experiencia fantástica con unos músicos de una grandísima calidad y altas capacidades. Estoy segura de que va a ser muy útil para mi futuro profesional porque esta convivencia de tres semanas tan intensas nos permite a los participantes hacer música y también pasar mucho tiempo juntos», resume con una amplia sonrisa.

Máté Harangozó, nacido en Budapest (Hungría), procede de una familia de violonchelistas y, aunque sus inicios musicales fueron con ese instrumento, acabó decantándose por la trompa. Ha estudiado con el profesor Tibor Maruzsa en Saint Stephan King Conservatory y ganado desde entonces varios premios, el último en febrero de este mismo año y que consiste en una audición para la Orquesta Sinfónica de la Radio Húngara. «Para mí participar en este Encuentro es una oportunidad maravillosa de poder tocar con los mejores músicos sin olvidarnos de que Santander, ciudad que no conocía, es un sitio más que increíble».

Otro que cambió de instrumento fue Milan Drake (Frankfurt, Alemania). Recibió sus primeras clases de piano a los cinco años pero tres años después se decantó por el violonchelo. Desde 2018 estudia en la clase del profesor Konstantin Heidrich en la Universidad de las Artes de Berlín y completa su formación musical con el prestigioso Cuarteto Artemis. «Hay muchas cosas que son una maravilla de esta experiencia, como el poder tocar con profesores de una talla tan extraordinaria, convivir con estudiantes de otros países que además son supersimpáticos y disfrutar una sitio como Santander que es una maravilla, lo que también es muy importante para este tipo de experiencias».

Una experiencia que se vive en las aulas, en el escenario y que también permite crecer musicalmente desde hace ya dos décadas a los más melómanos de la ciudad.

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