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«Es una enorme alegría volver a Santander, porque la última vez que estuve tenía doce años», afirma Sol Gabetta (Argentina, 1981). Recuerda haber pasado varios veranos aprendiendo a dominar su instrumento, el violonchelo, y guarda «muy bonitas experiencias» de la capital cántabra. Ahora regresa ... al mismo lugar, el Palacio de Festivales, donde esta tarde (20.00 horas) actúa en el programa del concierto de clausura del Festival Internacional de Santander junto a la Orquesta Filarmónica de Radio Francia. Entre tanto, ha estado en contacto con Paloma O'Shea «al ver que todo estaba relacionado con la ciudad». De carismática y conquistadora personalidad, su perfil artístico se caracteriza por «la gran versatilidad de estilos y repertorios». Toca varios instrumentos italianos de principios del XVIII, incluido un violonchelo de Matteo Goffriller (1730, Venecia). Desde 2005 imparte clases en la Academia de Música de Basilea.
En su vida en continuo movimiento, con un instrumento como prolongación de sí misma, los viajes, la coordinación familiar y saber «donde estarás a cada hora» es lo más complicado del trabajo de la intérprete argentina con raíces rusas que destila entusiasmo y energía en cada frase. «Todo funciona y no es más imposible que otra cosa, pero requiere muchísima organización», explica.
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Por su carácter, cuando está metida en una actividad, le gusta que sea al cien por cien. Máxime en la música, para llegar a convertirse en la referencia que es hoy en día. «Cuando te ocupas muy bien de todo, es un estrés», bromea. Todo tiene un origen común; su formación. «Estoy muy acostumbrada a hacerlo todo muy minuciosamente y eso genera un carácter y una mentalidad muy perfeccionista». Toda su vida musical, preparación, concursos, repertorios, le ha ayudado a desarrollar esa paciencia. Pensemos que cogió un violín con siete años. Es una vida de práctica. «Prefiero hacer menos pero bien hecho y así voy encontrando el equilibrio».
Ese equilibrio se traduce en elegir «mucho más los conciertos» e intentar que los repertorios no cambien tanto. Hasta que llega un mes de agosto como este «que fue todo lo contrario», expone divertida.
Gabetta habla rápido, va enlazando ideas. «Hay que aprender a conocerse a uno mismo y saber hasta dónde puedes llegar». Desde hace veintitantos ella ha llegado a los grandes auditorios de todo el mundo. «Una vida espectacular, en la que estableces relaciones de largo plazo con orquestas y músicos». Para que esas relaciones funcionen, es imprescindible «hablar el mismo lenguaje».
En ese campo «el director es muy importante; es la segunda parte de tu interpretación». Así, con esa premisa, en los últimos años hay cuatro o cinco directores con los que toca regularmente.»No quiere decir que no esté abierta a nuevas propuestas», si bien reconoce que hay gente nueva que lo hace muy bien, pero también gente que no. Gabetta trabaja mucho con jóvenes, y es consciente de la dificultad que entraña abrirse un hueco hoy en día, en muchas ocasiones recurriendo a las redes sociales. «Es un poco una venta de sí mismos, que me parece muy dura y difícil». Vender tu propio arte «no es una cosa nueva», pero se van produciendo copias de unos a otros, dando pie a un éxito relativo: «Si tocas algo virtuoso, enseguida quema y agarra, pero esa gente a la que le gusta no va a ir a tus conciertos y una carrera es una cosa mucho más larga». Por añadidura; «todo el tiempo que pasas haciendo eso, es tiempo que no estudias».
«Lo que más falta nos hace hoy en día es creer en algo por propia convicción y no por lo que otro te diga», defiende la argentina. En un músico «ese instinto es muy fuerte».Siempre hay un momento «marcante» en la carrera de una persona. En su caso fue ganar el concurso de Credit Suisse en 2004. A partir de entonces, en su desarrollo personal ha comprobado que lo más importante «es que uno evolucione», eso que lleva al público a interesarse y buscar lo que puede descubrir en sus interpretaciones. Si pasa una década y no has avanzado, puedes hacerlo muy bien «pero la gente se acaba aburriendo».
Desde un inicio, «cada año cuenta porque es una construcción muy personal». El carácter que ha ido descubriendo este año es el de músicos muy individualistas con un gran nivel. A sus alumnos trata de enseñarles una idea; el material propio con el que llegan en su mochila va a definir su futuro. «Un profesor no puede regalarle a un alumno nada porque en lugar de intérpretes individuales serán una especie de diez pequeños 'playmobil' tocando lo mismo».
«Estoy casi siempre en zona de disconfort», reconoce. Le da prioridad a las dos residencias que realiza al año. En este 2024 con la Filarmónica de París y el Konzerthaus de Viena. Suele lanzar algún proyecto nuevo en cada ejercicio, que puede ser un disco, o la búsqueda de un nuevo repertorio. «Muchas cosas se quedan en el camino porque no llegan al nivel artístico que estoy buscando». De ahí que el tiempo que uno pasa consigo mismo, conociendo su técnica y sabiendo lo que puede desarrollar, «que para mucha gente joven no tiene tanto valor, es fundamental». Tuvo la gran suerte de tener un maestro que le orientó para no darse demasiada prisa y guiarla para saber de qué manera ir alcanzando los objetivos que han llevado a Gabetta a lograr la fama y reconocimiento actual.
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