-Mientras el hecho sucede -en este caso, la pandemia-, es difícil escribir una historia sobre un acontecimiento en marcha. El sentido cambia una y otra vez, no ... hay perspectiva, se vive sumergido en los hechos del día a día. Y cuando todo termina, ¿habrá alguien con ganas de rememorar lo sufrido? Se necesitará tiempo. Recuerde usted 'Patria', la novela de Fernando Aramburu. Hasta que no acabó ETA definitivamente fue difícil un éxito multitudinario sobre el tema.
-¿Cómo se ha enfrentado al confinamiento?
-Mal. Lo llevo mal. Me da rabia y además no le puedo echar la culpa a nadie. Muy frustrante no poder decir: 'Piove, porco goberno'.
-¿Las películas y los libros han creado una burbuja de complicidad y protección, de zona de confort, incluso engañosa, en este tiempo?
-Bueno, lo que más ha subido es el consumo de series. Mis amigos lectores me dicen que lo que más hacen es releer. Curiosamente, muchos de ellos a Galdós. Si esto dura mucho acabarán por leer a Pereda.
-Imagino que pensó en ocasiones que ya había vivido confusión, extrañeza y perplejidad. ¿Esto ha superado todo lo que pasó alguna vez por su mente?
-Aun me cuesta mucho aceptar que esto que nos pasa sea real, que ocurra en pleno siglo XXI. De vez en cuando pienso que me voy a despertar de esta pesadilla. 'La peste,' de Camus - una de las novelas fundamentales de mi adolescencia- era una metáfora, una distopía, diríamos ahora. No era una novela realista. Esto es real y, paradójicamente, inadmisible. Voltaire escribió una carta 'protestando' del terremoto de Lisboa. El mundo no estaba bien inventado, como aseguraba Leibniz.
-¿Su verdadero confinamiento sería en una cabaña pasiega leyendo el Quijote?
-Sería en una cabaña pasiega con luz eléctrica, porque si no, no me apunto.
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En datos
(Torrelavega, 1942). Del territorio pasiego, la irrealidad, al Quijote, la gran ficción; de Jean Renoir a Berlanga. Mira al mundo desde su impaciente confinamiento madrileño. El cineasta de 'Maravillas' da una última vuelta de tuerca a su nueva novela. Es hijo de cuentos y paisajes, académico de la RAE, autor de novelas como 'La vida antes de marzo' y premio Herralde. El oficio de filmar historias en el cine siempre tuvo su origen en la literatura. Como cineasta ha conseguido, entre otros, el Premio de la Crítica y el Oso de Plata en Berlín, la Concha de Oro en San Sebastián, un Premio Goya al mejor guión adaptado o el Premio Nacional. Además es miembro de la academia de Bellas Artes.
-¿Ha temido más a la muerte, a las pérdidas cercanas o a una vida imprevisible?
-Me inquieta lo que pueda suceder al día siguiente de que la pesadilla acabe. Lo que llaman los economistas Tasa de Paro Insoportable (TPI) ya está ahí, y en nuestro país es el doble que el de la zona euro.
-Su nueva novela también ha quedado confinada. ¿Verá la luz al recobrarse el mercado?
-Se publicará el año que viene. No creo que la espera sea terrible, ni que nadie me eche de menos.
-Uno de los mantras de estas semanas es el debate sobre si emergerá una sociedad mejor o peor, o más moral o más mediocre. ¿Hacia dónde apunta su reflexión?
-No hay grandes conductores políticos, algo que sería necesario en las nuevas circunstancias. Y no creo que el mundo vaya a mejor simplemente porque haya habido una gran catástrofe. Me conformaría con algo sencillamente sensato, como es la reconstrucción de la sanidad pública.
«Todo puede pasar aquí si ha pasado en otra parte. Tengo la desconfianza pasiega de la historia»
-Una viñeta de El Roto aludía al oportunismo del poder al convertir las mascarillas en bozales. ¿El peligro radica en que se avecina una sociedad hipervigilada y la progresiva pérdida de libertades y derechos?
-Ya estábamos vigilados, y no solo por los servicios de inteligencia. También por los servicios más tontos, como los de las redes sociales. Muchas veces ejercen de policías sin placa. No siempre, claro.
-¿Hemos visto los molinos del coronavirus convertidos en gigantes destructores demasiado tarde?
-Que se ha reaccionado tarde es innegable. La idea de 'eso no puede pasar aquí' es malísima. Todo puede pasar aquí si ha pasado en otra parte. Todo, y no me refiero solo a los males de salud, sino a los sucesos de la historia reciente. Tengo la desconfianza pasiega de la historia.
-¿Lo suyo ha sido de balcón, ventana o de mirada hacia dentro?
-Desde mi ventana se ve la sierra del Guadarrama. Nunca me ha parecido más hermosa.
-Al escuchar determinadas voces, ¿la ecuación libertad y supervivencia parece poco flexible?
-Es completamente reaccionario enfrentar libertad y supervivencia. Para nada son incompatibles. En España el estado de alarma se vota en el Parlamento. Y que yo sepa no se ha suprimido el derecho a la libertad de expresión. Hay un juego siniestro para desacreditar el funcionamiento de las instituciones. Un juego peligroso.
«Hay un juego siniestro para desacreditar el funcionamiento de las instituciones. Un juego peligroso»
-¿Cuando el miedo amaine, nos tocaremos igual?
-Con más placer, espero.
-Ya se habla de rodaje sin besos. E ir al cine o a un concierto será como acudir a un quirófano. ¿Cómo afrontar esta asepsia?
-Ah, ¿pero en el cine se besan de verdad?
-¿Teme que crezca un nuevo nacionalismo y un nuevo racismo?
-Por lo pronto, el populismo ya está ahí.
-La sociedad digital es imparable. ¿El libro es inmortal?
-La sociedad digital ha dado muchos pasos adelante durante el confinamiento. En todo el mundo. Eso sí que ha llegado para quedarse. Nos puede gustar más o menos, pero va a continuar imparable. Pero no hay que preocuparse, el libro de papel no va a desaparecer mientras las emociones se puedan acariciar.
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