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Antes que nada, María Oruña (Vigo, 1976) quiere avisar a sus lectores: «No he dado por zanjada la saga de 'Puerto Escondido'». De hecho ya está acabada la siguiente novela de la teniente Valentina Redondo que también se desarrollará en Cantabria. Y es que esta ... abogada gallega irrumpió en la novela policiaca hace ya cinco años con una obra, 'Puerto escondido', ambientada en Comillas y sus alrededores y que ya ha sido traducida al alemán, el francés y el catalán. A esta la que siguieron 'Un lugar a donde ir' (2017) y 'Donde fuimos invencibles' (2018) con la misma protagonista. Ahora da un giro radical con 'El bosque de los cuatro vientos' (Editorial Destino) en el que cambia la costa de Cantabria por los paisajes de su tierra Galicia y que ya va por la segunda edición. La autora estará en noviembre en el Aula de Cultura de El Diario, en su sede en el Ateneo, para hablar de esta obra.
-¿Cómo surgió 'El bosque de los cuatro vientos'?
-Hace mucho tiempo que quería escribir algo relacionado con la leyenda de los nueve anillos y Galicia. Una historia que no podía vincular a Valentina Redondo por una cuestión geográfica y porque es tan potente que requería sus propios personajes además de viajar al siglo XIX.
LOS PERSONAJES
LA NOVELA
-Para los que no la conozcan, recuerde algo de la leyenda de los nueve anillos.
-Entre los siglos X y XI nueve santos obispos se retiraron a Santo Estevo en Orense. Al morir dejaron allí sus mitras, sus bastones y sus anillos. Nueve anillos que se guardaron en una cajita de plata a los que se atribuían muchos milagros y que, por lo tanto, causaron un peregrinaje para venerarlos. El último documento que hablaba de la existencia de estos anillos es del siglo XVII. A partir de ahí, parece que se han evaporado.
-Y de esa leyenda surge su novela con un protagonista, cuando menos, peculiar. ¿Quién es Jon Bécquer?
-Jon Bécquer es un arqueólogo raro. Investiga el robo de obras de arte, aunque curiosamente no sabe mucho de arte. Un día llega al monasterio de Santo Estevo, que actualmente es un parador, descubre por casualidad la historia de estas reliquias y, por puro pasatiempo, se pone a investigarlas. Además aparece el cadáver de un hombre vestido con hábito benedictino de hace 200 años y, entonces, la novela salta a la voz del pasado, en el siglo XIX, donde vemos como Marina, una chica de 17 años, se ve envuelta también en esta leyenda.
-¿Sus lectores se enamorarán de Jon Bécker como lo están de Valentina Redondo?
-La verdad es que Jon es un poco 'rarete'. No es el típico personaje que va a caer bien desde el principio. He tenido mucho cuidado de no crear el típico antihéroe simpático y torpe porque me parece muy manido. Este protagonista puede parecer un poco pedante, aunque a lo largo de la novela el lector lo va a conocer un poco mejor. Su figura está basada en Arthur Brand que es un detective real que vive en Holanda y al que se conoce como el Indiana Jones del arte porque se dedica a encontrar obras perdidas. Entre ellas, el anillo de Oscar Wilde y una corona etíope muy valiosa.
-La otra gran protagonista de 'El bosque de los cuatro vientos' es Marina. ¿Cómo es?
-Marina es una hija de su tiempo. Es la heroína de la novela, pero no una heroína de armas tomar como las que se suelen presentar. Marina no es una mujer del siglo XXI que yo haya disfrazado del siglo XIX. Más bien es una mujer de su época y obediente, tanto a su padre como a las normas sociales. Hasta que un día decide romper la baraja. No de una manera radical, pero sí lo suficiente como para abrir el camino a todas las mujeres que vienen detrás.
-El paisaje vuelve a tener mucho protagonismo. ¿Qué es lo que más llama la atención del monasterio de Santo Estevo y el resto de localizaciones de la novela?
-Este sitio en sí es espectacular. Sobre todo por su atemporalidad. La magia de ese lugar está en pensar en que estamos caminando por los mismos senderos que lo hicieron otras personas hace millones de años y que permanecerán cuando nosotros ya no estemos en este mundo. La novela está ambientada casi exclusivamente en Santo Estevo, que es un pueblo pequeño donde está el monasterio y que forma parte de la Ribeira Sacra orensana. Pero también aparece en la novela Ourense y de forma secundaria el monasterio de Oseira que es de la orden cisterciense.
-Una de las lecturas que se hace de esta trama casi detectivesca es la importancia del patrimonio histórico. ¿Se conserva como se debe?
-La conservación del patrimonio material, tanto el civil como el religioso, es una manera de conservar también el patrimonio inmaterial. Nuestra idiosincrasia, lo que somos, las historias que nos unen, las tradiciones... Para mí sí es muy importante manejar este concepto de que los objetos portan la memoria de las cosas. El parador de Santo Estevo está muy bien restaurado, por ejemplo, porque se ha respetado la hegemonía original del edificio en todo lo que se pudo y de hecho es un parador museo. Hay partes que se pueden visitar sin estar alojado como los claustros o el bosque que lo rodea y que da nombre a la novela.
-¿Cómo vive esta crisis sanitaria?
-Ahora mismo vivo una promoción bien rara. Más online que presencial que para mí es algo nuevo. El confinamiento lo llevé bien porque estoy acostumbrada a estar sola y escribir y me permitió leer mucho. Pero me preocupa esta incertidumbre. Soy una persona cartesiana, muy ordenada y esta inquietud de no saber lo que va a pasar me preocupa y no solo por mí, también por la salud de la gente que me rodea. El lanzamiento de esta novela estaba previsto para abril y tuvo que ser cancelado.
-Por último, ¿cuáles son sus proyectos inmediatos?
-Muy pronto sabréis de Valentina Redondo en una nueva historia que arranca donde terminó el tercer libro. Además, tengo otros asuntos literarios. Nunca paro.
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