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«La inteligencia de los pueblos está en cuidar lo que se tiene». La afirmación de Salvador Carretero, director del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander ... fue suscrita por su homóloga en el Museo de Altamira, Pilar Fatás; la historiadora del arte Ana García Herrá, que trabaja en las secciones dedicadas al arte internacional y Latinoamérica del Archivo Lafuente, y Zoraida Hijosa, directora general del Patrimonio del Gobierno regional de Cantabria. Los cuatro coincidieron en una mesa redonda en el Casyc que sirvió para clausurar el VI Encuentro Internacional sobre Patrimonio y Conservación, un evento que ha recuperado la presencialidad después de que en 2021 tuviera que llevarse a cabo en formato online debido a la pandemia.
Este encuentro nació en 2016, organizado por la Asociación Arte Libro y la Asociación Internacional de Restauradores y Conservadores 'Conservarte', bajo la dirección de Giuliano Camilleri, quien también se encargó de conducir el coloquio de los cuatro expertos que coincidieron en muchos otros puntos. Además de exponer las propias particularidades de cada una de las instituciones que representaban todos llegaron a conclusiones similares: «la conservación de patrimonio -ya sea el arquitectónico, artístico o inmaterial es una labor de intrínsecamente ligada a la identidad de los pueblos».
Para Zoraida Hijosa es casi una obligación de la sociedad cuidar el patrimonio para que llegue en optimas condiciones a las generaciones del futuro y en ese sentido, tal y como señaló, el compromiso de la Dirección General que preside es cuidar también de otro tipo de manifestaciones artísticas que no son tan llamativas como las arquitectónicas, pero que también forman parte de la cultura, caso de las manifestaciones folclóricas, patrimonio industrial y hasta de la cartelería que está dispersa por las calles y que, en muchas ocasiones, puede ser una interesante manifestación artística.
La conservación fue, según expuso Ana García Herrá, el origen de la colección que hoy en día compone el Archivo Lafuente. Fue según expuso, el interés que llevó a su propietario José María Lafuente a llegar a reunir toda el material que rodea una obra de arte, desde fotografías, documentación, publicaciones... Lafuente, que poseía una colección de esculturas decidió venderla cuando conoció, gracias a Beltrán Heredia, el archivo de la Escuela de Altamira.
Desde entonces conserva una colección de 140.000 piezas, todas ellas de las vanguardias del siglo XX, que son requeridas por numerosas instituciones para distintas exposiciones. La responsable de las secciones de internacional y Latinoamérica del Archivo, reconoció que en las instalaciones de Heras se conserva con exquisito cuidado todo ese material, con un sistema de seguridad y ventilación especial, porque los principales objetivos del coleccionista, además de compilar el mayor número posible de piezas, es garantizar su conservación, abrir líneas de investigación y sobre todo difundirla. «La conservación es algo que preocupa mucho en el Archivo y para ello se realiza un desembolso económico muy importante que corre a cuenta de José María Lafuente y su hermano sin ningún tipo de ayuda institucional».
Con respecto a la conservación del MAS, su director Salvador Carretero hizo especial hincapié en la labor invisible de los restauradores de los museos. Un trabajo que no sólo es de mesa pues también se preocupan de los préstamos que se realizan entre instituciones o atienden llamadas de particulares. Este trabajo además requiere ser documentad. «En el buen sentido de la palabra la restauración y cuidado de nuestro patrimonio artístico se ha convertido en una obsesión para los que trabajamos en el MAS» y puso varios ejemplos, entre ellos, la restauración de 97 estampas de Goya que después de 12 años de trabajo han logrado acabar.
Para Pilar Fatás, hay un antes y un después. Hasta hace unas décadas no se daba la importancia que se da en la actualidad al patrimonio y por eso una gran parte se ha perdido. Ahora, según dijo, hay una mayor concienciación, que si se hubiera tenido anteriormente a lo mejor no hubiera puesto en peligro a las cuevas de Altamira origínales.
En un momento del coloquio, los ponentes también estuvieron de acuerdo en que el patrimonio es también un motor turístico. Hijosa aseguró puso como ejemplo el gran tirón de los yacimientos prehistóricos de la región, sobre todo de las cuevas consideradas patrimonio de la humanidad por la Unesco, nueve cavidades de las cuales cuatro están cerradas para garantizar su conservación. En este punto, Pilar Fatás puso datos encima de la mesa: los resultados de un estudio sobre el impacto económico del Museo de Altamira en su entorno, que dicen que la aportación de Altamira a la región es de 36 millones de euros y 550 puestos de trabajo.
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Ana del Castillo
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