Secciones
Servicios
Destacamos
Irene Grau (Valencia, 1986) nunca ha visito los bisontes originales de la Cueva de Altamira, pero conoce al dedillo los procesos naturales que performan ese territorio y que han permitido que tantos siglos después de que fueran pintados continúen con el mismo brillo. Y sí ... lo conoce es porque en los últimos meses ha estado trabajando en un proyecto artístico al que ha titulado 'Brillo abrigo' que se puede ver hasta el 1 de septiembre en una de las salas del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira en Santillana del Mar. «Se podría pensar en Altamira como un abrigo de pintura que le da vida y protege». No obstante, también señala, que ese mismo brillo, que proviene del agua, es una amenaza para su integridad. En el equilibrio está la clave y es el agua quien conecta el exterior de la cueva con el interior, creando el sistema kárstico del que forma parte el paisaje en el que ha estado trabajando para esta muestra. «Ese brillo es la manera que tiene el agua de hacerse visible, y de ello depende en gran medida la conservación de las pinturas. Unas pinturas todavía húmedas, todavía frescas; por eso brillan» explica.
Las filtraciones del agua exterior y sus desplazamientos hacia el interior de la roca caliza –propios del sistema kárstico– forman parte, según indica, de los procesos de arrastre de los pigmentos de Altamira. «El flujo del agua conecta así el paisaje exterior con el interior. Y a su vez nos conecta con nuestros antepasados, ya que el agua de hoy es, con todas sus vicisitudes, la misma de hace cuarenta mil años».
Una de las cuestiones que más llama la atención de esta muestra, que está organizada por el Museo de forma conjunta con la Galería Juan Silió, es que evita deliberadamente algún tipo de mención sobre la vida humana en las cuevas porque ha querido poner el foco en los procesos naturales que las afectan y a la supervivencia de la pintura.
Algo que ya es habitual en su relato artístico plagado de proyectos relacionados con elementos naturales porque su obra habla de pintura, de paisaje y, sobre todo, de proceso y desplazamiento. Lo hace a través de una rigurosa investigación sobre las posibilidades de la pintura monocroma y de cómo esta se relaciona con el paisaje, como género y como marco, pero sobre todo como experimentación, como modo de ver. Y así lo ha hecho también en el entorno de Altamira que la ha maravillado. El resultado de todo ese proyecto, para el que ha trabajado con la tierra del suelo, las hojas de los árboles, cortezas, el agua, los distintos elementos del paisaje... y ha estudiado características físicas y geológicas, son una serie de procesos performativos inspirados en los propios cursos naturales que construyen y transforman el paisaje de la zona (como el arrastre de pigmentos a través del agua) a partir de materiales propios que conforman su naturaleza como el agua del lugar y los minerales de óxido presentes en sus pinturas (utilizando únicamente para los ocres, rojos y negros minerales de óxido de hierro como la hematita, la limonita o el manganeso). Entendiendo la pintura y el paisaje como procesos líquidos, en constante movimiento y transformación, capaces de diluir diferentes temporalidades y de mudar en cualquier momento su naturaleza.
En la exposición, unas grandes lonas de colores ocres elaborados con los pigmentos naturales de la cueva y agua del lugar y un gran cuadro con otra de esas telas son las piezas principales, pero también se pueden ver cuadros más pequeños y distintas fotografías y vídeos en los que se ve todo el proceso, incluida ella misma abrigada por todos esos materiales si bien, insiste en el sentido de abrigo en el sentido de algo protector.
Se le pregunta qué significan las pinturas de Altamira para una artista contemporánea y no duda:. «Es el inicio de todo y por eso es tan emocionante. Acercarse y poder mirar desde una perspectiva contemporánea algo que ha sucedido hace 30.000 o 35.000 años es fascinante sobre todo porqué siguen vivas».
'Brillo abrigo' fue inaugurada ayer en un acto en el que también participaron Pilar Fatás, directora del Museo de Altamira y Mercedes Roldán, subdirectora general de Museos Estatales.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.