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Cuando se cumple un siglo de la muerte de José Estrañi, una de las grandes referencias del periodismo en Cantabria y en España, su figura sigue siendo un faro al que muchos periodistas vuelven una y otra vez para recordar la esencia de su profesión: ... la importancia del rigor y de la credibilidad, el compromiso inquebrantable con los lectores o su papel de vigilantes de los poderes públicos, económicos y sociales. El Aula de Cultura de El Diario, en su sede del Ateneo, acoge hoy a las 19.30 horas la conferencia 'José Estrañi o la prensa como contrapoder', impartida por el periodista y poeta Carlos Aganzo (Madrid, 1963), ex director de El Norte de Castilla y vicepresidente de la Fundación Vocento. La charla forma parte del ciclo 'Jose Estrañi: el periodismo, un siglo después'.
-La prensa como contra poder... ¿Cuáles son esos poderes y qué papel deben jugar los medios ante ellos?
-Los poderes son los clásicos de la democracia: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. La prensa es el cuarto poder, que es el que vigila a todos los demás. Cuando a la prensa se le llama cuarto poder no es porque sea un poder en si mismo que trate de sustituir a otros poderes, sino que es un garante de que todos los demás poderes se respetan y, con ello, es un pilar democrático esencial. Esto, que ha sido siempre así en la democracia, de un modo militante en otras épocas, la de José Estrañi por ejemplo, también existía de un modo fehaciente: se ejercía, se vigilaba, se criticaba, se trataba de controlar ese poder o por lo menos ponerle una cortapisa. Los momentos que les tocó vivir les llevaron a luchar, de otra manera y contra otros poderes. Es muy útil escuchar y saber cómo trabajaban y luchaban entonces los periodistas para ver y entenderlo que hacemos hoy.
-¿Cuáles son los principales obstáculos de los medios a la hora de cumplir ese papel vigilante?
-El primero es la presión que puede ejercer el propio poder, tanto en la época actual como en la de Estrañi. Hay que imaginarse aquellos momentos... Estrañi fue excomulgado dos veces y también desterrado. Hoy en día no existe esa posibilidad de desterrar o quitar de en medio a un periodista como existía en aquel momento, pero ahora existen otros modos de presión que no son sólo políticos sino también económicos, de grupos de poder, que tratan de domesticar, o de llevar por otro camino al periodista para que abandone el de la crítica al poder, que es precisamente el verdadero camino que deben recorrer los periodistas.
-La tecnología ha transformado el periodismo, en algunos casos para bien, pero en otros, como la difusión de noticias falsas, para mal. ¿Qué retos supone este cambio?
-Hoy hay dos grandes retos. El primero es la propia ley. El ejercicio de la libertad de expresión está muy constreñido. Hay muchísimas cosas de las que no se puede hablar o de las que se tiene que hablar exactamente en los términos que fija la ley. Es algo que afecta a asuntos como las políticas de género, a la discapacidad, a los niños y sus derechos... Los derechos de los ciudadanos han aumentado muchísimo y han limitado en gran manera la libertad de expresión, sobre todo si lo comparamos con otras épocas. En la propia ley, el propio concepto social de defensa del derecho a la intimidad de las personas ya está limitando en gran medida los límites de la libertad de expresión de los periodistas. En cuanto al segundo caso, el gran enemigo de la información hoy en día es la contrainformación, los bulos. Hoy el enemigo del periodista está en toda esa anti-información que rodea al periodismo y que no obedece a las normas éticas, deontológicas, del periodista y que, sin embargo, tiene un gran influjo en la sociedad. Creo que esa pelea del periodista por volver a ocupar su lugar, por la credibilidad, por ejercer como contra poder y como intermediario entre los poderes y los ciudadanos es la principal pelea, porque las noticias falsas corren por todas partes y, además, el propio ciudadano, creyendo estar en posesión de una mayor información, lo que en realidad sufre es una mayor desinformación, y eso es un riesgo claro para nuestra profesión.
-Ante este escenario, ¿por qué es importante hoy en día el papel de los periodistas?
-Ahora es vital porque es la única manera que tienes de orientar tu pensamiento y de conocer la realidad. Incluso conocer los hechos es algo difícil hoy en día porque es muy fácil simularlos u ofrecer en sustitución hechos falsos que, vistos por un montón de gente, acaban por convertirse en verdaderos. Estamos en un mundo absolutamente complejo que tiene por delante unos retos singulares: cambio climático, igualdad de las personas, los derechos de las personas frente a las máquinas y los robots, la inteligencia artificial y sus límites...
-¿Qué respuestas deben ofrecer los medios de comunicación?
-Es un mundo en el que, si no estamos bien preparados intelectualmente, filosóficamente, si no tenemos herramientas para conocer la verdad y poder afrontarla, entonces vamos a ser muy fácilmente manipulables. Ese es el gran problema de nuestro tiempo: lo sencillo que es manipular desde las redes sociales, desde los espacios paralelos a los medios de comunicación tradicionales. Es muy fácil manipular a muchas personas y me parece que somos imprescindibles para que el ciudadanos tenga herramientas con las que enfrentarse a un mundo que le va a tratar de orientar, de manipular, de estrujar y extraer todo lo que le queda de una manera salvaje. El ciudadano tiene que defenderse y nosotros tenemos que ofrecerle lo que sabemos ofrecerle, que es información veraz.
-¿En qué medida es el periodismo responsable de esta situación?
-Debemos hacer autocrítica pero hasta un límite. Es cierto que durante un tiempo los medios de comunicación hemos estado alejados de los ciudadanos, fuera de nuestro papel. No en connivencia con el poder, no diría tanto, pero sí diría que un poco pagados de nosotros mismos, cómodos con el papel que hacíamos porque era muy sencillo. Hasta la llegada de la crisis vivimos un mundo en el que la publicidad entraba por todas partes, los periódicos se vendían con gran facilidad y quizás nuestro mayor defecto fue que nos acomodamos a una situación respecto a la que no fuimos capaces de ser críticos. El periodismo no es solo contar lo que pasa: es también ayudar al ciudadano a que prevea lo que va a pasar, y en este caso no hemos estado a la altura de las circunstancias. No hemos sido capaces de prever nada de lo que iba a ocurrir. Pero ojo, los políticos tampoco, los economistas muchísimo menos.
-¿Ha sabido responder el periodismo a este complejo contexto?
-Sí, creo que el periodismo ha reaccionado. En esta posmodernidad en la que estamos viviendo el periodismo está de nuevo en vanguardia de los grandes cambios sociales que están sucediendo para fomentar y consolidar la libertad. Hay un periodismo renovado, que ya maneja muy bien las redes sociales y lo digital, y que sobre todo los utiliza para lo que los tiene que utilizar. En ese sentido soy optimista. Creo que hemos superado las turbulencias del cambio y estamos en el buen camino.
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