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Las personalidades extremas, reales o imaginarias, actúan como un imán para los fabricantes de historias. La maldad, la locura o el genio les obligan a sobresalir por encima de la media, aunque no siempre se manifiesten de manera absoluta y estén sujetas a diferentes matizaciones ... que sin duda les aportan un mayor interés. Un claro ejemplo son las novedades siguientes, títulos protagonizados por individuos atípicos: unos perniciosos, otros brillantes y otros meramente anodinos.
Si hay un catálogo de seres anómalos de papel, sin duda es el que representa la obra de Charles Burns. Lo demuestran títulos como 'Misterios de la carne', 'El Borbah', 'Vista final' y, sobre todo, 'Agujero negro'. El multipremiado autor asocia en todas ellas las transformaciones físicas y los escenarios surreales o de pesadilla a las alteraciones psicológicas de sus personajes. Y en la misma línea se inscribe 'Laberintos', trilogía de la que se publica su primer álbum y cuyo extraño protagonista parece contener rasgos autobiográficos del propio Burns. También el exponente del 'nuevo underground' Dave Cooper tiende a plasmar personalidades anormales en sus obras, como ejemplifican 'Succión', 'Flujo' o la recién publicada 'Escombros', muestra de un mundo decadente y sucio, repleto de seres patéticos e imposiblemente desagradables. El protagonista no es una excepción, un hombre pequeño y miserable que se deja arrastrar al desastre por su presunto mejor amigo para terminar mucho peor que al principio.
Sin duda el periodista Alfons Quintá fue una figura polémica, extrema y visceral. Jordi Amat novelizó su biografía y ahora José Pablo García la convierte con precisión y talento en una novela gráfica. 'El hijo del chófer' narra esta turbulenta trayectoria que arranca durante los años 70 y pasa por una red de secretos, manejos, maniobras y corruptelas donde aparecen figuras públicas, políticos y medios de comunicación reconocibles, para dar forma a una personalidad intransigente, iracunda y obsesiva que jugó un importante papel en la Cataluña de la Transición. Otro personaje tan singular como radical procedente de la vida real fue Francisco de Goya, plenamente inscrito en la realidad de su época y a la vez abstraído de la cotidianidad circundante para sumergirse en las alucinaciones que le atormentaban. Manuel Gutiérrez y Manuel Romero inciden en la genialidad de su obra entrelazándola con la complejidad de sus fantasmas personales en 'Goya. Saturnalia', cuyo grafismo además evoca el sentido pictórico del inigualable artista.
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