«Las personas anónimas son las que hacen de las ciudades un sitio mejor»

«Las personas anónimas son las que hacen de las ciudades un sitio mejor», aseguró Alfonso J. Ussía quien considera que los héroes anónimos existen. Ellos son los protagonistas de esta novela en la que se aborda un tema que a él, un gran amante de la vida según se definió, siempre le ha preocupado «y al que he querido poner mi granito de arena de la mejor forma que sé, escribiendo». Ambientado en el año 1998, el autor recuerda que si hoy en día existe una doble mampara en ese puente madrileño, un viaducto en realidad, fue gracias a la lucha de unos vecinos que lucharon para lograr que su barrio fuera un sitio mejor y que finalmente consiguieron que el por entonces alcalde de la capital de España, Álvarez Manzano, hiciese esa construcción para impedir que la gente se tirara al vacío. Entre aquellos vecinos estaban los dueños del bar Esperanza, o el portero de un edificio colindante que se encargaba de tapar con mantas a todas estas víctimas. «En realidad, la novela estaba hecha sola. Solo había que ir, mirar y tirar del hilo», afirmó el escritor.

Y esa novela, tal y como señaló en la presentación «el jefe», que es como Alfonso J. Ussía llamó cariñosamente a su padre, «es una obra Galdosiana. Un libro sobre Madrid y un libro sobre la esperanza con una estupenda narrativa. Estoy muy orgulloso de ser uno de esos escritores a los que les gusta más como escribe su hijo que él mismo», dijo.

En la presentación, que se realizó a modo coloquio y en la que se abordaron temas como el tabú del efecto llamada que hace que los medios de comunicación no informen sobre los suicidios para no provocar más casos; o la relación de grandes literatos que decidieron acabar con su vida como Larra, Stefan Zweig, Sylvia Plath o Hemingway -curiosamente alguno de ellos son los favoritos del escritor- también se habló de su relación con Cantabria que, además aparece como uno de los escenarios de la historia -los dueños de ese bar Esperanza son cántabros en la ficción-. «Cuando dejé de veranear en San Sebastián jamás pensé que iba a poder querer tanto a una tierra como quiero a esta que yo sigo llamando La Montaña. Y adoro a Madrid en la lejanía, pero a esta tierra la quiero todos los días», le interrumpió en ese punto su padre.

Su hijo también reconoció que aunque vive en Madrid ama a Cantabria aunque, hablando de ciudades lamentó que «mis amigos de la infancia no se han podido comprar casa en Comillas o Ruiloba por la especulación a causa del turismo». Una situación que se repite también en Madrid y que habla de la deshumanización de las ciudades, algo que no ocurre a los personajes de su novela.