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La Vorágine, siempre atenta y reactiva a lo que se cuece en la sociedad, mira ahora a la calle con otros ojos. Los que ha pintado Mauricio Poveda, uno de los miembros del colectivo Dexpierte. Surgido en Colombia hace más de una década, utilizan la ... pintura como lenguaje frente a lo que denominan olvidos interpuestos en la historia latinoamericana.
El sociólogo, de conversación reflexiva y sosegada, repite la palabra diálogo como un mantra que abre mentes, construye identidades y ayuda a no olvidar. Una de las claves del trabajo que desarrollan no solo en su país, sino cada vez en más puntos de Latinoamérica y que ha hecho parada en la librería santanderina, donde también han participado en un encuentro para exponer su filosofía.
Comunicar. Ese es el objetivo del colectivo cuando se pone frente a superficies que se convierte n en lienzos. «Abrir ciertos canales de información en lugares donde hay vacíos frente a una realidad social». Como una vía periférica que insufla un riego nuevo y activa el organismo.
Mauricio Poveda - Sociólogo y artista urbano
Lejos de tiempos pretéritos, sus acciones reflejan un presente convulso. El discurso se enfoca no solo a recordar, sino a dignificar. En Colombia particularmente, donde «hemos tenido una historia larga de muchas violencias: estatal, policial, en los territorios». Por eso estos mensajes «siempre están vigentes» por el largo tiempo sin poder cerrar heridas de un conflicto cuyas condiciones no han cambiado. «Es parte de nuestra identidad en construcción», indica.
La memoria es una herramienta de resistencia que es necesario ejercitar. Estar en continua evolución a partir de las «historias que hemos dejado de contar». Por eso han elegido «seguir tejiendo» con esos relatos que son parte de la huella que quedará para las generaciones futuras, que en 50 años, «sepan que existió una dinámica de conflicto y violencia», dice Poveda. Una visión a futuro planteada con cierta dosis de optimismo. «Hemos apostado por un cambio. Creemos que no debemos permanecer en un estado de somnolencia eterna, cuando nuestra lucha es por la vida, por la dignidad para construir un futuro entre los pueblos y las personas que hemos padecido este tipo de atrasos».
Sus historias tienen cara. Nombres que permanecen. «Detrás de los nombres hay vidas, personas, familias y cosas que contar». Rostros que reviven en los lugares donde trataron de «eliminar su lucha y su identidad».
La búsqueda de los errores, para no repetirlos, es otra de sus metas. Respuestas posibles que surgen de una necesaria conversación intercultural en una sociedad pluripatológica. Pone como ejemplo el cambio climático. «Hay acuerdos que se pueden dar y ventajas que podemos obtener tras dialogar».
La evolución de esa sociedad modifica, por su propio devenir, las representaciones del arte urbano a uno y otro lado del océano. Para el artista son formas de expresión abiertas a múltiples lenguajes que varían. «Eso es lo rico de venir, explorar y del lado de allá traer otro tipo de usos de la gráfica. No hay una única forma de decir las cosas, hay miles de maneras. Puede ser un diálogo eterno».
«Hoy en día puedes ver paredes inmensas bien pintadas, pero la gente no las ve», critica. Cambiarán los usos, las maneras, los colores, las técnicas, la tecnología que se aplica a las intervenciones en la calle, pero en su caso «la intención siempre será interlocutar a quien lo vea. No solo contemplar».
El colectivo lleva actividades pedagógicas a colegios, pueblos, territorios. «Cuando llega la pintura, emergen muchas ganas de muchas personas de poder participar y hacer algo que nunca habían imaginado hacer». Posibilitar una mentalidad libre a través de una brocha, generando dinamismo y color en muchos puntos donde la guerra es la paleta diaria. «Poner miguitas» es parte de su labor. «Lo importante de poder pintar es hacerlo con más personas. Que nos miren sin más no nos gusta».
Los muros, concebidos estructuralmente como barreras, límites, divisiones, cambian bajo sus dinámicas creativas. «La gente quiere ver color. Las fronteras siempre van a estar pero la pintura es el lenguaje que hemos encontrado para poder trascender esas vallas «.
Trascender hasta donde se puede, pero con los pies en el suelo: «No se puede caracterizar el desahucio, la tristeza, la eliminación de una cultura o una lengua. Es invisibilizar todo su color», concluye.
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