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Profesor de música, compositor, intérprete del pito montañés, gaita, dulzaina, silbo, también de flautas andinas, Paco San José (Santander, 1958) fundador del Colectivo de Piteros de Santander y miembro del grupo Colibrí, recibirá el Premio Proa 2022, durante la Gala del Folclore Cántabro que tendrá ... lugar el próximo día 28 en el Palacio de Festivales donde también se estrenará una obra suya.
-El día 28 su «gran labor musical» será premiada. ¿Qué pensó cuando lo anunciaron?
-Me hizo muchísima ilusión porque nunca eres consciente de cómo pasa el tiempo y de cuándo llega el momento de que alguien se acuerde de lo poquito que hayas podido hacer. Me he dedicado al folclore toda la vida y por tanto no puedo sentirme más contento.
-Recordemos sus orígenes, antes de las tonadas y las jotas montañesas, le tiraba mucho más la música sudamericana.
-Todos somos esclavos de las modas, yo también, y cuando me empezó a interesar el folclore, no fue el de Cantabria, sino el sudamericano. En Santander estaba muy de moda y había dos o tres locales que ofrecían música en vivo a diario y a mí, dentro de mi ignorancia musical, me llegó y fundé mi propio grupo. Era la época de la canción protesta, de luchar contra las dictaduras y sí, es cierto, la música sudamericana me metió en el folclore.
-¿Cuándo descubrió el de Cantabria?
-A la vuelta de la mili entré en la asociación Coros y Danzas de Santander y ahí fue donde conocí toda la música tradicional de esta región. Empecé de pitero con muchas ganas, pero con poco donde aprender porque en aquella época no había absolutamente nada publicado sobre el instrumento. De hecho había muy pocos piteros y los que había eran o hijos de piteros o algún profesor de clarinete de las bandas de música.
-¿Y cómo aprendió?
-Me costó muchísimo entender el instrumento, los ritmos y, sobre todo, encontrar repertorio porque no había apenas. Y eso es lo que yo he intentado aportar al folclore cántabro, un repertorio amplio. He dedicado muchos años a recopilar lo que tocaban otros piteros y las pocas cositas que se refieren a este instrumento en los cancioneros. También he adaptado bastantes cancioneros para que se puedan interpretar con el pito. Supongo que por eso me han premiado.
-¿El pito montañés era un instrumento más minoritario cuando empezó o ahora?
-Ahora ya no es tan minoritario. En parte gracias a la gran labor que han desarrollado las Escuelas de Folclore. Tengo que reconocer que hay muchos piteros, pero lo que me cuentan es que hay mucho menos trabajo que antes. Desconozco el motivo, la verdad. En mi epoca no paraba.
-Usted además estudió música en el conservatorio, pero siempre le tiraron más las romerías.
-El gusanillo de la música me llevó a pasar por el conservatorio y me titulé como profesor de música en la especialidad de flauta travesera, pero he sido muy inquieto y siempre me ha gustado mucho investigar. Me parecía que el del pito era un mundo muy desconocido y tengo que reconocer que en principio lo hacía para mí mismo, para tener algo que tocar. Siempre me han gustado los instrumentos de viento y cuando empecé con el folclore sudamericano tocaba instrumentos como la quena y el siku y había un montón de discos y repertorios que me sirvieron de referencia. Pero cuando en Coros y Danza me pusieron un pito montañés en la mano no había nada más que los discos del Coro Ronda Garcilaso que tenían alguna tonadita. Así que me dediqué a buscar en mercadillos y en las tiendas de discos que había por entonces para poder recopilar partituras y hacer mi propio repertorio.
-¿Y qué encontró?
-Estamos hablando de los años ochenta y, además de los discos del Coro Ronda Garcilaso, encontré un disco de canciones de Aurelio Ruiz, el hijo, en el que salían piteros. Otra joya que encontré fue un disco del Chaval de Co que, en cada canción se acompañaba del pito. Pero había muy pocos más y eran melodías pequeñitas. Así que lo que he procurado ha sido desarrollar todo eso a través de los cancioneros. He estudiado mucho y trabajado con ahínco y sobre todo con respeto porque en el folclore no se puede inventar nada.
-Antes no habría repertorio, pero usted tiene publicados 40 discos. ¿Recuerda el primero?
-Fue una cinta de casete que se llamaba 'Pito y tambor' y en su momento fue superventa. Recuerdo que salió en unas Navidades y aseguraría que fue la primera grabación íntegra de pito montañés. Luego ha habido otras publicaciones que fui haciendo por gusto propio, pero también con la idea de ayudar a los piteros que vinieron después y que, al menos en sus inicios, tuvieran un repertorio que tocar.
-Participó en la creación de la Escuela de Folclore de Santander. ¿Qué significó para usted?
-El verdadero fundador fue el gaitero y flautista Roberto Diego. Él fue quien me llamó y la verdad que tengo un gran recuerdo de ese centro. Fui el primer profesor que hubo de pito montañés y estuve dando clases cuatro o cinco años. Me llamó mucho la atención que la mayoría de los alumnos que se matriculaban en mis clases no tenían intención de dedicarse a ser piteros. Igual alguno de ellos al cabo de los años acabó siéndolo, pero se apuntaban sobre todo por curiosidad musical y por aprender algo de sus raíces.
-¿Es el instrumento más desconocido del folclore cántabro?
-Supongo que con todo lo que se desconoce se crean mitos y cosas raras, pero en realidad es un instrumento que se encuentra en las tiendas de música. Es un clarinete requinto, de los más pequeños, porque hay de varios tamaños, aunque eso no quiere decir que todos los clarinetistas sepan tocar bien el pito.
-¿Qué tipo de repertorio es el ideal para un pitero?
-Los piteros pueden tocar todo aquello que cantan los solistas de canción montañesa, pero luego existen otras melodías que son exclusivas de este instrumento, los estribillos, que son los que permiten a un pitero hacer alarde de su virtuosismo y unas terceras melodías que son las danzas folclóricas.
-En la Gala del Folclore, además de recibir el premio va a estrenar una obra. ¿Nos puede contar algo de ella?
-Es un estreno, pero está grabado en un disco del Coro Ronda Altamira y que se llama 'Ronda a la mar'. Mi canción se titula 'Conversaciones con Carmen' y se ha concebido como un recuerdo nostálgico de un marinero que rememora las bellezas de la bahía santanderina inspirada en un verso de Matilde Camus que dice «Santander, mi cuna, mi palabra». Es una canción muy sencilla en la que todas las cuerdas, hasta los bajos, tienen sus solos.
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