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Algunos espacios culturales en Cantabria siguen siendo lugares de la programación de la excelencia, del elitismo, poniendo muchos de sus proyectos culturales frente a un ... fracaso democrático que nunca se quiso evitar, lo que supone que probablemente la acción cultural pública sea la más anti-democrática de todas las acciones que despliega la administración. ¿A cuántos llegan los actos que se organizan desde las instituciones? ¿Qué porcentaje de la población frecuenta los lugares de difusión sufragados con los millones de euros que se gasta en cultura el gobierno cántabro todos los años?
Es inexplicable en todo caso que desde las instituciones se actúe casi al margen de ellos y de su dinámica, como si no existieran, aunque la invisibilidad permanente de esos colectivos se interrumpe de vez en cuando para su representación-participación de un modo anecdótico con fines mediáticos, en eventos de comunicación dispersos y sin continuidad, seguramente para hacer olvidar al colectivo afectado que no cuenta con ellos el resto del tiempo.
En Cantabria se necesita un Plan estratégico de la Cultura de la región, que movilice al conjunto de las instituciones territoriales y locales, a los agentes privados, expertos, consultores, universitarios, artistas claro está, para hacerles trabajar juntos en esta puesta en común, con sentido y eficiencia. Con una metodología clara y adecuada. Es decir urge, definir una estrategia coherente con todos los actores, definir un proyecto común donde cada cual conserva sus responsabilidades y sus prioridades sometiéndolas al intercambio.
Pero tampoco puede haber un plan estratégico que pueda establecerse sin un serio repaso de lo que se hizo anteriormente, y sin olvidar introducir la evaluación como manera de adaptar los programas como sistema de mejora. Esa figura introspectiva y participativa no se puede sustituir con sucedáneos administrativos burocráticos empleados en el pasado para otro orden de cosas, es decir por un simulacro de Plan, al que llamarán desvergonzadamente estratégico, sin que tenga nada de ello.
Un mayor desarrollo y diversificación de las iniciativas culturales a través de las distintas instituciones y territorios debería ir acompañado de un crecimiento proporcional de la necesidad de estar dotado de estrategia y de evaluar sus efectos, de medir el cumplimiento de los objetivos fijados, de apreciar los impactos deseados. La verdadera mudanza pendiente en Cantabria no es tanto traer o llevar tal museo a otro lugar sino, mudar de conceptos básicos sin los cuales poco o nada puede hacerse desde la complementariedad y colaboración entre los distintos agentes. O lo que es lo mismo, se deben de implementar las acciones, para evaluarlas después, de ese modo se adaptan las acciones con las recomendaciones que la evaluación ha establecido, se implementa la acción adaptada de nuevo y se evalúa nuevamente el año siguiente y así sucesivamente.
Pero actualmente carecemos de la política cultural ponente que la anterior directora de cultura intentó definir, basada en el fomento de los valores culturales, reconociendo la cultura como eje vertebrador del territorio y de su desarrollo, procurando implantar una cohesión en aquellos lugares donde se diagnosticó una dispersión y deslocalización de las acciones y recursos culturales.
En las prioridades que se establezcan en el plan estratégico los objetivos tienen que estar bien especificados, y para cada uno de ellos se debe de elaborar una ficha/acción donde las distintas instancias deberían hacer recalcar su parecer sobre estos objetivos generales, sobre las prioridades a fijar a corto, medio y largo plazo. Todo este proceso reflexivo puesto en marcha desde un comité de pilotaje, que garantice la pluralidad del conjunto de los agentes participantes en el proceso de reflexión estratégica.
Si se me permite, y sin querer dar lecciones a nadie, los actuales dirigentes autonómicos de la cultura en Cantabria podrían inspirarse en la ciudad de Cádiz, donde se realizó hace no tantos años atrás un plan estratégico para la Cultura (PECU), que para financiarlo lo enmarcaron dentro del ‘Proyecto de Desarrollo Integral, Local y Urbano de la Sierra Sur de la Provincia de Cádiz’ cofinanciado por la Unión Europea a través del ‘Programa Operativo FEDER para Andalucía 2007-2013 y la Diputación Provincial de Cádiz’. Plan estratégico que dio un impulso considerable al desarrollo de esta ciudad y de su territorio circundante.
La elección de la cooperación y la coordinación como segmento de la estrategia a seguir es el indicador decisivo de que las cosas se empiezan a hacer adecuadamente, liberando a los responsables públicos de la obsesión de controlarlo todo.
De momento nos queda únicamente un plan eternamente inacabado de acentuado corte propagandístico, que no puede llamarse en ningún de los casos ‘estratégico’, realizado por el ayuntamiento de Santander y cuyos tintes participacionistas llamados a camuflar sus límites, no han conseguido siquiera movilizar las voluntades suficientes de la creación de la región, porque muchos sectores se han negado a ser los invitados de piedra, de un proyecto cuyas líneas maestras, las instituciones de turno las tenían de antemano adoptadas, mientras que lo importante seguía desatendido.
El incendio del MÁS ha venido, como trágica metáfora, a recordar con toda su crueldad, que en Santander el rey sigue desnudo. ¿Y en Cantabria?
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Ana del Castillo
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