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El alto y alargado espacio de la galería Exhibit se ha llenado de color. Sus muros son el soporte de las obras de la artista Zoie Lam (Hong Kong, 1981). Una muestra llamada 'A good start'. Soporte y lienzo, pues sobre ellas ha creado una ... versión de su particular universo ondulante, onírico y acogedor. El planeta ZSlim donde, dice, todo está pensando «para compartir amor y felicidad». Un verbo y dos sustantivos que se repiten en su conversación. Se vive bien en ese planeta, afirma.
Con las manos salpicadas de pintura y los brazos poblados de tatuajes, Lam, que expone por primera vez en Europa con esta muestra en la galería que dirige Mónica Álvarez Careaga, recuerda su vida en Hong Kong, antes de trasladarse a los Nuevos Territorios, como una carrera contrarreloj, en una ciudad estresante, superpoblada, carísima y nublada. Trabajaba entonces en la industria de la moda. «Mi horario empezaba a las ocho de la mañana y se alargaba hasta las ocho de la tarde». En paralelo, estaba dando los primeros pasos de ZL, su propia firma prêt-à-porter, creada junto a sus hermanos. «De las diez de la noche, hasta las dos de la madrugada me centraba en ese proyecto. Era una locura y me hizo parar». Una década después, convertida en una referencia del arte queer, «puedo elegir la vida que quiero tener», defiende.
El próximo año espera poder mostrar su nueva colección, posiblemente en Londres. Una producción que se paró por los problemas globales y que ha retomado con esa meta, compaginándolo con el resto de facetas. Una labor «muy dura». «El show que ves y que dura diez minutos, a mí me supone medio año de trabajo». Sus diseños pueden encontrarse, además de en Londres, en Berlín, Tokio, Singapur y Taipei.
Ha colaborado con Apple, Converse, New Balance, Ikea… Ha puesto su creatividad en botellas de whisky, cajas de galletas, monopatines… Todo salido del mismo lugar. La libreta que siempre le acompaña, un cuaderno de tapas negras, en cuyas páginas se suceden pictografías en cantonés, pequeños bocetos de futuros cuadros, trazos con los que enseña a pintar a otras personas. Lam trabaja en numerosos talleres en los que trata de invitar a que «cada persona encuentre su propio mundo» y lo exprese a través de la pintura. En la suya uno puede encontrarse títulos que son una declaración de intenciones: 'Continúa', 'Un paso más', 'Una estrella para empezar', 'Mantén la calma cuando te sientas solo', 'Tómate un respiro'... El pasado año, ella misma tuvo que frenar. «Me sentía enferma, no podía trabajar ni organizar nada. Estaba nerviosa, perdiendo mi confianza y quedándome en casa». Estresada, en un entorno que presiona y compite, un día decidió canalizar esas sensaciones. «Creé estas colecciones, porque esos mensajes están en nuestra mente y yo quería sacarlos fuera». Pensar en positivo. Ayudar a otros en una sociedad donde la soledad es una constante.
Aunque tiene algunas obras, las menos, en blanco y negro, la misma combinación que luce en el pelo, reconoce que ese no es su estilo y le genera otras sensaciones. «Creo que la falta de color es como perder la felicidad».
Tui Tui es su personaje principal. Un pequeño sujeto amarillo que aparece en la mayoría de sus composiciones paisajísticas. «Quiero que a través de él lleguen esos mensajes de perseverar, seguir intentándolo, mantener tus objetivos», explica.
También ha colaborado con Lychee & Friends, una marca creada por diseñadores coreanos en 2016 que aspira a «generar alegría a aquellos que abrazan la curiosidad», planteando colaboraciones con diferentes artistas. Una filosofía que encaja con la suya y con la que a través de los personajes animados, puede llegar a otros perfiles de público más distantes del mercado del arte contemporáneo.
Mientras continúa creciendo, desarrollando ahora también su creatividad en piezas de cerámica, Zoie Lam, a quien le apasionan los diseños de Joan Miró, se para a pensar a dónde le gustaría llevar sus obras. Mira hacia arriba tras su gafas redondas de Fendi y afirma: 'Islandia'. «El paisaje es increíble» y quedó prendada en un viaje a la isla a la que le gustaría regresar.
En Hong Kong, los estudios son fundamentales. «Yo solo fui a la escuela secundaria y haber logrado llevar mi arte y mis diseños por el mundo, conectando a personas, haciendo que se sientan más seguras, es algo de lo que estoy muy orgullosa». A quienes pasen por la galería, donde su obra podrá verse hasta el 20 de abril, espera que se lleven un pedacito de felicidad. «A veces estás arriba, a veces abajo –dice– pero son solo momentos; tienes que seguir adelante. Es la vida».
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