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Voz inaugural de las Veladas Poéticas de la UIMP, Ana García Negrete (Castro Urdiales, 1961), es una poeta de enraizada vocación cultural e inquietud ... creativa. Ligada al histórico grupo Cuévano, es autora de 'Algo tendrán que decir las estaciones' (2005),'Memoria para seguir un rastro' (2010), 'Y dices tu nombre' (2016) y 'Descrédito de la certeza' (2017), libro con el que obtuvo el Premio José Luis Hidalgo. En el Palacio de la Magdalena abrió ayer tarde el ciclo que coordina Carlos Alcorta y que ha recobrado su periodicidad quincenal original. Su escritura formará parte del cuadernillo final configurado por una breve selección de poemas de los participantes. García Negrete asegura que su mirada poética ahora está más preocupada por la falta de libertad, los totalitarismos y los desastres ecológicos que se llevan por delante vidas humanas y la diversidad de la naturaleza. «Todo esto me preocupa y mucho, por la falta de decencia que se desprende de muchos políticos que alientan actitudes incomprensibles».
-¿Qué sensaciones provoca una intervención pública? Ese viaje de la intimidad de la escritura al recital y la confesión.
-La intervención pública como la de estas Veladas sí produce una pequeña sensación de vértigo y de responsabilidad frente a quienes esperan escuchar algo que merezca la pena decirse, de alguien que vive más o menos como las demás personas y que se diferencia, si acaso, en la manera de procesar la realidad de forma consciente para después decirla poéticamente. Ese viaje parte del 'yo', de la experiencia y de las referencias culturales de cada uno. Es y no es confesión en la medida que el pensamiento nos lleva por caminos desconocidos e inesperados que no forman parte necesariamente de nuestra biografía. La experiencia se nutre de muy diversas fuentes y no siento que me desnude en los poemas. Hago muchas trampas. Más bien soy una disculpa para trascender a otro espacio donde vive el poema.
-¿La palabra es infierno, cielo, juez, arte y parte?
-La palabra tiene posibilidades infinitas en su capacidad expresiva y puede dar la dimensión de cada asunto de muy diversas formas. De las palabras propuestas me quedo con infierno, cielo y arte. La condición poderosa que connota a las otras dos hace que recele, a priori, si es que hablamos de poesía.
-¿Cómo define a una poeta llamada Ana García Negrete?
-Si merezco el nombre de poeta, diría que es la voz de una mujer que vive con pasión, cuestionando el pensamiento o lo que observa en su entorno, sin dar nada por sentado. De ese debate interior surgen los registros que son propios de la poesía que escribe, donde no es difícil encontrar sus preocupaciones y obsesiones más recurrentes.
-¿Necesita la poesía una revolución, una sucesión de cambios radicales en consonancia con una realidad que muta con celeridad?
-El arte y la creación poética hablan de una evolución constante que por sí misma es revolucionaria. Tanto en la búsqueda de formas nuevas de decir, como en la intención indomesticable que debe guiar al pensamiento o la conciencia. Las revoluciones no eclosionan de repente sin un recorrido, un esfuerzo colectivo previo, antecedente de lo que vendrá. De pronto, decimos, sale una voz distinta, una manera esencial de expresar que con el tiempo se incorpora a su vez a la tradición que seguirá avanzando con su momento histórico, las crisis sociales y políticas que se reflejan también en el lenguaje que incorpora nuevos asuntos para pensar. Una puede estar más o menos influida por el ruido que se escucha en el mundo actual, acelerado e irreflexivo, sacudida por miles de estímulos diarios que escuchamos en la radio, leemos en la prensa y en las redes, pero tienes que encontrar el modo de desconectar de ese ruido para pensar por tu cuenta.
-De su poesía se ha dicho que reside en «lo que no se dice pero está, lo que subyace en lo aparente». ¿Está de acuerdo?
-Lo que insinúo sin llegar a decir porque es quizás una tarea imposible de pronunciar. A veces es mejor dejar que una intuición quede sugerida, planeando sobre el verso. Si se logra, salva maravillosamente el poema haciendo visible aquello que queríamos expresar y sin decir del todo en una imagen abierta a la interpretación.
-¿Hay un poeta 3.0?
-Actualmente hay poetas que no solo escriben poesía sino que hacen muchas otras cosas al tiempo. Lo de menos es escribir novelas o guiones, por ejemplo, ya que eso no deja de ser una extensión de su trabajo de escritores. Hay quienes tocan otros palos en áreas muy diversas, colaborando con artistas gráficos y visuales, por ejemplo. O pintando y haciendo vídeos. Parece ser un rasgo de la modernidad que demanda al artista competencias diferentes. De hecho también sucede que hay artistas plásticos que se internan en la escritura y en la poesía en un camino inverso que nunca se habían planteado. Sea bienvenido cualquier lenguaje utilizado que sintamos la necesidad de expresar, siempre que haya una intención o una búsqueda que exige cualquier aventura artística, para no dar gato por liebre si no es tu territorio y no se conoce bien. Eso es siempre lo difícil. A veces ocurre.
-¿Un poema es el mejor aliado relativo frente a los absolutos?
-Un poema y muchos poemas son para mí aliados del pensamiento independiente, lo que supone de hecho el cuestionamiento de todos los absolutos de los que hay que huir y señalar.
-Vivir a través de la poesía, ¿qué significa?
-Vivir apegada a las cuestiones que más nos importan y no olvidar a quienes nos acompañan de todos los modos posibles. Emoción y razón en dosis justas que suman en el ejercicio poético, con el placer que supone recrear, imaginar y reflexionar con el lenguaje como herramienta esencial.
-Con la creación poética, ¿estamos ante el último territorio de resistencia?
-No creo que solo suceda con la creación poética afortunadamente. Apenas nadie lee poesía habitualmente, pero el arte en general sí ha cumplido con esa idea. Nos permite poner nuestra realidad patas arriba, aunque solo se trate de un ejercicio mental para empezar. Tal vez, ese nuevo paisaje trastocado nos enseñe algo de nosotros mismos en lo que no habíamos reparado y nos convierta en sujetos con otra consciencia.
-La voz de mujer ¿es ahora obligadamente más militante, pero sin dejar de ser poética y literaria?
-Siempre he sido militante en lo personal, en mi conducta, mi pensamiento y mi forma de vivir, porque no tenía más que observar el propio entorno y las dificultades que las mujeres han tenido en muchos casos para ser lo que se habían propuesto de una forma natural, sin mayores esfuerzos ni más volatines que nuestros compañeros de ruta. Hemos vivido mediatizadas por la cultura que nos impuso corsés y límites a nuestra existencia en todas las direcciones posibles. Yo creo que la mayoría hemos sido conscientes y en la literatura se ha reflejado también. Una gran parte de ella la hemos empezado a conocer últimamente. La diferencia es que ahora la suma de tantas voluntades ha derivado en una vindicación que traspasa los límites de lo privado para darse voz en lo público. Para que pueda ser debatido y puesto a la luz del ojo social en su conjunto, en beneficio de todas las personas que lo componen. Juntos se avanza mejor y más rápido, y mola más.
-¿Reflexión y crítica son dos valores poco pródigos en la poética del presente?
-Quiero pensar que no. Hay voces muy diferentes en el panorama poético actual. Cada quien puede hablar y analizar distintos aspectos de la realidad sin necesidad de escribir un panfleto para que tu voz se perciba como crítica. Yo creo que a fuerza de no leer poesía hay quien escribe lo que se le ocurre para sentirse instalado en el canon de la rabiosa modernidad. Pero llevar al poema lo mismo que se habla en la calle, sin matices, es hacer flaco favor a la poesía que es por otra parte refractaria por concepto a un lenguaje excesivamente prosaico. Tampoco disfruto con poéticas ensimismadas exclusivamente en el yo incapaces esencialmente de trascender y establecer puentes con la realidad que compartimos con el resto de la humanidad. Yo creo que la reflexión y la crítica toca a muchos asuntos que a veces pasan inadvertidos por no tener el carácter social o político estrictamente, aunque casi todo lo sea.
-Entre los tiempos de 'Cuévano' y el presente, ¿ha cambiado más la escritura y la cultura que lo humano?
-Si nos remontamos a 40 años atrás, hemos cambiado nosotros que empezábamos a vivir bajo la sombra de una dictadura como es mi caso y controlados por una cultura dirigida desde el poder donde muchísimas cosas ni se conocían. Aún así 'Cuévano' fue un intento por sacudir el pensamiento, la acción y la conciencia de una ciudad de provincias gracias al esfuerzo encontrado de un grupo amplio de personas que esperaban algo más del futuro y del arte que era su principal centro de interés. Ahora vivimos en democracia y hay mucha más libertad. Lo que no tengo tan claro es que hagamos uso de ella tal como esperábamos que haríamos.
-¿Cuál diría que es su voz propia?
-Mi voz propia habla de asuntos que no han dejado de preocupar a lo largo de la historia. Quizá en los últimos tiempos miro con mayor detenimiento la incertidumbre que se proyecta en las crisis de desplazados, la inmigración, la falta de libertad, los totalitarismos y los desastres ecológicos que se llevan por delante vidas humanas y la diversidad que hemos conocido en la naturaleza. Todo esto me preocupa y mucho, por la falta de decencia que se desprende de muchos políticos que alientan actitudes incomprensibles. Nosotros, que hemos sido un país mísero y necesitado de la ayuda de tantos no deberíamos siquiera cuestionarnos determinados valores. Dicen que tengo una voz personal y reconocible. Espero que sea para bien.
-¿Cómo es su relación cotidiana con las palabras?
-Contradictoria. Uso, cuando estoy en un entorno de confianza, los tacos como forma de introducir el humor en lo cotidiano. Para provocar y resaltar las cosas que nos pasan. Al margen de esta pequeña aberración personal procuro no contaminarme con lugares comunes y defender mi forma de expresión. Cuando escribo parece que las palabras estuvieran iluminadas todas a la vez para poder escoger la que mejor se adapte a lo que quiero decir.
-¿Qué prepara ahora? ¿Los encargos, implicaciones en otras escrituras distraen, alivian o son necesidades?
-Un libro de poesía que avanza bien pero aún está en pleno proceso. Los encargos siempre hacen ilusión por lo que supone trabajar y aportar algo a quien te lo pide, como en el caso de Eloy Velázquez que me pidió un texto para el catálogo de su exposición 'Las flores de Ares'. Me encantó escribir ese texto aunque no suene a nada divertido el resultado.
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Ana del Castillo
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