Rosana Acquaroni | Poeta
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Rosana Acquaroni | Poeta
«La poesía no es un ejercicio retórico, debe hablar al otro»Es una colaboradora habitual de la UIMP, a través de sus clases de Incorporación de la Literatura a la enseñanza de español, centrada sobre todo en la poesía. Son ya seis años repitiendo. «Esto es un regalo y un lujo», dice Rosana Acquaroni (Madrid, 1964), ... quien además de dar un curso, presenta hoy en Gil (19.00 horas) su último libro, '18 ciervas' (Bartleby Editores), cuyo título parte de la cueva cántabra de Covalanas.
-Su obra, '18 Ciervas', «ahonda en el origen simbólico y ancestral de la emoción». ¿Cómo transita ese espacio con palabras?
-'18 ciervas' es un libro que reflexiona sobre el amor y el desamor. Hay poemas más autobiográficos y otros más alegóricos, pero todos van encaminados a contar una historia que tiene que ver con una ruptura y el reencuentro con un nuevo amor. El primer poema, 'Raíz', surge en Covalanas en el año 2018.
- ¿Qué supuso su visita a la cueva de Ramales?
-Iba de Soria a Santander, precisamente para presentar en Gil mi anterior poemario, 'La Casa Grande' que saqué hace cinco años y me cambió la vida. Iba con mi editor, Pepo Paz y me habló de la posibilidad de visitar la cueva. Allí nos fuimos, éramos cinco personas y fue una especie de revelación. Algo tan aparentemente humilde, pero tan resonante y tan lleno de misterio. Esas dieciocho ciervas pintadas con esa técnica de tamponado rojo. Salí de allí como habiendo vivido algo enorme y muy especial. De hecho, el libro se llama así casi desde el principio. Soy una poeta lenta, sin prisas, porque mi parte profesional es académica y en el proceso de escritura apareció la necesidad de volver la vista atrás.
-Dice que el libro encontró su sentido en 2021, fecha posterior a esa visita.
-Investigué mucho sobre la parte simbólica de las ciervas en distintas culturas. En un momento dado, me apareció una página que se llama 'Anatomía del primer disparo', que ya el título es poesía pura, que está dedicada a los cazadores de caza mayor y da información sobre cómo tendrían que comportarse ante la presa. Es una página técnica, pero lo que explica son poemas en prosa totalmente. Me apareció la idea de utilizar ese título y los propios textos para estructurar la parte dura del desamor, la ruptura y lo anterior. Una serie de componentes impuestos en el proceso de escritura.
-¿Qué peso tiene la memoria en el conjunto de su obra?
-Covalanas es más mirar hacia delante, porque la visité con ese nuevo amor y es el futuro. Hay un tú al que se dirige la voz poética que es el amor y hay un él, que es el pasado, la anterior pareja, la anterior experiencia. La memoria siempre ha tenido mucho peso, porque es una de las grandes inspiraciones para la poesía. No solo la personal, también en términos absolutos. Para mí la memoria es un lugar de acopio. El libro anterior se estructura en torno al blanqueamiento de un recuerdo familiar y a partir de ahí tiene un peso en mi mirada muy central.
-Hagamos otro ejercicio de memoria. ¿Cómo ha cambiado desde su primer libro de los 80?
-Bueno, pues mucho. Mi primer libro fue del 85, accésit del Adonais, donde había una preocupación muy grande por el hallazgo poético, por el deslumbrar a través del lenguaje. Ya había cosas que se han mantenido y son importantes para mí, como la preocupación por la palabra certera. Es una poesía donde no quiero que sobre nada. También hay trabajo con la sonoridad; no entiendo la poesía sin esa resonancia y esa manera de decir a través de lo musical, del tono de lo que se escribe. Es una forma de contenido. Y lo simbólico, porque he incorporado la parte más testimonial, sobre todo después de leer autoras norteamericanas como Sharon Olds o Adrienne Rich, que dicen que lo personal es político. Desde ahí, el peso de lo vivido y de la memoria cobra un valor.
-¿Qué es lo más importante que trata de transmitir al enseñar esta lengua?
-Sobre todo la indisolubilidad que existe entre cultura y lengua. En mis clases, desde un enfoque comunicativo, intento que no pierdan nunca la referencia e incluir en esas lecciones el componente sociocultural, que tiene que ver con el valor y la dimensión de nuestras propias acciones. Temas que nos atañen en lo cotidiano, desde la gastronomía a las costumbres y formas de comportamiento, las rutinas.
-»Hay escenas que encienden una vida», escribe en 'Hay ventanas que pueden habitarse'. ¿Con qué escena reciente se quedaría?
-A partir de 2018 la vida para mí se transforma en algo cuyo balance es absolutamente positivo. Mi vida con la pandemia cambió para bien. La viví en el barrio de Lavapiés, del que se habla en el libro. Llegué a hacer teatro en los balcones con mis vecinos y tuve la suerte de no sufrir ninguna pérdida de alguien querido. No lo recuerdo como algo oscuro, sino lleno de incertidumbre y complicado, eso sí.
-¿Qué le aporta el encuentro con los lectores?
-Considero que los libros se hacen con los lectores, así que es fundamental, lo primordial y he tenido mucha suerte porque a partir de 'La casa grande' he vivido que el libro tenía una gran repercusión con tres ediciones y mucho feedback. Y con '18 ciervas' está siendo similar. Para mí, lo más importante en la poesía es que haya verdad, belleza y que el texto emocione al otro. Que le diga algo de sí mismo y le llegue. Si no, la poesía no tiene valor como ejercicio retórico.
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