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Las primeras horas, cuando el sol comienza a iluminarlo todo, tienen algo...

Las primeras horas, cuando el sol comienza a iluminarlo todo, tienen algo...

CUADERNO DE EXCEPCIÓN-DIA 19 ·

Viernes, 3 de abril 2020, 07:15

Es fácil, en estas semanas de confinamiento, abandonarme a la apatía, como si el tiempo no existiera. Estoy comprobando que, en cambio, los días en los que mantengo algo que podría llamar una disciplina personal, como si fuera un soldado de mí mismo, me siento mejor. Cuando madrugo, como a mis horas, me alimento bien, hago ejercicio, trabajo, leo y descanso, mi bienestar crece. Cuando lo hago, me siento Marco Aurelio (sus meditaciones son una de mis compañías durante el aislamiento). Esos días en los que soy ordenado y práctico me acuesto pensando que he vivido, que he vivido mejor al menos. Cuando me levanto tarde y la hora del desayuno se parece a la de la comida, el día avanza ya como atolondrado y ese atolondramiento acaba siendo un poco también el de mi ánimo.

Siempre me ha gustado madrugar y siento, cuando no lo hago, una especie de enfado, como si me molestase haber perdido una parte del día, tal vez la mejor. Las primeras horas, cuando el sol comienza a iluminarlo todo, tienen algo de infancia limpia, de pureza. El día, según avanza, se va enturbiando. Por eso, supongo, madrugar me hace sentir que empiezo con buen pie, que camino descalzo por un suelo que estreno. Hoy, decimonoveno día de confinamiento, no he madrugado y voy un poco así, como tropezándome. Desayuno a las doce, como a las cinco y me pongo, ya a deshoras, a escribir este artículo. El artículo diario me obliga a activarme porque el periódico no espera. Como estoy atolondrado, me atasco y para desatascarme releo 'Cartas a un joven poeta', de Rilke. Rilke escribe: «Sálvese de los temas generales y vuélvase a los que le ofrece su propia vida cotidiana: describa sus melancolías y sus deseos, los pensamientos fugaces y la fe en alguna belleza». Eso es. No hay otra forma de escribir sobre algo así que haciéndolo desde mi propia experiencia porque es el único conocimiento real que tengo, el único en el que soy soberano, el único que tan solo yo puedo compartir.

Debo huir de las sentencias, de las afirmaciones, mis opiniones sobre el coronavirus no le importan a nadie, pues nada sé. Si estos artículos tienen algún sentido es el de captar una atmósfera que es personal. Todo lo demás sobra. Por el camino vecinal pasa una furgoneta de reparto. El aburrimiento aprieta, así que me asomo a mirar y veo que descarga comida en la casa de los vecinos del fondo. Esos vecinos que son unos buenos amigos y a cuya casa entraba hace no tanto con la tranquilidad del que entra en un hogar que también es propio. Hace más de dos semanas que no los veo.

Lea la serie completa pinchando aquí.

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