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Pongamos que era un grupo de unos veinte individuos, porque esto es mera especulación. Lo que acredita la ciencia es que eran neandertales antiguos, fuertes y aventureros. De otro modo no se hubieran arriesgado a penetrar en esta tierra escarpada hace 200.000 años, con una orografía poblada de accidentes geográficos, y que nada tenía que ver con las planicies de la meseta, de donde provenían. No superaban los 1,70 centímetros de estatura pero su robustez ósea y su potencia muscular los llevaba con facilidad hasta los 90 kilogramos de peso. Encontraron en esta zona de la cordillera cantábrica un lugar de recursos: agua abundante, fauna y vegetación. También lo que se llama un 'lugar refugio', que por las condiciones geográficas atenuaba los cambios abruptos de clima que acontecían en el resto del continente.
Pongamos, también, que este pequeño grupo vagó por los territorios que hoy conforman la región en busca de un hogar. Una guarida que pronto encontraron en el complejo de cuevas de El Castillo (Puente Viesgo). Allí establecieron su asentamiento principal.
Lo han demostrado en los últimos años los prehistoriadores. Desnudando los estratos del yacimiento, que alumbran la cronología de lo que ocurrió en aquellos tiempos remotos, se han encontrado no restos humanos, pero sí evidencias de la presencia de estos primeros cántabros, como sucede también en La Garma (Ribamontán al Monte), El Pendo (Camargo) o Morín (Villaescusa), en sus niveles más antiguos.
En la caza se atrevían con todo. Aquellas mañanas de hace 200.000 años se daban paseos en busca de una oportunidad. Ciervos, caballos, bisontes, uros, rinocerontes, hipopótamos y hasta elefantes de colmillos rectos. El clima, en muchos periodos parecidos al de hoy, permitía esta diversidad animal.
«A veces, más que cazarlos, los carroñeaban», explica el investigador y catedrático César González Sáinz, del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (Iiipc). «Aprovechaban la situación de ejemplares que estaban enfermos, rezagados o enfangados... Porque la caza más previsible, la que atacaba a manadas ordenadas, como los ciervos y las cabras, vino mucho después».
De este tiempo no quedan restos orgánicos, necesarios para utilizar la datación por carbono 14, la más fiable. «Tenemos muy poca información», explica Jesús González Urquijo, director del Iiipc. «Sabemos que los primeros homínidos aparecieron hace 2 millones de años en África, se expandieron hacia otros territorios hace 1,8 millones de años y llegaron a España hace 1,3». «Es lo que nos indican los yacimientos encontrados en zonas como Atapuerca. Sin embargo, en Cantabria no hay vestigios de una presencia anterior a 200.000 años. ¿Quiere eso decir que no hubo poblamientos antes de ese tiempo? Más bien pienso que lo que queda de eso fue destruido o todavía no lo hemos encontrado», detalla el experto.
Las huellas de estos primeros cántabros no son muy expresivas -no desplegaron un gran arte y su universo simbólico era escaso o inexistente-; pero sí demuestran una complejidad en el diseño y uso de herramientas. «Tenían un armamento de caza muy parecido al de los sapiens contemporáneos africanos, que se adentrarían tiempo después en Europa», especifica González Urquijo. Trabajaban varios tipos de roca como el pedernal, la cuarcita o el sílex. «También cristal de roca hojita, con la que construían hendidores, un tipo de hacha muy útil».
Han pasado 150.000 años de la primera oleada de sapiens fuera de África. Llegaron 20.000 años después a Próximo Oriente y allí encontraron a los neandertales más inquietos que habían descendido hasta esas latitudes. Hay que tener en cuenta que el origen del neandertal es europeo. «En esa zona de Oriente Próximo se ha demostrado que se mezclaron y tuvieron descendencia», confirma la investigadora del Iiipc Ana Belén Marín.
Lo confirman los genetistas, que además acreditan que aquellos episodios dejaron impronta en la genética europea actual. «Nuestro ADN tiene un rastro de neandertal entre un 2% y un 4%», confirma Ana Belén Marín. Por eso no es tan exacto decir que se extinguieron porque parte de ellos, de un modo u otro, sigue viviendo en nosotros.
El modo en que articulaban sus relaciones intergrupales decía mucho de su inteligencia social. «La exogamia que nos parecería tan rara en realidad era básica para la supervivencia», confirma el director del Iiipc. «Hace falta intercambio genético entre cientos de personas para alejar las enfermedades degenerativas habituales por la consanguinidad». Por eso los investigadores tienen la certeza de que la población en la región alcanzó pronto los varios miles de personas. Se habla de un habitante por kilómetro cuadrado, lo que llevaría a Cantabria a contar con unos 5.000 individuos.
Su esperanza de vida rondaba los 40 años. «Algunos pocos llegaban hasta los 50 pero su longevidad era parecida a la que sigue teniendo la gente hoy en día en zonas deprimidas del planeta», garantiza González Sáinz.
De vuelta a ese grupo primigenio, sería lógico pensar que su vida se guiaría por la inquietud exploradora. Al fin y al cabo eran sociedades cazadoras y recolectoras. En una de esas incursiones en la espesura, con pasos que para ellos eran un modo de descubrir el mundo, sucedería muy de cuando en cuando un encuentro con otro grupo neandertal.
«Tenían rituales muy elaborados cuando ocurría esto. Mucho más elaborados que los relacionados con la religión, que se basaban en pensar que todas las cosas tenían vida propia», cuenta González Urquijo. «Estamos descubriendo que los banquetes son formas de cohesión social que se manejan desde épocas muy antiguas». Eran algo así como fiestas de integración tribal.
Cada uno ofrecía lo que tenía y nadie mostraba hostilidad. El trato amistoso entre clanes era la tónica general. «Hay que pensar que la competencia por los recursos era inexistente. Con la densidad poblacional de entonces lo lógico era que encontraran mucho más útil la colaboración que la confrontación», agrega González Sainz.
Esas comidas eran pantagruélicas. Se estrechaban lazos y surgían las mezclas genéticas. Este modo de simbiosis intergrupal era un rasgo más de la inteligencia del neandertal. No es de extrañar que su capacidad craneal fuera grande, incluso superior a la de los sapiens, que ya alcanzaban, como media, los 1.500 centímetros cúbicos. La paradoja es que el volumen encefálico ha servido siempre para explicar el grado de evolución humana. «Hay estudios que hablan de una reconfiguración cerebral en el sapiens que podría explicar esto pero aún no está muy claro», confirma el director del Iiipc.
Lo que sí parece probado con los estudios más recientes es que esa imagen de brutalidad que ha acompañado al neandertal durante décadas está equivocada. No era tan primario como se pensaba. Manejaba herramientas sofisticadas, tenía rituales elaborados e incluso se especula con que fue capaz de hacer arte. Es lo que ha despertado la controversia en torno al arte rupestre encontrado en la cueva cántabra La Pasiega, donde el investigador portugués João Zilhão asegura haber datado unas pinturas en una fecha anterior a la llegada de los sapiens. Muchos colegas, sin embargo, dudan de esa hipótesis.
El día más importante en las vidas de uno de estos grupos de neandertales que poblaron Cantabria llegó una mañana rutinaria de caza. Entre la espesura escucharon sonidos extraños, voces ininteligibles que al tiempo parecían familiares. Parecían salidos de la garganta de uno de los suyos; pero cuando atravesaron los árboles y encontraron la fuente quedaron impactados. Aquellos seres eran parecidos pero diferentes. Más altos, más delgados y mejor ataviados, los miraron con recelo. Esta vez no hubo banquete de celebración. El encuentro no pareció ser grato para ninguno de los dos grupos. Este momento se ubica un día hace algo más de 42.000 años y escribe el principio del triste final de los neandertales.
Asediados por la llegada del sapiens, que comenzó la expansión europea hace 45.000 años a una velocidad de vértigo desde oriente, los obligó a replegarse hacia el oeste. España fue la tumba para muchos de ellos. No existen evidencias de que hubiera guerra entre sendas especies, pero los abruptos cambios del clima, que afectaron a la flora y la fauna, y la mejor adaptación al medio del sapiens dieron al traste con 210.000 años de trayectoria exitosa del neandertal en Europa.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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