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El neurobiólogo español Rafael Yuste, junto a 'Carlota', la hermosa escultura de Jaume Plensa instalada en La Magdalena. Roberto Ruiz
«La privacidad mental es un santuario, una línea que no se puede traspasar»

«La privacidad mental es un santuario, una línea que no se puede traspasar»

Rafael Yuste, neurobiólogo artífice del Proyecto Brain, convenció a EE UU para financiar el mapeo del cerebro, algo que va a cambiar la neurociencia. Pero la revolución necesita límites claros: los neuroderechos

Mada Martínez

Santander

Lunes, 27 de junio 2022, 07:11

El paisaje de piedra y asfalto de Nueva York dejó huella en la poesía de Pedro Salinas, exiliado en Estados Unidos tras estallar la Guerra Civil. Allí murió. En la gran urbe, el poeta vivió un tiempo en un edificio de apartamentos en la Avenida Clermont, justo en el mismo inmueble que hoy ocupa el neurobiólogo Rafael Yuste (Madrid, 1963), absolutamente emocionado con esta carambola histórica. Yuste, que acudió a la UIMP la pasada semana para ofrecer la lección inaugural de los Cursos de Verano, siente un apego genuino por la Menéndez Pelayo, donde estudió en su juventud y donde, entre otras voces, pudo escuchar la de su adorado Borges. Saberse ahora inquilino del mismo edificio que ocupó uno de los fundadores de la UIMP, a su vez uno de sus poetas más admirados, le conmueve profundamente.

«Es emocionante», dice antes de beberse un café cortado en las caballerizas del Palacio de La Magdalena. Es una tarde plomiza de junio y Yuste, con americana y gesto risueño, está a punto de protagonizar un encuentro con jóvenes investigadores españoles. Es un gran referente para las nuevas generaciones porque, además de catedrático de Ciencias Biológicas de la Universidad de Columbia -reside en EE UU desde hace 36 años-, es artífice del colosal Proyecto Brain para mapear el cerebro, que ha puesto a trabajar a más de medio millar de laboratorios con un fin compartido: cartografiar la actividad cerebral. «Va a ser una revolución».

Yuste también ha promovido el debate sobre los neuroderechos a las puertas del transhumanismo. ¿Es que está próximo ese ser humano 'mejorado' tecnológicamente? «Estamos en las puertas de un nuevo renacimiento. Yo lo veo en positivo, igual que el mundo antes y después de las computadoras y o la rueda. Vamos a poder hacer cosas que ahora no podemos. Vamos a poder hacer una sociedad, si somos inteligentes, a lo mejor más justa. Y puede ser maravilloso. Podremos abordar enfermedades cerebrales que ahora no podemos tocar, comunicarnos y otra cosa que se podría erradicar es la guerra». ¿La guerra? Yuste responde con otra pregunta: «¿Cómo puede la misma especie mandar un hombre a la Luna y matarse por cuestiones de idioma, de religión...? Qué locura. Esto tiene un origen cerebral que podríamos entender; y tratar de evitar el problema antes de que ocurra».

«El lanzamiento del Proyecto Brain inspiró a otros países. Es una revolución tecnológica mundial»

«Estamos en las puertas de un nuevo renacimiento, igual que el mundo antes y después de la rueda»

«De todo lo que nos viene, lo que más preocupa de una manera urgente es la privacidad mental»

-¿Cómo logró convencer a la Administración Obama para financiar el Proyecto Brain? A priori, no iba a sacar rédito político directo dado que era un trabajo a muy largo plazo.

-En 2011 nos pidieron a un grupo de 25 neurobiólogos, físicos, biólogos moleculares... que hiciéramos una reunión cerca de Inglaterra, en una mansión de la Royal Society, para discutir sobre el futuro de la neurociencia, en concreto, por qué no progresaba desde los años setenta. Porque a pesar de aprender muchas cosas sobre el cerebro, aún no sabemos cómo funciona, y el modelo es el mismo que el propuesto por Torsten Wiesel, mi maestro, y David H. Hubel, a quienes les dieron el Nobel por eso.

En esa reunión, propuse que la razón por la cual no progresaba la neurociencia era por falta de métodos; hacía falta desarrollar nuevos métodos para registrar la actividad de todas las neuronas del cerebro de un animal -no tanto de un ser humano, pero de un animal de laboratorio es posible-. Me saltaron al cuello muchos colegas. Dijeron: es imposible, costaría demasiado dinero; y de encontrarse el dinero daría demasiados datos, y de encontrarse los datos no se sabría qué hacer con ellos. En vez de echarnos para atrás, eso nos estimuló a mí y otros tres o cuatro colegas que se unieron a mí. Nos defendió también George Church, uno de los pioneros del proyecto de genoma humano. Church dijo: las mismas críticas que le hacéis a Yuste son las que le hicieron al proyecto del genoma humano y fue una revolución.

-Y decidieron seguir adelante.

-Esa misma noche escribimos un borrador del Proyecto Brain para la Casa Blanca y en dos o tres días lo mandamos a la oficina equivalente al Ministerio de Ciencia, que estaba buscando grandes proyectos de la ciencia y la tecnología para el siglo XXI. Lo que quería Obama es dejar su impronta en la historia: igual que Kennedy mandó al ser humano a la Luna, él quería ser recordado como el presidente que resolvió el problema del cerebro.

El mismo día que mandamos el borrador se lo leyeron y nos mandaron preguntas de vuelta.

-Una respuesta inmediata.

-Inmediata, dimos en el clavo. Nos dijeron que estaban estudiando veinte proyecto y que iba a escoger diez; proyectos de todo tipo: mandar un hombre a Marte, energías renovables, fusión nuclear... En un periodo de año y medio nos invitaron seis veces a la Casa Blanca para hablar del proyecto, y cada vez nos pedían más cosas. El grupo fue creciendo y acabamos siendo cien investigadores. El borrador también creció y lo publicamos en la revista 'Neuron', la más famosa en neurociencia, para lo que leyese todo el mundo y nos hicieses comentarios.

Ahí desaparece la Casa Blanca y no sabemos nada de ellos en seis meses. Pensamos: habrán escogido otro proyecto. Hasta que llega el discurso del estado de la nación y Obama empieza a hablar de mapear el cerebro utilizando las mismas palabras que habíamos escrito. Estaba viendo la tele con mi mujer y mis hijas y me quedé de piedra. Solo habían escogido un proyecto. Obama le cambió el nombre y le puso Proyecto Brain para que la gente lo identificase.

Nos convocaron en la Casa Blanca para la presentación oficial. La noche anterior nos disolvimos como grupo y pasamos la antorcha. Era lo correcto. Pensamos: a partir de ahora no podemos intervenir.

-¿Y cómo avanza el proyecto? ¿Mantiene el respaldo inicial?

-En 2013, el presidente Obama, con el apoyo de todo el Congreso, de los dos partidos, lanza el proyecto. Desde entonces ha contado con apoyo total, unánime, respaldado por el Congreso de Estados Unidos. El año pasado dieron incluso más dinero que lo que se había pedido. Están entusiasmados. Este año han dado 900 millones de dólares. En principio parece que va a durar quince con un presupuesto total de 6.000 millones de dólares, pero, al ritmo que van, es probable que sea más alto.

¿Qué están haciendo con este dinero? La administración financia 550 laboratorios en EE UU y en todo el mundo para desarrollar métodos de mapeo de la actividad del cerebro y para desarrollar técnicas que se puedan utilizar en humanos, en pacientes. Va a ser una revolución.

Estamos a mitad de camino y ya se han mapeado los cerebros enteros de la mosca de la fruta. En mi laboratorio hicimos un mapeo de la actividad cerebral completa de un animal por primera vez: un bichito pequeño, un nidario, que se llama la hidra. Hemos registrado por fin la actividad de todas y cada una de las neuronas de ese cerebro mientras el animal se comporta. Es un hito para poder descifrarlo. Hay colegas por todo EE UU desarrollando técnicas ópticas, electrónicas, moleculares, de microscopía... de todo tipo. Creo que estamos haciendo un esfuerzo que va a cambiar la neurociencia.

Y eso en EE UU, pero el lanzamiento del Proyecto Brain inspiró a otros países para sus propias iniciativas. Ahí se han metido Europa, China, Japón, Corea, Australia, Canadá e Israel. Por ejemplo, el proyecto chino es tres veces mayor que el estadounidense. Estamos hablando de una revolución tecnológica mundial.

-Usted que conoce los dos mundos, ¿detecta diferencias en el compromiso o las alianzas para financiar la ciencia entre EE UU y Europa?

-Son mundos distintos y tienen cosas buenas y malas los dos. Allí la financiación de la ciencia es muy fuerte, pero gran parte cae del lado privado y, al final del día, lo que le interesa es el rédito económico. La razón que utilizó Obama para convencer al Parlamento americano no fue científica o médica sino económica.

[En el borrador del proyecto, Yuste y sus colegas aportaron las cifras de rendimiento económico del proyecto previo del genoma humano, un cálculo que apunta a que cada dólar invertido del presupuesto federal repercutió quince años más tarde en la economía multiplicado por 124]. Es el argumento que convenció a los congresistas: si metemos dinero en el cerebro, dentro de quince años cosechamos lo que hemos sembrado. Se están metiendo también las grandes compañías tecnológicas a fondo en el proyecto del cerebro. Hemos calculado que el año pasado invirtieron más esas compañías privadas que la administración pública.

-Además de promover la investigación del cerebro, abandera la cuestión de los neuroderechos. ¿Detectaba que estuvieran en riesgo inminente?

-Como científicos tenemos la responsabilidad de alertar a la sociedad de los problemas asociados a la ciencia, a los descubrimientos que hacemos y las tecnologías que desarrollamos. Nosotros hacemos neurotecnología por razones humanitarias. Soy médico de profesión y me atengo al juramento hipocrático: hacer beneficencia, dignidad y justicia. Y lo mismo en mi trabajo de laboratorio. Estas técnicas que en el futuro nos pueden permitir curar el Alzheimer o la esquizofrenia se pueden usar también para fines que no sean benéficos y tenemos el deber de alertar a la gente.

De todo lo que nos viene, lo que más preocupa de una manera urgente es la privacidad mental. Ya se empiezan a vender dispositivos que empiezan a registrar datos de actividad cerebral. Todavía son muy primitivos y no son tan dañinos, pero ya todas las compañías que los venden están acaparando los datos cerebrales de la gente y no hay ninguna protección. Estamos en una situación peligrosa porque puede salir un dispositivo que pueda utilizarse para descifrar otras cosas más importantes.

Eso sería mala idea. Una vez que pasa no puedes dar marcha atrás al reloj, igual que ha pasado con internet y los datos. Las compañías no se autorregulan y los gobiernos, cuando quieren intervenir, ya es demasiado tarde.

-La tecnología no es neutra, pero quizá a veces actuamos como si no lo fuera.

-Tenemos una situación que no tiene ni pies ni cabeza. Por ejemplo, si en EE UU alguien abre una carta de correo postal, vas a la cárcel, es un delito federal. Pero tenemos a Google que abre los correos todos los días, nos está escuchando ahora mismo [sonríe y señala al móvil, colocado en el centro de la mesa, con el que la periodista graba la entrevista] y ¿esto no es un delito? ¿Por qué? Porque hemos llegado tarde. En cambio con la neurotecnología estamos todavía a tiempo. Va a ser la batalla más gorda.

-¿Podrían llegar a leer el pensamiento?

-Está empezando a ocurrir en pacientes que, por ejemplo, tienen esclerosis lateral. El año pasado, en Stanford, mis colegas neurotecnólogos han metido a estos pacientes electrodos en el cerebro y han podido descodificar el habla a 23 palabras por minuto con una exactitud de casi el 100%. Es una cosa milagrosa. A pacientes que sean ciegos, con una prótesis visual, les ponen una cámara conectada al cerebro y empiezan a ver y a hacer vida más o menos normal. Hay que desarrollar esta tecnología urgentemente para todas estas enfermedades, pero todos estos datos hay que protegerlos. Ahora no lo están, y se podrían empezar a descifrar no solamente para ayudar a una persona a hablar pensando, sino para ver qué otras cosas piensa.

-Llegar a tus pensamientos más privados, íntimos.

-Nosotros pensamos que la privacidad mental es un santuario, una línea que no se puede traspasar. El ser humano se define, entre otras cosas, por la privacidad de sus pensamientos. Y una vez que se abre esa puerta no se va a poder cerrar.

-Ahora se habla del metaverso, quizá desde una perspectiva meramente lúdica. ¿Anticipa algo mucho más profundo?

-Lo que nos viene es mucho más importante que lo vivido hasta ahora desde el punto de vista de la tecnología. Si ya empezamos a vivir de una manera virtual, imaginemos cuando estemos metidos en ese mundo mucho más tiempo, sin reglas. Estamos abocados al desastre a no ser que organicemos esto antes de que ocurra. La mejor manera es con derechos humanos, describiendo las bases del ser humano, del tipo de ser humano que queremos ser. La identidad personal, el yo, la consciencia: ahí no se puede entrar, solo se puede entrar por razones médicas o científicas. O tu capacidad de decisión, también eso define lo que eres, el libre albedrío. Hay que definirlo ya. Hay que proteger la mente humana, el cerebro no se toca porque no es órgano más del cuerpo. Si lo tocamos estamos descifrando y manipulando la mente humana.

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