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Salvador Carretero
Santander
Jueves, 17 de marzo 2022
Corría el año 2001. Reunidos en un ámbito del museo santanderino, nos hallábamos cuatro comisarios de un proyecto expositivo del Museo de Arte Contemporáneo de Santander (MAS) en desarrollo. Faltaba una quinta persona que se retrasó un poco. En ese breve tiempo de espera, se suscitó una conversación que no olvidaré. Uno de los presentes lanzó un aserto verdaderamente curioso y, diría que insólito e injusto que, casi textualmente, transcribo: «María Blanchard es una artista verdaderamente mediocre. Una pintora modesta. Un bluf. Un engorde y sobrevaloración muy propio de una pequeña localidad que la vio nacer y trasladado a su país».
Suave e instantáneamente, pero molesto, le pregunté por qué hacía esa aseveración tan contundente. Respondió sin pestañear que así lo veía sin ningún género de duda (la cursiva es mía). Le repliqué que si, para hacer esta contundente afirmación, conocía su obra. Sí, por supuesto, la conozco a fondo, me vino a responder, seguro de sí mismo. Le dije que eso era improbable. Para cerrar él su aserción, intentó fundamentarlo, diciendo que Green –especialista en cubismo– ni trataba, ni mencionaba a Blanchard en su obra, lo que era verdad: «Green ni la cita –dijo–, prueba de que es una mediocre» (Ch. Green: 'Cubism and its Enemies. Modern Movements and Reaction in French Art 1916-1928, New Have y Londres, 1987'; o del mismo autor 'Arte en Francia 1900-1940', Madrid, Cátedra, 2001, antes en 2000 por Yale).
«Entonces, le dije, crees que Blanchard es una mediocre porque Green no la cita, no por tus conocimientos sobre su obra, luego aprecio que lo que viertes es una opinión, no una valoración. Le comenté que si el británico y justamente afamado Green no la citaba era porque, seguramente, no la conocería, ni a ella ni a su obra. Él se mostró en total desacuerdo y se quedó ahí porque, entre otras cosas, llegaba la quinta persona del grupo. Una conversación tan anecdótica como reveladora, ya que emana de una especie de 'gurú cultural local' de los que, no sin veleidad, sentencian lo que los demás hacen, arrogándose exclusivamente para sí conceptos como el de la modernidad. Una conversación para olvidar, sino fuera porque sirve ahora para positivar, construir una cuestión y ubicar el veraz valor de una incuestionable artista mujer que sufrió (y sufre) en sus carnes varias guerras.
çHe de decir que Christopher Green comisarió una reciente y excepcional muestra en Barcelona en 2016 titulada 'Cubismo y guerra. El cristal en la llama' (Ayuntamiento de Barcelona / Museo Picasso, catálogo de Polígrafa). Green seleccionó muy importante obra: 68 piezas entre pinturas, esculturas y dibujos de los, para él, mejores y más grandes cubistas, tanto de la primera como de la segunda generación. Y ahí estaban seleccionadas obras de Braque (3 pinturas y 2 dibujos), Gris (11 pinturas y 2 dibujos), Laurens (4 pinturas y 3 dibujos), Léger (2 pinturas y 4 dibujos), Lipchitz (4 esculturas), Matisse (4 pinturas y 3 dibujos), Picasso (7 pinturas y 7 dibujos), Rivera (5 pinturas y 1 dibujo), Severini (2 pinturas) y, por supuesto, María Blanchard (3 pinturas). No podía ser de otra forma. Por cierto, única artista mujer de todos ellos, mujer entre nueve hombres. Aunque faltan varios y muy importantes que cito más adelante, aprecio que podría tratarse de los diez magníficos, un fascinante y selectivo decálogo cubista de ambas generaciones, cuya precisa solución de continuidad de la segunda la encuentro precisamente en Gris, Blanchard y Gleizes, asunto que dejo para un trabajo en desarrollo. En los ensayos de este catálogo, Green pondera la calidad de la artista, cerrando la cuestión iniciática que él desconocía y, por supuesto, aunando conocimiento y humildad sin necesidad de lanzar injustos asertos.
Ahora, el MAS del Ayuntamiento de Santander y la Fundación Caja Cantabria le dedican a la artista otro sostenible homenaje en forma de exposición. María Blanchard (Santander, 1881 – París, 1932) fallece a la temprana edad de 52 años, dejando un valioso legado. Mujer entre hombres, ser sumamente inteligente, de enorme talento, cabezota, tenaz, decidida, siempre moderna, vanguardista, inquieta, observadora, intuitiva, perceptiva, de visión y mirada estereoscópica, es poseedora de una gran personalidad y autenticidad, generosa y de gran bondad. La trayectoria de Blanchard es la de una fundamental creadora plástica santanderina, española y universal que, contra viento y marea, estuvo inserta en la vanguardia, fue parte de ella. Buscó, encontró y supo dar con la esencia de su particular quehacer, apostando por las novedades artístico-históricas que vivió simultáneamente e in situ, que supo observar, que meditó, valoró y puso en práctica de forma insólita.
Muchas son sus aportaciones pero, si hubiera que destacar algo característico de su inquieta obra, dotada siempre de un previo preciso estudio, es la capacidad de fusión que se aprecia en gran parte de su trabajo. Dicha reflexiva mezcla, que sintetiza, es producto de su profunda y pausada mirada, datos que emanan de su aprendizaje en las distintas academias privadas, viajes, visitas a museos, tertulias, encuentros con sus colegas en sus estudios, trabajo de los demás y, sobre todo, de su estudio y observación. Lo que, unido a su talento, da como resultado una obra incuestionable hasta el final, sobresaliendo, si acaso, su compacta y reveladora obra cubista.
Ella es la evidencia de una intensa e importante trayectoria de singular calidad, la de una mujer de excepcional talento creativo e inteligencia, caracterizada por su constante ruptura y compromiso. En Blanchard se constata de forma palpable lo que ha sabido absorber, gestionar y aplicar, esto es, todo tipo de conceptos modernos y de vanguardia, de forma directa y muy personal. Intenso periplo artístico que se sintetiza de la siguiente forma, en cuatro momentos fundidos, solapados, pausados y reflexionados.
Los dos primeros son formativos. Uno tiene lugar en Madrid entre 1903 y 1908-1910, inicio de adopción de enseñanzas clásico- costumbristas de la mano de Emilio Sala, de un lado, con la práctica y desarrollo de una apreciable técnica y un color tradicional y vibrante; y de Sotomayor y Benedito, de otro, de los que integra armonía, control y dominio de la articulación compositiva (muestra de ello son obras como 'Gitana' o 'La bretona'). El segundo momento formativo y de primer impulso de independencia creativa, sucede ya en París entre 1909 y 1913-1914. En esta época vive un momento de búsquedas y encuentros, en el que transitará, grosso modo, hacia una modernidad que le aporta Anglada Camarsa, mezcla de modernismo, efímero simbolismo y primitivismo, después y siempre. También se acerca a un relativo Fauvismo cuando asiste a clases en la Academia Vitti de la mano de Van Dongen; aquí conoce a Gris, inicio de su amistad. Destacan obras como 'Ninfas encadenando a Sileno', 'El jardín de las damas curiosas', 'Mujer con vestido rojo' del MAS, 'La española' o 'La comulgante' de 1914 del Mncars.
Conoce el Cubismo en 1910 en la Academia Vassillief. Pero ella comienza a trabajarlo en 1913-1914 y hasta 1920. Se adhiere así al movimiento con un talento y calidad únicos. Y van a ser, ni más ni menos, que entre siete u ocho años de personal desarrollo. Me detengo en esta etapa cubista, la que María José Salazar nos mostró generosa y brillantemente en 2012 en la exposición de la Fundación M. Botín y del Mncars, la que seleccionó para Santander, medio centenar de pinturas cubistas, un lujo de trabajo.
El cubismo de Blanchard se inserta en el de la segunda generación de tal movimiento. Pasada la primera, la experimental e intuitiva, la creativa y de ruptura, la revolucionaria –nada tan sumamente drástico y brutal había sucedido en el arte desde el Renacimiento–, la de Picasso y Braque (seguido de otros pocos), que supuso un antes y un después en todo y en todos, en París y en el mundo, entonces y luego. Pasado ese período, llegó el momento de los reflexivos. Y así nace el cubismo científico y de investigación de la segunda generación, la de Blanchard, la que se abrió a través de los inmediatos herederos de los primeros 'salvajes'. En ello, son fundamentales dos figuras: Juan Gris y Albert Gleizes. Aunque también sobresalen Metzinger, Lhote, Severini, Léger, Laurens, Rivera…, y, claro, Blanchard. Todos aportan, pero son los dos citados los que concitan en primera instancia la base teórica, destacando el tratado 'Du Cubisme' (1912) de Gleizes y Metinzger (habrá más artículos y críticas).
No hemos de olvidar que, cuando llegan todos éstos en segundas nupcias, el movimiento ya estaba desarrollado, ya tenía una plena historia. ¿Qué ofrecían, entonces, estos 'herederos'? Sencillo: orden y concierto, más si cabe, con la irrupción del desastre de la Gran Guerra. Es decir, al primer 'caos' plástico cubista experimental e intuitivo, es necesario sumarle el caos bélico, social, político y militar europeo y mundial. Luego, estos nuevos 'tardobubistas' propugnaban lo que no había en ningún sitio, estos es, orden y construcción, obtención pictórica de una 'arquitectura plana y coloreada'. Se deseaba conferir al movimiento un claro deseo de 'pureza', una voluntad de 'reconstrucción' (cuya consecuencia fue, entre otras cosas, el retorno al orden que comenzó en Europa hacia 1920). De esta manera, Gris, Gleizes, etc., proponen un cubismo dotado de orden racional constructivo, con un especial estudio y cuidado de las composiciones, prevaleciendo la idea sobre lo que era imitación de relativo soporte naturalista. Todo se iba posicionando.
Es entonces cuando al mercado y a los medios de comunicación, se le sumó la tercera pata de la trilogía: la política. Y es que, paralelamente a lo anterior, se suscitó una discusión nacionalista del movimiento que hasta llegó al parlamento francés. Artistas y profesionales procuraban huir de la impostura y la arrogancia. Blanchard vivió todo esto y se mantuvo fiel a sus convicciones cubistas, muy vinculadas a los modos de Gris y Gleizes, o viceversa, ellos vinculados a ella. Su obra se erige así en un cubismo inteligente e intelectual, debatido cara a cara con sus colegas, a la vez que grandes amigos (Gris, Gleizes, Severini, Lipchtiz). Obras cubistas, las suyas, profundamente estudiadas, ordenadas, bien construidas, sin perder una fresca intuición y dotadas de una luz arquitectónica, bien controlada en las líneas perfectamente tejidas. Muchas, muchísimas, son las obras de tronío de esta lúcida etapa: 'La dama del abanico', 'Mujer con guitarra', 'Naturaleza muerta a la guitarra'…
Llega la cuarta y final etapa que va de 1920 hasta abril de 1932, su muerte. Aunque también apasionada y apasionante, la considero inconclusa. Abraza una nueva y moderna figuración de ruptura europea, a la vez que personal simbiosis de modos precedentes (simbolismo, primitivismo, siempre con datos cubistas que preserva), con las novedades del momento. En ella funde todos sus conocimientos. Y consigue una obra también admirable ('Comida en familia' del MAS, 'Tête de jeune fille' de la Fundación Caja Cantabria…). Aprecio que en muchas de sus obras hay un claro sustrato fotográfico. Es decir, advierto que se vale de fotografías previas que toma de su vida ordinaria y cotidiana, de su inmediato entorno, para después elaborar sus pinturas. Lo demostró Fernández Punsola en una conferencia en el MAS con 'La comulgante' de 1914 del Reina Sofía; se advierte en la versión de 1923 rescatada por el MAS y en depósito estable, presente en la exposición.
En esta etapa última, Blanchard se manifiesta igualmente moderna, valiente y comprometida, como siempre. Ahí están algunas obras muy importantes donde muestra de forma sencilla y directa el amor de dos mujeres, iconografía también abordada por compañeros (Picasso, Iturrino…), como es 'Las dos amigas'. Que Blanchard se integró de forma absoluta en la vanguardia y la modernidad que le proporcionó la Ciudad de la Luz, es una obviedad. No olvidemos que París era mujer.
La última etapa ha hecho que se la re-tildara de blanda, por técnica (que es verdad) y, sobre todo, a partir de esas composiciones protagonizadas por niños y mujeres, escenas domésticas, maternidades… Y esta obra es la que provoca el afloramiento de las etiquetas eternamente vertidas… En este sentido, nótese que hasta ahora no he esgrimido sus deformaciones físicas –jorobada y aquejada de otras discapacidades– como esencial razón de su quehacer creativo y trayectoria, de su ideario y concepto. Se trata de una pertinaz idea que, siempre injustamente –siempre 'la pobre' o 'pobre María', como si, por cierto, a Picasso le llamáramos Pablo…– se ha vertido y vierte para hablar de su trabajo plástico, de su posicionamiento estético, de sus convicciones creativas, como si todo fuera parte y consecuencia de su físico. No. Esto es un insulto y un menoscabo a su poderosa inteligencia, un agravio a su marcada personalidad e incuestionable talento. Esto es una ruin forma de infravaloración, esto es una clamorosa falta de respeto y hasta un ultraje que, en modo alguno, merece. Son tics eternos que se arrastran y arrastran de forma injusta y, en todo caso, definitoriamente elocuente hacia quien las vierte. En esto consiste su tercera guerra, la peor, la 'gran guerra personal' que lleva sufriendo desde 1932, un injusto y permanente arrinconamiento artístico e historiográfico. Y creo que ya está bien.
Hemos de terminar, de una vez, con este tipo de tics y desprecios que también, a la vez y desgraciadamente, se funden con el desconocimiento y la ignorancia. Porque la santanderina María Blanchard es, sin duda, la más importante mujer artística española de la vanguardia y del arte moderno de su tiempo, y una de las más grandes a nivel mundial de su época.
Llegamos a esta nueva exposición, a través de la cual, el MAS del Ayuntamiento de Santander y la Fundación Caja Cantabria le dedica un nuevo homenaje que coincide con el noventa aniversario de su muerte, anecdótico aniversario, pero esto no importa, ya que es ella quien merece la pena. Se trata de una muestra compuesta por los propios fondos de ambas colecciones que seguimos poniendo en valor, una y otra vez, patrimonio de la ciudad y región. El proyecto, compuesto por una veintena de obras de todas las épocas, y junto con las piezas institucionales, está enriquecido con algunas inéditas –siete en total, dos de juventud, cuatro cubistas y una del final–, obras en estudio e investigación actual por parte de los profesionales del museo santanderino. Dos pinturas de César Abín, su único discípulo, completan la muestra: el retrato de 'Fernando Gutiérrez Cueto' (1916), tío de Blanchard, gran novedad donada al MAS por generosidad de Mª Elena del Ribero Castañeda, y 'Paisaje' (1954-56) de la Fundación Caja Cantabria.
Es una pena que se piense sea preciso esperar al gran Green para valorar lo que de importancia tiene la obra de María Blanchard. Como es una pena que ciertas personas se erijan en gurús que entorpecen nuestro rico y afortunadamente inusual patrimonio, por su calidad, en comparación con otras regiones. Prefiero pensar que simplemente fue un lapsus, producto del desconocimiento. Dejémoslo ahí. En definitiva, y en positivo, la esencia de nuestro trabajo radica en estudiar y investigar (esto es, proteger) la obra y sus artistas, nuestra institución. Y aquí nos encontramos con Blanchard, en este punto. En todo caso, sirva esta nueva muestra, que complementa la que organizó el MAS en 2008 y, por supuesto, se suma a la extraordinaria exposición con que nos regaló la Fundación M. Botín / Mncars en 2012, para volver a ella, a su obra y talento, a su gran inteligencia, las veces que hagan falta.
Cronología
1881. María Blanchard (María Gutiérrez-Cueto Blanchard) nace en Santander el 6 de marzo, en el seno de una familia burguesa. Es la cuarta de cinco hermanos (Aurelia, Fernando, Carmen y Ana). Viene al mundo marcada de importantes deformidades físicas.
1903-04. Con 22 años toma la decisión de dedicarse a la pintura. Con el apoyo de su familia, en 1903 se traslada a Madrid. Inicia su formación al ingresar en el estudio de Emilio Sala. Cultiva grandes amistades, entre ellas Concha Espina o Matilde de la Torre.
1905. Disfruta el verano en Cabezón de la Sal (Cantabria), lugar estival habitual de la familia. Allí imparte sus nuevos conocimientos a César Abín.
1906-07. Siempre en Madrid, comparece a la Exposición Nacional de Bellas Artes con una obra titulada 'Gitana'. Es época de formación de la mano de Fernando Álvarez Sotomayor; a la que seguirá otro año formativo con Manuel Benedito, en cuyo estudio-academia conoce al mexicano Diego Rivera.
1908. Se presenta a la Nacional de Bellas Artes con 'Los primeros pasos' (3ª medalla). Con 27 años decide trasladarse a París, por lo que solicita becas a la Diputación y Ayuntamiento de Santander.
1909. Llega a París. Ingresa en la Academia Vitti para continuar su formación de la mano de Hermenegildo Anglada Camarasa. Allí conoce a Angelina Bellof, que será una de sus grandes y fundamentales amigas. En verano, las dos viajan a Brujas. Allí coinciden con Diego Rivera y Enrique Freymann. Los cuatro se trasladan a Londres para regresar a Brujas y, luego, nuevamente a París.
1910. Acude a la Academia María Vassillief. En ella conoce el Cubismo. Se traslada a España. Se presenta a la Nacional de Bellas Artes con 'Ninfas encadenando a Sileno' (2ª medalla). A los pocos meses, regresa a París (26 Rue de Dèpàrt de Montparnasse), compartiendo casa y estudio con Bellof y Rivera).
1911. Se encuentra en Granada. Solicita nueva ayuda económica al Ayuntamiento de Santander que le es concedida. Regresa a París instalándose otra vez en Montparnasse; sigue compartiendo casa y estudio con Rivera y Beloff, y teniendo por vecinos a Modigliani y Severini.
1912-13. Prosigue su formación en la Academia Vitti en donde imparte clases Kees van Dongen, a través del cual se acerca al Fauvismo; pero, sobre todo, allí tiene lugar el inicio de su amistad con Juan Gris. Es precisamente en 1913 cuando ha de incorporarse ya al Cubismo, que comienza a practicar de forma decidida. Lo desarrolla durante unos ocho años (1913-1920), integrándose al movimiento cubista de segunda generación con una enorme calidad. Viaja a Italia.
1914. Estalla la Primera Guerra Mundial. Blanchard abandona París. Se traslada a Madrid (C/Goya), en el mismo edificio donde reside Concha Espina con quien estrecha aún más su amistad. Acude a la Tertulia del Café Pombo. Sus amigos Bellof, Rivera, Lipchitz…, que se encontraban en Mallorca (como los Delaunay y Laurencin), también se trasladan a Madrid.
1915. Ramón Gómez de la Serna organiza la histórica exposición titulada 'Pintores Íntegros' en el Salón de Arte Moderno de Madrid (C/Carmen) con obra de Rivera, Blanchard (exhibe 'Madrid, una Venus'), Choco y Bagaría. La muestra es duramente criticada y protestada, no entendida. Es tal el 'fracaso', que la familia convence a la artista para que, como su hermana Aurelia en materia educativa, oposite a una Cátedra de Dibujo en Salamanca, plaza que obtiene con facilidad. Allí imparte clases durante muy breve tiempo, trabajo que enseguida abandona para trasladarse a Francia en 1915 y seguir así con su carrera artística en París, junto a sus grandes amigos Rivera y Belloff.
1916. Siempre instalada junto a Rivera y Bellof (mismo inmueble parisino), retoma tertulias, contactos y amistades: Picasso, pero sobre todo Gris, Metzinger y Lipchitz, entre otros. Inicia una relación profesional con el marchante y galerista Léonce Rosenberg (Galerie L´Effort Moderne); desde entonces, la artista le hace entrega de obras siempre cubistas, clave del vínculo profesional que se alarga después mediante contrato, desde 1918 hasta 1920.
1918. Entre abril y noviembre se establece en Beaulieu-lès-Loches (Región Centro / Dpto. Indre y Loira, Francia) en donde se encontraban Jossete y Juan Gris. Allí también se desplazan Metzinger, Lipchitz y Huidobro. Hablan, debaten e investigan sobre cubismo.
1919. Expone de forma individual y por vez primera en la Galería L´Effort Moderne de Rosenberg; su amigo Severini le diseña la invitación (documento hoy del Archivo Lafuente). Se instala en un nuevo estudio con Marie Vasilieff (Av. du Maine 21).
1920. Rosenberg rescinde su contrato y relación con Blanchard. La artista se replantea sus conceptos plásticos y vuelve los ojos hacia el Retorno al Orden europeo, una suerte de moderno 'clasicismo' figurativo. Expone en el Salón de los Independientes de París; y en la muestra colectiva 'Cubisme et Neocubisme' en Bruselas. Aquí contacta con el grupo Ceux de Demain (Delgoffre, Flausch, Grimar). Se incluyen piezas suyas en la histórica muestra 'Exposició d´Art francés d´Avantguarda' de la Sala Dalmau de Barcelona, junto con obra de Braque, Dufy, Léger, Lhote, Matisse, Miró, Picasso, Rivera y Van Dongen.
1921. Expone varias obras en el Salón de los Independientes de París (repetirá al año siguiente). Su amigo André Lhote le aconseja que en esta convocatoria de 1921 presente 'La comulgante' de 1914, con el consiguiente éxito y reconocimiento; la obra la compra Paul Rosenberg, persona que a partir de ese momento le adquirirá diversas pinturas.
1923. Expone en la Galería Centaure de Bruselas (grupo Ceux de Demain), cuyo catálogo posee una presentación de Lhote. Firma contrato con este grupo belga.
1924. Trabaja con la Galería La Licorne de París del Doctor Girardin, que le adquiere varias obras que después donará al Museo de Arte Moderno de París. Expone obra en el Salón de las Tullerías de París.
1925.-26. Siempre de la mano del grupo belga Ceux de Demain, expone este año en Bruselas, Brujas y Amberes. Max Berger (Galería Vacin de París) firma contrato con la artista.
1927-1928. Juan Gris fallece en 1927, de quien Blanchard se había distanciado. En aquella época se acrecienta una depresión que ya padecía, crisis que se aprecia en su obra. Expone de nuevo en la Galería Centaure de Bruselas. Waldemar George lleva a cabo un excelente estudio de su obra. En 1928 es incluida en la XVI Bienal de Venecia.
1930-31. Su hermana Carmen se traslada a París con sus dos hijos para vivir en casa de la artista. Blanchard también recibe visita habitual de sus hermanas Aurelia y Ana, así como de su cuñada Isabel. Sufre enfermedad y muy graves penurias económicas. Viaja a Bruselas, Hamont y Londres.
1932. Fallece en París el 5 de abril a los 52 años, en plena madurez humana y artística. Su cuerpo es inhumado en el Cementerio periférico parisino de Bagneux.
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