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En las antípodas de la imagen que puede tenerse de una diva, Anne-Sophie Mutter (Rheinfelden, 1963) celebra la belleza de la bahía santanderina desde ... una terraza. Cercana, ríe en alto e ironiza sobre algunos aspectos de su carrera, esa que, tras cinco décadas, la sitúa como una de las mejores violinistas del mundo. Se formó con Von Karajan, quien dijo de ella que era el mayor prodigio musical desde Menuhin, posee dos Stradivarius y su técnica y ejecución son hipnóticos. Dio muestra de ello ayer en el FIS, donde la alemana, con su Mutter Virtuosi, interpretó piezas de Vivaldi, Bach, Previn, y Bologne en la recta final del festival.
-¿Qué sintió la primera vez que tuvo un violín en las manos?
-Esa es una buena pregunta que me hace recordar cuando mi profesor de violín puso el instrumento en mi hombro. Aparentemente, no es una posición muy natural para una niña de cinco años, pero, para mí, fue como un deja vu. Resultó maravilloso y normal. Con el tiempo, todo se fue volviendo más complejo, pero fue un inicio fantástico.
-¿Tuvo dudas, según el proceso se iba complicando?
-Nunca. Porque desde el principio entendí que la música significaba muchísimo incluso para mí país. Yehudi Menuhin fue el primer músico judío en regresar a Alemania como gesto de reconciliación tras la guerra, lo que da una idea de esa importancia. Con diez años ya me daba cuenta de que la música era mucho más que una colección de notas cuyo mensaje podía tener connotaciones positivas y ser un puente entre naciones y personas. Y eso me resultaba fascinante.
-Define las artes como una suerte de isla bonita.
-Sí. Una isla a la que invitar a todo el mundo. Esa es la magia de la música; conectar de verdad con personas con diferentes puntos de vista en la vida.
-Para facilitar esa conexión, tiene como meta ampliar el repertorio y el público de la música clásica. ¿Con qué herramientas?
-Creo que lo estoy haciendo desde hace unos cincuenta años desde los escenarios, acercando a la gente a lo que la música brinda. Las cosas han cambiado desde los años 80 y 90 y nos encontramos ahora ante un público que se apasiona y se siente muy conectado. Uno de mis sueños más grandes, porque soy una gran soñadora, se convirtió en realidad con la posibilidad de grabar con John Williams. Creo, por eso, que hay que soñar a lo grande. Él es un puente entre diferentes generaciones y supuso para mí la indecible oportunidad de mostrar a la gente que no tenía ni idea de ello, lo atractivo que puede llegar a ser un violín. Y lo hago con una inmensa alegría. Es una manera de ampliar la percepción hacia la música clásica.
-Williams adaptó sus composiciones para usted
-Sí, reescribió algunas piezas, porque en su mayoría no estaban pensadas para ser tocadas con solos de violín. De hecho, creo que el nuevo Indiana Jones ¡suena aún más poderoso para el violín que para orquesta! (Ríe).
-¿Se siente referente para los intérpretes de nuevas generaciones?
-He sido un modelo de mujer que ha tenido hijos cuando a la mayoría de artistas femeninas se les decía que no era compatible con la carrera. También me apasiona mi fundación, que celebra ahora sus 26 años de existencia y que contribuye a que jóvenes músicos tengan un apoyo en su camino. Ahora mismo tenemos hasta catorce nacionalidades distintas en el escenario, incluyendo dos fantásticos músicos españoles. Me gusta pensar que soy un puente entre el pasado y el futuro, entre el papel que tuvieron mis mentores para mí y las generaciones que han venido después. Así podremos conservar lo que nos llega del pasado, lo que vivimos y trasladarlo a una experiencia para los que vienen después.
-Si le nombro a Karajan, ¿que le viene a la cabeza?
-Fue un gran maestro. Aparte de todo lo demás, fue uno de los pocos que en los últimos cien años estuvo más centrado en la enseñanza. Desde entonces, la mentorización ha disminuido, lo cual es una pena. Lo necesitamos, porque es importante tener referencias y aprender que hay cosas más importantes que ganar un concurso. Karajan fue innovador, un buscador de la interpretación como meta fundamental y un hombre que nunca dejó de estudiar. Por ejemplo, aprendió a pilotar helicópteros con 81 años, navegaba, amaba los desafíos en cualquier campo.
-La curiosidad como motor
-Exacto. Si miras a John Williams, es el mismo caso; una curiosidad incesante.
-¿Hubiera sido el mismo tipo de músico, con el nivel de su carrera, de haberse formado hoy?
-Sí, porque cada músico tiene su propia personalidad y eso no depende de una época o unos métodos. Tengo una grabación del segundo concurso que gané, con nueve años y se lo pongo a mis alumnos. Se ríen, porque con esa edad, quedaba clarísimo cuál era mi apasionada y clara personalidad. Si no lo tienes, no aparecerá más tarde.
-Repite la palabra pasión y apasionarse.
-Así es. La esencia de la vida es la pasión. No importa si es para cocinar, tocar el violín, escribir un artículo... Tienes que darlo todo de ti y entonces estarás satisfecho.
-¿Pasión y qué más se necesita para formar parte del Mutter's Virtuosi?
-Curiosidad, un gran nivel de conocimientos, por supuesto, interés en el mundo y consciencia de la posibilidad de ayudar a otras personas. El plan de convertirse en rico y famoso puede estar bien; ve y hazlo, pero como artistas, eso no siempre pasa y no puede ser la principal motivación. Mira a los grandes compositores; debes intentar llevar alegría a quien te escucha, conectar. Profundizar en la música permite, en mi opinión, mantener a la sociedad unida. Pensemos en el coronavirus; las películas, los libros, las canciones favoritas que nos alimentaron durante ese tiempo y que nunca fueron demasiadas.
-A Santander viene con Bach, un compositor a quien afirma, prefiere interpretar en directo por la intensidad de sus obras.
-Especialmente con los solos de las seis sonatas de Bach. No las he grabado. Mi relación, bueno, creo que la de todos, con esas sonatas y con las Variaciones Goldberg es intensamente privada. Para mí suenan como hermosas mariposas y sería como tratar de atraparlas. Quizá suena infantil, pero, no quiero hacerlo.
-Al recibir el premio Opus Klassik apeló a la necesidad de que los políticos apoyasen a los músicos. ¿Cree que se le da más valor tras la pandemia?
-Creo que a día de hoy, podemos mirar al futuro con cierta inquietud, pero también tenemos razones para hacerlo con optimismo. En Europa, la gente está acudiendo en masa a los festivales y conciertos, pero tenemos una crisis económica, que supone que haya menos dinero para gastar en la cultura. Las políticas no han cambiado a mejor en los últimos cuarenta años respecto a la educación de base. Es importante comprender que el arte también puede ser académico y ofrecer interesantes salidas profesionales. Encuentro fascinante la posibilidad que te brinda la música de estar tocando y a la vez, escuchando lo que hacen los demás a tu alrededor. ¿No sería fantástico vivir en una sociedad que practicase esa escucha simultánea?
-Yehudi Menuhin decía que el violinista destila una fuerza especial, mitad tigre, mitad poeta. ¿Sus dos mitades se corresponden con esa definición?
-Depende del repertorio, pero es bonito tener las dos, coexistiendo durante estos sesenta años.
-¿Qué es lo más importante que ha aprendido en estos 50 años?
-(Silencio) Que nada es más importante que las relaciones humanas, mirar alrededor y pensar lo que sienten los otros.
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Ana del Castillo
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