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Escritura, crítica, compilación, análisis, radiografía histórica del arte y la literatura, comisariado de exposiciones y museología. Es difícil hallar un campo de la cultura española en el que la figura de Juan Manuel Bonet (París, 1953) no esté presente. Ha dirigido el IVAM de ... Valencia, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y el Instituto Cervantes. Preside las fundaciones Cansinos Assens y Vicente Huidobro. Es autor de varios volúmenes de poesía reunidos en 'Via Labirinto', del dietario 'La ronda de los días' y, por supuesto, de una obra de referencia e imperecedera como es el 'Diccionario de las vanguardias en España (1907-1936)', amén de muchas otras sobre la poesía ultraísta y la de vanguardia latinoamericana, Ramón Gómez de la Serna o el París de Cortázar, ademas de responsable de ediciones y exposiciones dedicadas a la pintura de los poetas, las vanguardias porteñas, el surrealismo tanto español como latinoamericano, la biblioteca de Juan Negrín, el exilio republicano, la pintura de los ochenta o muestras sobre fotógrafos, escritores y músicos.
Esta semana ha regresado a Santander para participar en el ciclo 'En la Biblioteca de Gerardo Diego', organizado por la Fundación del poeta. Su hondo conocimiento y claridad expositiva tuvo su foco en 'Irradiador: revista de vanguardia de Manuel Maples Arce &Fermín Revueltas'.
- 'Irradiador' fue la primera revista formal del estridentismo. ¿Qué destaca como aportación estética y de contenido del movimiento?
-En diciembre de 1921, el poeta Manuel Maples Arce lanzó, en México, el estridentismo. Lo hizo mediante una proclama mural, 'Actual', en la línea de 'Prisma', la revista también mural que un mes antes sacó Borges en Buenos Aires, y que supuso el arranque del ultraísmo argentino. Borges había vivido en directo el madrileño. Maples también incorporó a su ismo, muchos elementos ultraístas, junto a otros procedentes directamente de Francia (cubismo), Italia (futurismo) o Suiza (dadaísmo). De 'Irradiador', fundada por Maples y el pintor Fermín Revueltas en 1923, hubo un tiempo en que sólo se conocía su nombre. Luego aparecieron dos juegos de sus tres números, primero en los archivos del pintor Charlot, que se conservan en Hawaii, y luego en los de Salvador Gallardo, médico y poeta estridentista.
-¿Y el vínculo con la Fundación santanderina?
-En la Fundación Gerardo Diego se conserva su primer número, acompañado de un pequeño cartel del que de momento no se conoce ningún otro ejemplar. La Fundación lo prestó para la muestra Mexicana que Salvador Albiñana hizo para el Instituto Cervantes. Ahora voy a hablar de esta revista (en la que colaboran el francés Émile Malespine, el español Humberto Rivas, el propio Borges, el fotógrafo norteamericano Edward Weston), y de lo que fue el estridentismo. Un movimiento efímero, y en eso se parece al ultraísmo. Un movimiento sincrético. Un movimiento que tuvo su momento institucional, en Xalapa, ciudad que Maples, secretario particular del general Heriberto Jara, gobernador del Estado de Veracruz, quería convertir en «Estridentópolis». Germán List Arzubide escribió, en 1926, justo antes del declive, una preciosa historia del movimiento, en forma de novela. El mismo año salió otra maravilla, El café de nadie, de Arqueles Vela. Luego vendría la dispersión.
-¿Cuál es la huella del movimiento?
-Hoy tanto en México como en los Estados Unidos, en Francia, o en España, existe un enorme interés por el estridentismo. Precursor de esa nueva mirada sobre el mismo fue Octavio Paz, que cuando estuvo en Japón como diplomático había trabajado con Maples. El lector actual también puede encontrar pistas estridentistas en Los detectives salvajes, novela del chileno Roberto Bolaño, que en sus años mexicanos entrevistó a sus supervivientes.
-Su regreso a Santander se enmarca en una reivindicación y divulgación de la Biblioteca de Gerardo Diego. ¿Ha sido un poeta muy encasillado en el conservadurismo y un agitador en la sombra?
-Nunca me han importado los encasillamientos, y menos los ideológicos. Gerardo Diego es un grandísimo poeta, en el que conviven el agitador, y el conocedor de la tradición. Su biblioteca da testimonio de algunas amistades fundamentales: Pancho Cossío, Vicente Huidobro, Juan Larrea, César Vallejo, el 27 y sus equivalentes mexicanos o argentinos o uruguayos o cubanos, el «simplista» Baldomero Fernández Moreno, argentino con raíces cántabras... También de sus lecturas, que incluyen a muchos clásicos españoles y universales. Por mi parte, he prologado el volumen, de pronta aparición, en que se recopila su portentosa biblioteca latinoamericana; pensaba escribir un máximo de veinte folios, y al final me salieron más de ochenta... porque había muchísima materia. Me sorprendió ver por ejemplo cómo a lo largo de toda su vida le siguieron enviando sus libros creadores de ese continente, con marcada vocación experimental, que lo veían como el amigo del alma de Huidobro, de Larrea, de Vallejo...
SÍNTOMA ACTUAL
SOBRE EL POETA
-Entre otros terrenos y periodos, ¿los de las vanguardias (pese a su labor y la de su padre) siguen siendo casi desconocidas para las nuevas generaciones?
-Las vanguardias poco a poco han ido calando. Hoy hay mucho interés por ellas. En México, por ejemplo, hay hasta bandas de rock que reivindican el estridentismo. Este mes he hablado de Michaux en el marco de una muestra de su obra plástica que he organizado con un galerista barcelonés; y he inaugurado un congreso gaditano sobre vanguardias literarias latinoamericanas, con una conferencia sobre Murilo Mendes, poeta brasileño que estuvo muy pendiente de las artes plásticas. La semana que viene, inauguro otro en Siena dedicado al ultraísmo. Y así sucesivamente.
-Estos tiempos (pandemia incluida) no piden a gritos la aparición de 'vanguardias y movimientos'? ¿O quizás se están 'cociendo' y asomarán después?
-¿Quién sabe? Estaremos pendientes.
-La supresión del estudio de la filosofía, en general el abandono o la marginación de las humanidades, ¿es el principio del fin de una manera de estar en el mundo?
-Hay que seguir estudiando a los clásicos. Y a los clásicos modernos. Hay que seguir trazando puentes entre poesía, pintura, música. Por mi parte no soy pesimista, creo que hay jóvenes que conocen todo eso.
-Esta misma semana Félix de Azúa denunciaba en su columna semanal lo insustancial de eso que llamamos arte contemporáneo convertido todo en mera ideología. ¿Está de acuerdo?
-No he leído esa columna suya. Me imagino que será aguda... y un poco apocalíptica, como suelen ser muchas de las suyas. Ahora bien, es verdad que hay demasiada ideología en el arte contemporáneo, y sobre todo... en los responsables de enseñarlo, es decir, en una gran parte de los directores de museo, que funcionan demasiado a menudo en plan programático, y dogmático, privilegiando todo aquello que tiene «contenido», una lectura política y radical del arte, y además marginando, por lo general, a quienes siguen, por ejemplo, pintando, y no digamos si son figurativos...
-Su gestión del Instituto Cervantes, ¿le ha dejado exhausto de lo institucional?
-Exhausto no es precisamente la palabra, porque le recuerdo que, en cosas de la política de este país, estuve sólo año y medio.
-¿Escribir sobre arte ahora se ha vuelto uniforme, funcional, un acto exento de la intensidad y fortaleza intelectual que tuvo, por ejemplo, en su caso y Quico Rivas en los 70?
-Éramos adolescentes que vivíamos el arte con intensidad. Pero tampoco hay que exagerar. Tanto él como yo hemos escrito, ya más mayores, cosas de más fuste que las que escribíamos entonces. Y sigue habiendo cantera, quiero decir, sigue habiendo poetas capaces de pensar la pintura, que es en definitiva lo que éramos.
-¿Lo más transgresor ahora es colar en la red un aforismo entre tanto esputo verbal?
-Me gustan las formas breves, pero no necesariamente se limitan al aforismo. Siempre he sido ramoniano. La greguería es algo estupendo.
-¿El Bonet gestor y crítico venció al Bonet creador?
-Bueno, mis 'Collected Poems', 'Via Labirinto', salieron en mi último periodo como gestor... Sigo escribiendo, y tengo un poemario, Poemas postales es su título provisional, pendiente de entregarle a La Veleta.
-¿Por qué el arte español de hoy apenas tiene peso en el mundo?
-Lo tuvo en la época de la Transición. Ojalá se hicieran ahora cosas por él como las que hicieron entonces Javier Tusell o Javier Solana, y cito a propósito a dos políticos de la misma época, que militaban el uno en UCD, y el otro en el PSOE.
-Como en la ópera y los directores de escena, ¿ahora en arte los gestores y comisarios tienen más poder y protagonismo (e imponen sus discursos) que los propios artistas?
-Siempre ha existido ese poder. Lo tuvo aquí, por citar a un poeta-crítico, Juan Eduardo Cirlot. Lo malo es cuando tienen poder comisarios iletrados, que también los hay, hoy más que en el pasado.
-En Santander gozamos de un proyecto singular que va a quedar unido al Reina Sofía que usted dirigió: el Archivo Lafuente. ¿Qué valoración hace de esta iniciativa?
-Una de las mejores noticias de los últimos años. El Archivo es extraordinario, sobre todo en su parte de vanguardias históricas, incluyendo en esa parte la Escuela de Altamira.
-¿Qué le parecen las 'franquicias' museísticas en un momento en el que el debate se sitúa en la validez del modelo actual de museo?
-He seguido bastante de cerca la historia de una de ellas, el Pompidou de Málaga, y es una historia que me parece positiva, como en general el compromiso municipal, en esa ciudad, con el arte moderno y contemporáneo. Y más atrás en el tiempo, fui el único miembro no-vasco del comité que asesoró la puesta en marcha del Guggenheim. He sentido mucho la muerte, este mismo año, de quien lideró ese proceso, Joseba Aguirre. El Guggenheim fue importantísimo para la ciudad. O sea que a la vista de Bilbao y de Málaga, muy mala opinión de las franquicias no tengo.
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