
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Estudios monográficos, enfoques históricos, arqueológicos, perspectivas zonales o geográficas... Hasta ahora, en Cantabria, se habían publicado visiones concretas de temas determinados vinculados al patrimonio, ... pero, «lo que es un estudio general de las torres, no había ninguno» y por eso, Jesús Ruiz Cobo y Ana Rubio Celemín, se metieron de lleno en la aventura de recorrer el mapa cántabro para documentar la dispersión, el estado y la historia de esta singular edificación en concreto. A ellos se unió Sara González de Riancho, en un trabajo que les ha llevado en torno a un año y que supone una novedad en el catálogo editorial de la comunidad.
El resultado lo presentarán esta tarde en el Ateneo (19.30 horas), acompañados por el editor de 'Torres medievales de Cantabria', Fernando García Barredo, de Cultropía. El libro es resultado de un doble enfoque que combina un estudio bibliográfico de detalle de los trabajos previos realizados sobre las torres regionales con la revisión pormenorizada de los restos conservados en la geografía regional a través del trabajo de campo. Una de las metas al abordarlo fue reunir en un único soporte todas las torres cántabras. Otra, realizar una síntesis historiográfica que abarque todos los aspectos del proceso de investigación, realizada a partir del material publicado previamente; medio centenar de trabajos impresos en las últimas décadas.
Autoría Ana Rubio Celemín, Jesús Ruiz Cobo y Sara González de Riancho.
Estudio El estudio bibligráfico se combinó con el trabajo de campo, generando un cuidado catálogo de edificaciones.
Difusión Quince de las torres recogidas están en estado de ruina. De otras 30 tan solo quedan pistas. Esperan contribuir a su protección.
Con la inquietud por bandera y aficionados a investigar, los autores dedican sus tardes a ampliar datos y documentarse, para, los fines de semana, recorrer Cantabria. «Empezamos casi de casualidad hace unos años estudiando los hospitales, después surgieron las ventas, las ermitas o los humilladeros, y hemos ido abordando otros temas, en torno a patrimonio olvidado, que la gente no conoce». Las grandes construcciones sí se han estudiado, pero otras están «un poco más dejadas», de ahí la labor de darles protagonismo y pervivencia. Así, este es el sexto libro que publican en esa línea argumental.
Desde que su figura apareció en las tierras del norte peninsular, hace ya más de seis siglos, la torre señorial ha tenido siempre una fuerte carga simbólica. En este salto al siglo XIV y XV, Ruiz, Rubio y González de Riancho han estudiado un centenar de torres medievales y bajo medievales que «más o menos se conservan». Tienen conocimiento de una treintena de las que ya no queda nada en absoluto y, en un término intermedio, en estado de ruina o muy abandonadas, otras quince, que aparecen en un anexo al final del libro.
Este volumen puede servir para evitar, precisamente, que ese anexo final vaya creciendo. «Nuestra idea parte de que lo que la gente no conoce, no lo puede querer ni conservar.Estamos convencidos de que dando a conocer el patrimonio que tenemos, se pueden sentir orgullosos de ello». Y consideran que «poco a poco se va consiguiendo».
En la elaboración del trabajo de campo se han llevado alguna sorpresa. Caso de una torre que existe en Soba, pero parece otra cosa, ya que forma parte de una casona, y que descubrieron «al indagar, ver las cicatrices en los muros, donde estuvo antiguamente una ventana ahora tapiada, por ejemplo». O al revés, al acercarse a torres que son testimonio de la antigüedad y «se están cayendo a cachos sin que nadie les haga caso». Las menos, celebran.
El estado del patrimonio en Cantabria está pintado en grises; ni blancos ni negros. Algunos particulares cuidan las torres con mucho cariño «a pesar de que es muy caro mantener un edificio de esa antigüedad», y en otros casos se dejan caer. La administración, en ocasiones, las adquiere y las convierte en museos o centros de interpretación. «El problema de estas cosas es que si no tienen un uso, el paso del tiempo hace estragos; la ruina avanza muy rápido».
Respecto a la difusión de ese patrimonio, la actualidad sería mejorable. «Se le da mucha visibilidad, por ejemplo, al Camino Lebaniego y todo lo demás lo tenemos como olvidado», lamenta Rubio. Se pone el foco en unas comarcas y otras quedan en un barbecho infinito del que cada vez costará más sacarlas. «No hay planes a futuro».
Entre sus zonas favoritas están Valdeolea y Valderredible, por la mezcla de paisaje y de buena conservación. «Por la zona de la costa está todo un poco más machacado, demasiadas urbanizaciones», lamenta. En su afán por seguir investigando, ya están con otro libro entre manos. «Lo pasamos muy bien y sirve para conocer toda Cantabria. Merece la pena». Como curiosidad; el libro se terminó de imprimir el 4 de diciembre, día de Santa Bárbara, que pasó gran parte de su vida encerrada en una torre.
Las torres eran un elemento propio de la época feudal, que los señores utilizaban como elemento de negociación territorial. Como en un juego de ajedrez del mundo real, con las torres se creaban o rompían alianzas. «Querían tenerlo todo controlado, los pasos de barca, los puentes, los caminos y a los vasallos que trabajaban para ellos. Eran como la Cosa Nostra, con varias familias que querían mandar y tener territorios», dice la autora. Para ello, se enfrentaban con las familias cercanas, en continuas guerrillas. Las torres servían para decir «aquí estoy yo, esto es mío» y, a efectos prácticos, eran también un espacio de refugio, por lo que se construían con sus características almenas, troneras, muy anchas y servían como cuartel general.
Si bien, como detalla el estudio, no son exclusivas de una época en concreto, sí se trata de una solución defensiva. En el libro se han incluido torres, torres con cerca y casas fuertes que cuentan con elementos indicadores de una cronología bajomedieval y una función militar.
La torre medieval jugará un papel clave en la concepción de la arquitectura regionalista o montañesa. Así, por ejemplo, Leonardo Rucabado, principal exponente de esta corriente, la considerará un símbolo del origen noble de los montañeses, vinculada a la defensa frente a los musulmanes en los comienzos de la Reconquista. La torre estaría en el origen de la libertad y la hidalguía de los hombres de LaMontaña y sería la base, el solar de sus linajes. Rucabado, en un trabajo similar, recorrió numerosas torres y las plasmó con sus dibujos en 'Álbum de apuntes de La Montaña'.
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Ana del Castillo
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