Rafael Álvarez, El Brujo
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Rafael Álvarez, El Brujo
Nuria Espert dijo en una ocasión que «el verso siempre es una asignatura pendiente para cualquier actor que ame el teatro». Y dispuesto a saldar esa deuda, Rafael Álvarez El Brujo ha creado el monólogo 'Mi vida en el arte' con el que recorre toda ... España -ayer estaba en Marbella- y que el próximo fin de semana -viernes y sábado- ofrecerá en el Teatro Casyc. Con el espectáculo, que dará comienzo a las 20.00 horas, se cierra por esta edición el ciclo Talía de la Fundación Caja Cantabria.
-¿Cuál es su deuda pendiente con el verso?
La obra 'Mi vida en el arte'. Un espectáculo de Rafael Álvarez, El Brujo.
Fechas y horarios Próximos viernes (día 23) y sábado (día 24) a las 20.00 horas.
Escenario Teatro Casyc.
Ciclo Con este monólogo concluye esta edición del ciclo escénico Talía de la Fundación Caja Cantabria y que organiza Palco Tres.
-Parece ser que a mí se me da bien recitar y me gusta mucho hacerlo, pero tengo la impresión de que el público al verso clásico lo respeta, pero no lo acaba de entender. Y cuando he hecho algún espectáculo en función de este tipo de poesía clásica, al final los he ido reduciendo y he terminado por sacar más la parte humorista y quitar la del verso. Por eso decía que tengo una deuda pendiente con el verso.
-¿Por qué cree que se ha dejado de escribir teatro en verso?
-No me lo he planteado nunca pero es verdad que podría escribirse teatro en verso. De hecho en los siglos XVII y XVIII, y tal vez en el XIX, se seguía haciendo. No sé muy bien lo que ha pasado, pero la gente pensamos menos en verso y lo hacemos cada vez más en prosa. Con la modernidad, la visión profana de la vida se impone sobre la visión poética.
-En sus monólogos abunda la poesía clásica y parece que se ha centrado en la del Siglo de Oro. ¿No le gusta la poesía contemporánea?
-En realidad estoy centrado en lo que puedo porque hago tantos monólogos que unos son del Siglo de Oro, otros del XX y hasta de la época de los romanos y griegos, como el que acabo de presentar en el Festival de Mérida, 'Iconos o la exploración del destino', basado en la tragedia griega. Hago todo lo que puedo. Yo me considero un juglar, más que un actor. Estoy especializado en explicar el teatro, no solamente en hacer un espectáculo, si no en explicarle a la gente qué es el fenómeno del teatro y el de la poesía. Y también el de los actores en relación con el texto y todo lo que es la tradición teatral antigua.
-Le acaban de conceder un premio por su trayectoria en el Festival de Almagro y en su discurso de recogida aseguró que «el teatro es la ciencia que estudia la vida». ¿Qué quería decir con esas palabras?
-El teatro es una reflexión permanente. Una indagación acerca del misterio de la vida, de las relaciones, de las personas... Hay muchas ciencias que estudian la vida, como la biología o la economía, por ejemplo. Pero el teatro estudia las pasiones humanas que son el fuego de la vida.
-De televisión y cine, mejor ni hablamos, ¿no?
-Es que no me interesan nada. Hace muchísimo que no hago ni televisión, ni cine, ni tengo ganas. No me apetece. Tendrían que ofrecerme un proyecto muy muy especial para que lo pudiera hacer y luego, claro, que coincidiera con mis fechas de actuaciones. En fin, que estoy retirado de eso hace ya mucho.
-Lleva ya 44 años encima de un escenario. ¿Qué balance puede hacer de su trayectoria?
-Pues que esta es una profesión maravillosa y que me siento sumamente agradecido por toda esta trayectoria. Me siento afortunado porque es cierto que he trabajado mucho, pero por otro lado no puedo decir que sea un trabajo. Y me explico. Esta es una profesión en la que trabajas mucho: estudias, ensayas, viajas... pero nunca he tenido la sensación de estar trabajando. En cambio, cuando estaba estudiando y algún fin de semana me ponía a trabajar como camarero o una temporada en la que me contrataron en una fábrica, eso sí que me parecía trabajar de verdad.
-Y estas cuatro décadas. ¿El público ha cambiado mucho?
-Muchísimo. No solo porque es más viejo (ríe) sino en la forma de reaccionar ante lo que se les propone. También tiene otra actitud ante un espectáculo. Ha cambiado mucho y yo creo que va a cambiar más todavía. Sobre todo a partir de la explosión de las redes sociales. Hay un gran cambio en la actitud y la mentalidad del público y también en su sensibilidad.
-¿Ahora es menos sensible?
-En algunos aspectos sí es menos sensible. Tengo la sensación de que el público de ahora está más abrumado por el exceso de información que le rodea y por lo tanto es más difícil captar su atención. Tienes que hacer un esfuerzo y tener en cuenta la forma en que el público percibe ahora la realidad.
-¿Cómo la percibe?
-Con mucha impaciencia. Ahora lo queremos todo muy rápido. Está claro que la vida ha cambiado y parece que tenemos menos tiempo para todo, aunque estemos desocupados. Da la sensación siempre de que nos domina la impaciencia y esto no pasaba antes, la gente disponía y disfrutaba más del tiempo. Tenía menos prisa. Vivía más despacio.
- En sus monólogos, aunque la base sean los versos del Siglo de Oro o las tragedias griegas de su última obra, siempre hay una reflexión a los tiempos que vivimos. Aparte de la impaciencia, como acaba de apuntar, ¿qué otra cosa destacaría de la sociedad actual?
-La veo complicadísima. El mundo se ha complicado muchísimo, aunque también hay que reconocer que se han abierto unas posibilidades increíbles. Hay un avance de la ciencia y la tecnología tan rápido y llega a tantos rincones que mucha gente lo está utilizando para cosas buenas, pero otros muchos lo hacen para perjudicar a los demás. La ciencia avanza y la medicina, pero también la posibilidad de fastidiar al otro a través de la tecnología.
-¿Y esos avances, benefician o perjudican a la cultura?
-En tal caso van en detrimento de la cultura antigua. Pero no lo veo malo porque la cultura cambia y se tiene que modificar con arreglo a la vida. La cultura es un reflejo de la vida.
-No me ha dicho con qué se encontrará el público que acuda a ver 'Mi vida en el arte'.
-En realidad lo que hago es un recital de poesía, con momentos de humor y alguno también autobiográfico. Pero básicamente es una obra que se podría enmarcar en los festivales de teatro clásico. Está dentro de esa forma de teatro en solitario, del actor que se conocía como bululú que iba solo por los caminos recitando cosas.
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