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Hay ocasiones en que la vida real compite directamente con la literatura a la hora de crear argumentos 'de novela'. Como en el caso de Anton Arriola (Durango, 1967), que parecía llevar una existencia perfecta, casi de película, dentro del papel de un hombre de ... éxito. Durante dos décadas trabajó en el mundo de las finanzas, pasando de Bilbao a Milán, Nueva York y finalmente a Londres. Una carrera de éxito, pero a pesar de ello siempre estaba pensando en escapar y dedicarsee a lo que realmente le gustaba. El único problema es que no sabía qué era. Hasta que hace seis años descubrió que era escribir. Desde entonces, cuatro novelas, un premio de postín y un personaje magnético han cambiado por completo su rutina, en la que ya no hay cierres de bolsas y transacciones, sino finales de capítulos y una colección de tramas que la crítica ha definido como 'criminales y filosóficas'. Ayer presentó en Santander 'El caso Newton', segunda entrega de la serie protagonizada por el ex sacerdote Ander Azurmendi.
-Que etiqueten una obra como criminal y filosófica debe de provocar vértigo...
-Me suena un poco excesivo, porque estudié filosofía y le tengo mucho respeto. Pero sí que en mis novelas me gusta aportar alguna reflexión sobre temas que considero importantes.
-¿Sobre qué filosofa en 'El caso Newton'?
-Sobre ficción y realidad, y cómo la ficción contamina los relatos que hacemos y recibimos de la realidad. Y lo conecto con la posverdad y las fake news. Algo que siempre se ha hecho, pero que con las redes se ha multiplicado.
-Pero con forma de novela negra...
-Bueno, en este caso más de thriller. Un engaño al lector, una demostración de cómo esa mezcolanza de ficción y realidad nos confunde. En ella hay muchos retazos de realidad, cosas que realmente han ocurrido, pero hasta la última página no se desvela qué es falso y qué es cierto.
-Aunque cargada de acción.
-Aunque hay dos líneas argumentales: por un lado se produce una oleada inexplicable de atentados en Bilbao, y por otro desaparecen algunas obras importantes de una biblioteca privada.
-¿Una biblioteca borgiana?
-No, no. Existe realmente. Y conserva una primera edición de los 'Principia mathematica' de Isaac Newton. Descubrirlo fue la chispa que dio origen a la novela.
-Atentados en Bilbao. Aunque nada que ver con el pasado reciente.
-No, se trata de un grupo terrorista nihilista; el nihilismo es el signo de este comienzo de siglo. Incluso el terrorismo islámico no tiene tanto que ver con la religión como con el deseo de atentar contra el poder, o contra lo que entendemos como Occidente.
-Costaría llevar la novela al cine, porque los atentados que imagina son a lo grande. Ni que fueran en Bilbao...
-Y tanto. Pero no todo es ficción. Por ejemplo, relato un episodio durante la Segunda República, cuando algunos exaltados intentaron derribar el Sagrado Corazón de Bilbao, y durante días muchos creyentes estuvieron rodeándolo para defenderlo. Y consiguieron salvarlo. Es bastante cierto ese tópico de que la realidad supera a la ficción.
-¿Tan conspiranoicos somos?
-Más de lo que pensamos. Nos fascinan historias como la del Priorato de Sión, que se narra en la novela, pero despojándola de toda la leyenda con la que la hemos rodeando.
-La acción la sitúa en una fecha clave: justo tras los atentados del 11-S.
-Porque ahí arranca el siglo XXI, aunque sea de modo simbólico: los atentados de las torres gemelas inauguran el mundo de hoy día, con su mezcla de realidad y ficción.
-En la primer entrega de la saga, 'El negro y la gata', Ander Azurmendi ya era un personaje muy singular...
-Era un cura muy atribulado que no creía en el dios cristiano, y además tenía una amante, Anne, la herborista de Sopelana. En esta nueva entrega, es expulsado del semanario y le acoge la Universidad de Deusto, como profesor de antropología. Con este personaje pretendía ahondar sobre la incoherencia; todos nos vemos abocados muy a menudo a esas situaciones. ¿Y qué hay más incoherente que un cura que no cree en Dios?
-¿Existen sacerdotes así?
-Yo creo que sí, y que son muchos.
-Más de un lector habrá querido ver conexiones entre autor y personaje.
-Desde luego; siempre hay algo de autobiográfico, aunque en este caso no tenemos nada que ver; aún así, tras leer el manuscrito mi editor estaba convencido de que yo era o había sido cura.
-Pero si hasta sus iniciales coinciden: A.A.
-Cierto, aunque yo tardé tiempo en darme cuenta. Supongo que siempre se utiliza parte de la biografía propia para construir personajes.
-¿Le interesa tanto la religión como Azurmendi?
-Me interesa lo que tiene de vía de escape ante ciertos problemas. Ese preferencia por no pensar demasiado.
-Al contrario que la novela negra, siempre ofrece una doble lectura.
-Las discusiones sobre las características del género son interminables. Pero la novela negra necesita un trasfondo de crítica social.
-¿Y qué critica Anton Arriola?
-En este caso, cómo nos engañan y nos manipulan. Por eso precisamente arranco la novela con una cita de Donald Trump, que durante la campaña decía que si se pusiera en mitad de la Quinta Avenida y disparase a alguien no perdería ni un solo votante. Nos hemos instalado en una irracionalidad en la que, como ciudadanos, ya no nos interesan los datos objetivos, sino que quien nos representa comparta nuestros propios prejuicios.
-En la primera novela Azurmendi se mueve entre Bilbao y Perú; en la segunda entre Bilbao y Cambridge. ¿Y en la tercera?
-Me apetece sacarle de la ciudad y llevarle a los Pirineos. La montaña me parece un entorno muy excitante para la novela negra.
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