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Patricio Pron protagoniza, esta semana, los Martes literarios.
«Puedes volver atrás, pero no es posible ni deseable regresar por completo»
Patricio Pron - Escritor

«Puedes volver atrás, pero no es posible ni deseable regresar por completo»

El autor llega a Santander, a los Martes literarios, con una antología de cuentos recién publicada: 'Trayéndolo todo de regreso a casa', el tipo de libro «en los que uno se expone por completo»

Mada Martínez

Santander

Lunes, 9 de agosto 2021, 09:13

Patricio Pron ha aguardado pacientemente a que se reestableciesen los encuentros presenciales para volver a conversar con sus lectores. Ni videoconferencias, ni chats, ni aplicaciones de mensajería, ni zooms, ni directos en redes sociales, nada de eso ha utilizado Pron estos meses para hablar de literatura; nada a no ser que fuera estrictamente necesario, es decir, obligatorio.

Renunciar a reconvertir el diálogo en un trasunto virtual ha sido para Pron una forma de resistencia, una defensa silenciosa de unos espacios de encuentro y comunidad. Quizá por eso, este Martes literarios –Paraninfo de La Magdalena– tiene algo de extraordinario. «No me quedaba mucho más que esperar el retorno de lo que yo llamo diálogos reales para personas reales en lugares reales. Como los Martes literarios», revela en conversación telefónica.

Llega a Santander con una antología de cuentos recién publicada por Alfaguara: 'Trayéndolo todo de regreso a casa', donde reúne relatos de 1990 en adelante, algunos emblemáticos, como 'Salon des refusés', 'Las ideas' o 'La repetición', y otros inéditos y recientes, como 'Una forma de retorno' y 'El accidente', intentos estos, ha confiado en el prólogo del libro, de escribir sobre la pandemia sin resultar redundante.

La posibilidad del regreso y la imposibilidad de hacerlo al cien por cien vertebran esta conversación con Patricio Pron (Rosario, Argentina, 1975), autor de libros de relatos y novelas; Premio Cálamo 2016 y Premio Alfaguara 2019; doctor en filología románica por la Universidad Georg-August de Göttingen (Alemania), y residente en Madrid.

–La antología parte de 1990. ¿Qué significa ese año? ¿No escribía antes de esa fecha?

–No, 1990 es el año que comencé a escribir. Hasta entonces había sido, naturalmente, un lector; una lector digamos infantil o ingenuo, que leía compulsivamente, y que partir de 1990 empezó a imaginarse a sí mismo como escritor, o mejor dicho, comenzó a ser definido por otras personas como escritor.

Es sorprendente para mí echar la vista atrás y concluir que he estado escribiendo los últimos 30 años de mi vida. Tengo 45 y no sé muy bien qué hacer con este tipo de trayectoria y con todo este tiempo dedicado a escribir libros. Pero pensé que los lectores sí sabrían qué hacer con ello y por eso esta antología. Es un recorrido que invita al lector a andar conmigo esos 30 años que me convertirán en el tipo de escritor que desconocen. Quizá conozcan una novela mía actual en Alfaguara, o incluso de antes, esos libros que comencé a publicar en España en torno a 2008, cuando una novela mía ganó el Premio Jaén.

– Es la cuarta edición de 'Trayéndolo todo de regreso a casa'. ¿Reunir y revisar los cuentos le ha resultado costoso o placentero? Respecto de las tres ediciones anteriores, ¿qué cambia?

– Creo que con este tipo de libros en los que uno se expone por completo, mostrando además, textos que dan cuenta de los intereses y las limitaciones del escritor que uno una vez fue, con este tipo de textos en los que uno se desnuda, como digo, es consciente de que sucede como cuando se ingresa en una playa nudista. Los primeros momentos son de una cierta incomodidad, pero después uno se habitúa y acaba descubriendo que no hay nada mas banal que un cuerpo desnudo.

Lo que yo descubrí tras esos primeros instantes de perplejidad es que, en realidad, estos cuentos, en la medida que iban a ser leídos en el presente, pertenecían al presente y no al pasado. Pertenecían al lector o lectora que los trajesen a casa con su lectura.

Es la cuarta edición de este libro, pero las cuatro son distintas. Es un proyecto que Rodrigo Fresán denominó en una reseña reciente una 'antología in progress' ['Como un cuentista rodado', 'Letras libres', junio de 2021]. Cada una de las ediciones ha tenido nuevos textos, no solo porque fuera inéditos hasta ese momento, sino porque muchas veces el recorte del pasado ha sido distinto. En esta última edición de Alfaguara, que tengo la impresión de que es la definitiva en más de un sentido, falta uno de los relatos del primer libro de relatos que publiqué, de 1998, al tiempo que aparece otro relato de ese libro en su lugar. Los lectores están invitados a decir cuál de estas cuatro ediciones es la mejor, cuál refleja mejor las características de mi trabajo como escritor de relatos breves. Y también está invitado a buscar, como en un juego de diferencias, qué tienen en común y qué las distingue.

Al margen de esto, es evidente que esta antología, en cada una de las ocasiones, ha tenido lectores distintos. Es la primera vez que se publica en España y desde España para todo el ámbito hispanohablante. Y es también una edición que incluye una tercera sección consistente en relatos nuevos, escritos durante la pandemia, cuando pensaba que el libro estaba cerrado y no había nada que agregar. Un momento en el cual sentí el enorme deseo de hablar de cosas de las que, en mi opinión, no se estaba hablando, y hacerlo a través de la literatura, que es una forma de pensamiento.

– ¿Pudo escribir y leer en pandemia?

–Pron explica en primer lugar que conoce las experiencias de personas cercanas que no lograron concentrarse, y expone cómo ha vivido estos meses preocupado por las «personas más vulnerables», por los muertos, por sus familias]. Pude continuar leyendo y escribiendo, pero sin embargo no me atrevería a decir que lo hice como lo hacía antes. No tengo la impresión de que nadie haya podido continuar leyendo y escribiendo como antes de la pandemia. Algunas cosas han sido profundamente transformadas por esta pandemia. Sería un error creer que las superaremos, que las estamos superando, para retornar a una especie de normalidad. No hay normalidad posible tras una catástrofe mundial como esta, y no hay ninguna razón para volver a una normalidad que nos permitía ignorar las realidades de un mundo físico que, por naturaleza, es finito y nos condiciona. Creo que no es posible ni deseable el retorno a la antigua normalidad.

Y la pregunta es cuál será normalidad deseable o posible en el nuevo marco... Pero volver atrás es algo que no solamente resulta una pésima idea, sino que en la mayor parte de los casos es absolutamente imposible de llevar a cabo.

– Me recuerda con esto al verso de Bob Dylan con el que abre la antología: «Siempre puedes volver, pero no puedes volver del todo». Parece una declaración de intenciones respecto a su literatura y quizá, me atrevo a pensar, respecto de la situación que hemos vivido.

–No hay ninguna forma de volver atrás... Puedes volver atrás, y yo lo hice en algún sentido con estos relatos, pero no es posible ni deseable regresar por completo.

Esta pregunta de cómo se regresa o si es posible hacerlo se la hacen personajes en muchos casos. Y en uno de esos relatos, en 'La repetición', la pregunta es puesta absolutamente en primer plano. No soy especialmente nostálgico y no he reunido estos relatos para hacer un ejercicio de nostalgia, sino más bien para constatar el hecho de que solo regresas a medias, que ni siquiera la repetición de todas las circunstancias que hicieron posible un acontecimiento en el pasado bastan para hacer que se repita.

Este es un libro completamente distinto a todas las ediciones previas, aunque tuviese exactamente el mismo contenido, porque sus lectores serán distintos y lo leerán bajo una luz distinta, como hice yo cuando estaba reuniéndolos los relatos para su edición. Como dice Dylan, no es posible volver por completo y tal vez tampoco sea deseable: ¿Quién querría vivir una y otra vez el mismo día? Esto escapa a mi capacidad de comprensión, y, aunque hay personas que disfrutan de la repetición –el mismo plato, el mismo libro–, me interesa todo aquello que no he hecho todavía. Y tengo la impresión de que a mis lectores les sucede también así: no están esperando por mi parte la repetición, sino otra cosa.

– En su intervención de 2018 en los Martes literarios, indicó que la literatura procura, voluntaria o involuntariamente, algo que vemos escasamente fuera de ella: la empatía. ¿En pandemia esta función empática ha cobrado más sentido si cabe?

– Me gustaría creer que sí, que se ha comprendido que no existe ningún destino que sea por completo individual, sino que participa de los condicionantes, de las posibilidades, de las limitaciones de la época en que vivimos, y de la forma en la que nos relacionamos socialmente.

Muchos libros me vienen la mente cuando pienso en esos meses, pero el que mejor refleja lo que nos sucede es 'El señor de las moscas ', con todos estos niños fuera de control poniendo en peligro a los demás, demostrando que la civilización y la sociedad sirven como dique de contención, muy precario pero necesario, de pulsos y deseos esencialmente destructivos.

Esto lo han entendió muchas personas y es interesante porque es el mensaje de la literatura más importante. La literatura constituye un reservorio de vidas posibles. Mientras se lee uno se pone en los zapatos de un personaje que tiene una vida que, tal vez, tenga puntos de contacto con la nuestra, pero que en sustancia es diferente; y tan solo por el acto de la lectura, se adquiere la capacidad de comprender que las razones de los demás, incluso siendo distintas, son legítimas. Una sociedad fragmentada en grupos y en tendencias contradictorias, y algunas deliberadamente carentes de empatía o de interés por el destino de las personas más vulnerables; una sociedad en la que la discusión sobre el pasado es un asunto candente, pero en la que los proyectos de cara al futuro son objeto de discusión;una sociedad en la cual la manipulación y la creación de falsas noticias hace que sea imposible ponerse de acuerdo siquiera en a qué llamamos real y qué no... es una sociedad que tiene muchas cosas de aprender de la literatura, incluyendo la forma en que se construyen las mentiras y, por consiguiente, la manera en que podemos escapar de ellas.

Me parece que la literatura puede enseñarnos también eso: que construir un relato está prácticamente al alcance de cualquiera, y que la suspensión de nuestra incredulidad debería estar destinada a mejores relatos que esos mediocres que nos hacen creer que todo es un enorme plan cósmico en contra de nosotros; de las personas individuales que, en un arrebato de narcisismo, creemos que el universo ha sido creado para esclavizarnos.

«Diría que hay muchas formas de contar la historia de España»

– Gracias a un artículo que publicó en 'El País' supimos que, durante el confinamiento, estudió para la Prueba de Conocimientos Constitucionales y Socioculturales de España –requisito para obtener la nacionalidad española–. Concluía en el artículo que, «al fin y al cabo, todo país es un relato». ¿De qué género sería el español?

– Hay muchos relatos, hay muchas formas de narrar la historia de España..., y algunas de ellas vienen de voces autorizadas. Las personas que más me interesan están abriendo la discusión y proponiendo la revisión de algunos asuntos que nos conciernen, como la historia común de nuestro país, bajo ópticas distintas, suscitadas o creadas en el contexto de la recuperación o conquista de determinados derechos. Pienso en muchas de las luchas feministas, en cómo, afortunadamente, en este momento tenemos muchas formas de narrar los hechos de la historia de España.

Lo interesante sería alcanzar algún tipo de consenso, al menos en torno a hechos comprobados, como que la Guerra civil española comenzó a raíz de un golpe de estado; hecho, por otra parte, que no fue desmentido ni siquiera por quienes lo llevaron a cabo. Pero tal vez tengamos que convivir con el disenso, con la discusión en torno a diferentes asuntos, así como tenemos que convivir con la fragilidad social.

Diría que hay muchas formas de contar la historia de España y es interesante escuchar las formas que inventen los nuevos españoles. Por mi parte, eso tardará algún tiempo, porque, si bien aprobé el examen, el proceso de nacionalización es muy largo, y, desde luego, jamás me perdonaría participar de una especie de nacionalización exprés en nombre de mis méritos como escritor o algo por estilo. Prefiero recorrer el mismo camino que recorren las personas que vienen a este país, al igual que yo, a procurarse un sustento, un futuro mejor.

El hecho de que yo pueda hablar esas personas, que tenga una pequeña caja de resonancia, no significa que haya superado la condición de invitado en este país. Quizá algún día sea español, pero de momento, no.

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