![«Todos queremos ser soñados, pero ese deseo se puede convertir en una cárcel»](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2023/08/12/86347528.jpg)
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«Esto de las vacaciones es relativo siempre», dice Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948), desde Comillas, su destino habitual en los meses de verano. En su novela más reciente 'El último atardecer' (Galaxia Gutenberg, 2023), el autor, que regresa esta semana en los Martes Literarios, ... se plantea la pregunta esencial de la vida, la que está en la base de todos sus libros y a la que no puede dejar de volver: ¿qué nos pasa cuando surge el amor para que esos instantes se vuelvan tan importantes y decisivos? ¿En qué lengua hablan los amantes?
-¿Cuál es el último atardecer que se le ha quedado en la memoria?
-Pregunta complicada. Supongo que hay varios que han sido momentos significativos en tu vida, pero, a la vez, todos remiten a uno solo. Todos son el mismo. Es como volver a un lugar en el que sientes que ya has estado, pero a la vez, no por estar sabes lo que había allí. Tiene que ver con lo inefable, con lo que luego no puedes contar. Momentos así, de ese tipo, no dejamos de esperarlos.
-Todos son el mismo, como usted dice de su obra, porque afirma, cuando termina un libro, que tiene la sensación de que siempre escribe el mismo.
-Sí, eso es un poco inevitable. Siempre quieres que el nuevo libro sea uno diferente a los anteriores y te parece, mientras lo estás escribiendo, que es así, pero luego al terminarlo te das cuenta de que has vuelto a escribir el mismo. Es como en aquella película de Buñuel, 'El ángel exterminador', en el que un grupo de personas asiste a una cena y cuando quieren marcharse ven que no pueden.
-¿Tiene una parte de maldición?
-No, pero regresas a un lugar de fascinación, que tiene que ver con mi idea de literatura. Cuando leemos o escribimos, porque lector y escritor para mí se confunden, lo que esperas de esa aventura literaria, es que te lleve a un lugar encantado, por remitir a ese mundo que me gusta tanto y que no he abandonado, que es el de los cuentos de hadas. Siempre esperamos que nuestra vida se transforme en un cuento así, y no es un lugar simple y cursi, porque también suceden cosas terribles. Es el lugar del misterio y lo que no puedes explicar, pero a la vez deseas.
-En este sentido, cómo autor de libros infantiles, ¿cree que ha cambiado mucho el tipo de historias que se le pueden contar a los más pequeños?
-Pienso que no. El niño sabe perfectamente distinguir cuando un cuento de verdad merece la pena. El grado de implicación que siente cuando se le cuenta una historia de estas es superior al de una banalidad. Esos cuentos eternos no han perdido su vigencia y lo vemos si contamos a un niño de cuatro años un cuento como 'Caperucita Roja': queda preso de lo que le contamos. Eso quiere decir que en esa historia ve reflejados sus propios temores y anhelos y por eso lo escucha con tanto interés. Hay una frase de Louise Glück que dice «solo miramos el mundo una vez, en la infancia», y es cierto. La literatura trata de recuperar esa mirada primera. Algo que también pasa en lo amoroso, por eso el gran tema literario es el amor, que tiene el poder de transformarnos.
-Tanto en esta última novela como en 'Donde no estás' (2014) las historias, protagonizadas por mujeres, tienen mucho que ver con los lazos familiares y la memoria.
-Sí, porque los mundos interesantes son los mundos complejos, porque la vida es compleja y contradictoria. Salinas distinguía entre la vida realizada y la vida querida. La primera era la que tenemos cada día, la de las obligaciones y compromisos, la de la identidad. Y sin embargo no coincide con la querida, la de las esperanzas, los anhelos, los sueños. Entrar en ese mundo es hacerlo en un espacio de cosas contradictorias. En esta novela se reflexiona sobre algo que parece muy evidente: los sueños son peligrosos. Hay que tener mucho cuidado. Con los propios y los ajenos. Es terrible ser prisionero del sueño de otra persona. Los conflictos que vemos en las parejas, muchas veces surgen de esa afán de alguien de impedir que abandone tu sueño. En la novela está representado a través de una foto de Jean Seberg. Pero, ¿fuera de ese sueño, qué hay? Todo deseamos en el fondo ser soñados, pero ese deseo se puede transformar en una cárcel. Mejor tener una ventana cerca.
-¿Los premios le han hecho replantear el compromiso consigo mismo?
-Evidentemente sí. Es una satisfacción personal, te permite celebrarlo con los amigos y la familia, pero que te den un premio tampoco tiene tanto significado. Como escritor, el verdadero premio es encontrar un lector que le lea de verdad. Joyce decía que andaba buscando un lector capaz de entregar su vida a la labor de leer un libro. Eso es un poco excesivo, pero también se tiró veinte años escribiendo el 'Ulises', era comprensible... El lector es aquel que vuelve real el sueño del libro.
-Sueño es una palabra que repite mucho.
-Tiene que ver con eso de la vida querida que decíamos antes. Con el mundo del deseo. Hablo de los sueños del despierto. Por eso me gusta tanto el cine, que tiene mucho que ver con el ensueño. Al apagarse las luces entras en un estado de duermevela, te separas del mundo real y lo que aparece en la pantalla pertenece a un mundo distinto. Todo el mundo del arte habla de nuestros deseos. Es ahí donde de verdad estamos.
-El proceso de plasmar por escrito todo eso que dice que se va encontrando, ¿es complicado?
-Es también contradictorio; difícil, pero placentero. El proceso de escritura es un proceso muy duro, porque lleva mucho tiempo, tienes que luchar con cada palabra, con cada frase, un montón de horas al día para sacar adelante medio folio. Lo asombroso es que gracias a ese esfuerzo, de pronto descubres cosas que nunca sospechaste que pudieran aparecer. Eso te da una satisfacción como pocas cosas en la vida. La escritura tiene que ver con la pasión. Sin no fuera algo pasional, no elegirías esta labor.
-Si, como afirma, vivimos en la medida en que contamos nuestra historia, ¿usted ha vivido mucho?
-Bueno, sí, muchas vidas, además. Una cosa son las vidas vividas y otra las soñadas.
-Volvemos al sueño.
-(Ríe) Hay una vida dormida en cada uno de nosotros. Me gusta el cuento de 'La Bella Durmiente' porque creo que eso es lo que representa. En nosotros hay imágenes que forman parte de nuestra vida, pero no hemos logrado vivir. Lo no vivido tiene casi más importancia que lo vivido, o al menos la misma. Es la falta de algo lo que nos hace ir en busca del otro.
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