«Quería hacer una 'novela burbuja', en la que quien lee esté en ella todo el tiempo»

José Ovejero (Madrid, 1958) es un escritor de largo recorrido que ha transitado casi todos los géneros, aunque el mayor reconocimiento le llegaría a través de la novela -en 2013 obtuvo el premio Alfaguara, que obtuvo por 'La invención del amor'- y el ensayo -con la 'La ética de la crueldad' obtuvo el Anagrama en 2012-, aunque también ha escrito poesía, relatos, teatro o libros de viaje, además de ejercer la traducción y el periodismo cultural.

-La primera tentación de todo crítico sería poner una etiqueta de 'distopía' a su novela, aunque parece que no le gusta mucho...

-Me gusta, yo también soy consumidor de distopías, pero creo que no es el enfoque correcto; en ellas se plantea un paisaje moral y social, la destrucción de las instituciones, y aquí no hay nada de eso. Se trata de una pequeña burbuja, pero no sabemos qué está sucediendo alrededor.

-¿En qué tiempo cronológico transcurre la acción de la novela?

-Yo me la imagino en un futuro muy cercano: es casi aquí y casi ahora. Pero no hay contexto, ni referencias al pasado. Me pareció que empezar a explicar era sacar a quien lee de la cabaña; en cambio no saber ni cuándo ni dónde te hace leer el libro de una manera diferente. Yo quería hacer una 'novela burbuja', en la que quien lee esté allí dentro todo el tiempo.

-Cede la voz a una mujer que ha renegado del mundo. Incluso utiliza un nombre ficticio, Andrea...

-Si es que se llama así realmente, Andrea. Pero, como ella dice ¿qué más da? Si un nombre sirve para identificar y allí están solos... Es una mujer dispuesta a cambiar su seguridad por su autonomía. Por eso, aunque hay un hombre que quiere ayudarla, no quiere que se quede en la cabaña, porque tendría que compartir las decisiones.

-Tampoco es fácil su relación con el niño, tan llena de silencios...

-No quiere quererle, porque el afecto nos condiciona. Nos lleva a decidir cosas en contra de nuestros deseos o nuestros intereses. Lo que pasa es que el afecto no se decide, y no tiene otro remedio que sentirlo en algún momento.

-Intereses que pasan, en primer lugar, por sobrevivir a un medio ambiente hostil.

-Idealizamos la naturaleza, pero en realidad tiene una potencia que puede desarbolar todo. La civilización, aunque no nos demos cuenta, es un proceso de emancipación de la naturaleza. Lo que ha sucedido es que lo hemos llevado demasiado lejos, y podríamos acabar destruyéndola, al menos en parte.

-Algún pasaje, en cambio, casi parece de un western...

-Un western crepuscular, ¿no? Ya no hay indios, no hay fuerte. Y esa sensación de estar en algún tipo de frontera, que allí a lo lejos está sucediendo algo que en cualquier momento puede llegar.

-Porque vemos el humo, pero ¿dónde está el fuego?

-No lo sabemos, ni qué lo ha provocado. ¿Es verdaderamente la destrucción de las ciudades? Lo que vemos es que existe algún tipo de desajuste social.

-Poco después de aparecer la novela, surgió la noticia de una historia real con cierto parecido, el retiro de Beatriz Montañez.

-Las decisiones nos parecen siempre individuales pero no lo son del todo; conozco mucha gente que se ha ido a un medio más rural, y tiene que ver con que las ciudades ya no son un lugar donde vivir sino uno donde consumir.

-Otra etiqueta ha sido 'thriller ecológico', ¿le agrada más?

-Bueno, la entiendo: es thriller, porque todo el tiempo hay una sensación de amenaza. Y ecológico porque aporta una mirada sobre la destrucción de la naturaleza. Pero yo no me anticipo a nada, todo está sucediendo ya.

-En cierto sentido, parece una naturaleza enferma...

-Y sin embargo hermosa. Hay momentos de contemplación en la novela, porque hay belleza también en todo eso.

-Es curioso que las abejas, cuya desaparición nos preocupa tanto, en realidad supongan un peligro constante para los protagonistas.

-Siempre estamos haciendo predicciones sobre cómo se va a comportar la naturaleza, y una y otra vez son erróneas. Hay cosas imprevisibles, y pueden ser buenas o malas.

-¿Y no temía caer en la parábola ecologista?

-No estaba en mi intención. Supongo que sencillamente me dejé influir por las noticias que leo. Y todo eso se filtra en la historia.

-Hace años que vive en el campo. ¿Le ha condicionado creativamente?

-Lo tengo claro: esta novela no existiría si no nos hubiéramos ido a vivir 'al monte'. Esto me ha llevado a observar la naturaleza de una manera mucho más directa. Tengo, por así decirlo, una atención distinta.

- La redactó antes de la pandemia. Si se la hubiera planteado ahora, ¿habría cambiado en algo?

-Es curioso, porque al principio se tomó como una novela del confinamiento, una reflexión casi poética sobre lo que nos estaba sucediendo. Pero me alegro de haberla escrito antes, porque me habría hecho demasiado dependiente de los sucesos concretos. En cambio, la novela habla de las sensaciones de epidemia antes de la epidemia.

-Es una obra muy breve, como si hubiera querido depurar todo lo superfluo...

-Mis novelas anteriores eran mucho más largas, y con una construcción más elaborada, pero en este caso simplemente encontré el tono adecuado y el ritmo adecuado y seguí escribiendo hasta que no tuve la necesidad de continuar. En cierto modo, yo también estaba en la cabaña.

-¿Y ha regresado a la cabaña para emprender un nuevo proyecto?

-Ya he salido, en realidad... En septiembre Páginas de Espuma publicará mi nuevo libro de cuentos, 'Mientras estamos muertos'.