Daniel Verbis
Secciones
Servicios
Destacamos
Daniel Verbis
«Esta estructura parece cerrada, pero hay intersticios blancos que te dejan saber que lo puedes atravesar». Daniel Verbis detalla una de las lecturas que surgen de la intervención que está realizando junto al Palacio de Festivales. El muro de las recién instaladas escaleras ... mecánicas es el espacio en el que plasma 'Detrás del telón no hay silencio'.
Un trabajo creado ex profeso para este lugar. Hace referencia al Palacio de Festivales y a que, «realmente, lo que vemos es una especie de pantalla, de telón, que de alguna manera es una barrera, una frontera, que si se abre nos puede descubrir las cosas intangibles; la música, el teatro, la palabra».
La técnica del autor, a modo de sastre, su manera de trabajar, es claramente identificable. «Estas piezas son como una piel, como un vestido y se adaptan al cuero, al muro y normalmente funcionan». Las ha tejido, a golpe de compresor, en museos, en espacios interiores, habitualmente temporales. Hay huellas de su sello en el Museo Herreriano, las galerías Maior, Pilar Serra, La Caja Negra o ARCO. Con ellas ha hecho ya «unas cuantas piezas», dice restando importancia a sus casi cuatro décadas de carrera; su primera exposición individual data de 1990.
En su estilo suelen variar los tamaños, colores, disposición, la relación entre las teselas…que quedan «como un juego perceptivo y dinámico». En este caso le interesaba no repetirse con el mural que ya había realizado en el muro de la cercana Escuela Naútico Pesquera hace unos diez años. «De alguna manera los colores ofrecen la idea de continuar el muro gris y marrón del entorno y unirlo con la estructura del Palacio». Un encuentro entre la tierra y el suelo «y cómo se conectan y se imbrican», a partir de la unión entre lo terrestre y lo celeste.
Verle trabajar es como observar una coreografía. Aunque reconoce estar sufriendo con el manejo de la grúa con la que alcanza la parte superior del muro, que no había utilizado antes, más allá de las complicaciones técnicas, su estilo es una pintura «muy física, que pertenece a lo que llamamos pintura de acción», explica. La parte del movimiento del cuerpo, del brazo, «crea los ritmos y da lugar a una pintura que tiene una buena visibilidad de cerca, pero se trata de que funcione también de lejos».
No habrá improvisación. Como observador, ve murales de artistas a los que admira. Unos le gustan y otros no, pero en conjunto los valora como algo que se «impone» como imagen al espectador. Por eso, lo que le gustaría es «no pasar desapercibido, porque todo artista plástico quiere mostrarse, pero sí que sea una intervención un tanto silenciosa, que se adapte al entorno, sin exaltar demasiado la imaginación». Que uno, añade, «se lo encuentre y de alguna manera le relaje, tenga una experiencia estética, pero no un sobresalto».
La responsabilidad de intervenir en el espacio público, hace recomendable que el resultado «sea mesurado», teniendo en cuenta que «no a todo el mundo le va a gustar lo que se ponga». De ahí esa defensa de lo silencioso, «arte que no levante la voz sino que susurre al público».
Ese arte público, a pie de calle, es el más cercano al ciudadano, pero también el más expuesto al vandalismo, caso de lo que ocurrió con su anterior trabajo en la ciudad. Pero no dramatiza con ese hecho. «Creo que nunca molestó y siempre estuvo ahí, bien situado», señala. «Yo confío en la gente y creo que respeta las cosas, pero a veces pasa –añade– En cualquier caso, el respeto también se lo gana uno y lo público debería ser siempre temporal, no con el ánimo de permanencia»
El artista desarrolla su proyecto en Santander de la mano de Juan Riancho. Es una manera de crear nuevas redes, tejer espacios creativos accesibles a cualquier ciudadano. «Todo lo que de alguna manera sale al exterior, es una forma de acercarse a otra gente». Quienes van a los museos o a las galerías representan un número reducido, que el autor compara con quienes acuden a las joyerías caras o las boutiques de alto estanding. «Cuesta cruzar el umbral de una galería y salir a la calle es una forma de llegar al público». El artista tiene la necesidad de expresarse, «que es un tópico», razona, porque «es como un niño al que si le enseñas un caramelo, lo coge y se lo come; si te ponen una pared, vas y haces algo».
El resultado de su proyecto en Santander será una pieza «bastante silenciosa». «Cuando estás dentro del mundo de la abstracción, con sus ritmos y dinamismo, lo que experimentas es que la gente llegue a una emoción más que a un último significado». En apenas unos días, será posible descubrir esa emoción.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.