Santander, la cantarina

En nuestras conversaciones se mezclaban la tristeza y la memoria entrañable que trataba de rescatar y compartir imágenes y encuentros en los que la figura de Puente brillaba siempre por su sencillez, su naturalidad, su bondad, y su compromiso con la vida, con la justicia y con la música. Su compromiso con Cantabria, la tierra que le puso en el mundo y a la que devolvió como legado un incansable amor por la tradición, por la identidad compartida a través de la música, con ese rabel inseparable cuyo cultivo trató de recuperar y dignificar, símbolo de siglos en cocinas, fiestas y caminos de felicidad de quienes nos precedieron, soporte para la dicha y para la lágrima, para la danza y para el canto.

Y en todas y cada una de esas conversaciones surgía la necesidad, la urgencia, del homenaje, como surgían también de forma insistente las palabras y la melodía de la más conocida de sus creaciones, 'Santander, la marinera', una habanera que ya forma parte del acervo propio de la gente de Santander y de la Cantabria toda. Una habanera milagrosa, que nos ha permitido observar un proceso esencial que siempre hemos conocido en la última fase, cuando la música se ha hecho ya de todos, se ha perdido memoria de sus creadores y creadoras y ha pasado a ser parte de eso que llamamos folclore o música tradicional. Pero aquí hemos visto nacer a la melodía sencilla, amable, conmovedora, y a la letra, tan bien construida y tan cercana a lo que los santanderinos sentimos sobre nuestro pedacito de mundo, hemos podido sonreír a su autor y decirle «Chema, pero qué bueno es esto que nos has cantado». Hemos visto como 'Santander, la marinera' crecía, como pasaba de boca a boca, cómo la adoptaban nuestras familias y amistades de la diáspora y cómo se volvía pieza obligada en el cierre de nuestros actos comunitarios públicos y privados, como la pieza, nacida del pueblo, de lo popular, de la habanera, volvía al pueblo hasta confundirse con su propia ternura y su voz propia. Cómo, con su autor vivito y rabeleando, observaba desbordado a su creación independizándose y haciéndose Cantabria.

Y así, comenzó a tejerse en una conversación entre varios de esos amigos y amigas el «sería bonito», «habría que», «a ver si lo pone en marcha», de un homenaje ciudadano, espontáneo, popular. Pequeño, sencillo y desde el corazón, que tiempo habrá de los solemnes y obligados de las instituciones. Un homenaje que sería, y que va a ser, una muestra de cariño y de gratitud a Chema Puente, por su vida, por su música, y por haber engendrado el regalo de esa habanera que todos cantamos, que todos nos sabemos, que a todos nos saca alguna lagrimilla y nos golpea con la fuerza del Viento Sur en el corazón. Un homenaje pedido por la propia canción:

«En Puertochico te espero,/ frente de Peña Cabarga./ Ponte el pañuelo encarnado/ y vamos a pasear».

El homenaje que del «sería bonito» pasó a la respuesta del «a ver si es verdad», «que no caiga en saco roto», y que empezó a volar por Twitter, Facebook, Bluesky, Whatsapp, de boca en boca, de barra en barra hasta ser.

Porque el sábado, siete de diciembre, a las doce de la mañana, junto a Pepe Hierro, tras los raqueros cantados por Pereda, al lado del banco donde soñaba y santanderineaba Isaac Cuende, en Puerto Chico, con Peña Cabarga a la vista, nos reuniremos por el don de la amistad, por el don de la gratitud, por el amor a la música y como homenaje a Chema, con el pañuelo encarnado, para cantar alto y fuerte 'Santander, la marinera'. Tan alto y tan fuerte que Chema Puente nos sienta y nos sonría sabiéndose celebrado y cumplido. En un instante al que todos estáis invitados.

Y después, a pasear. Para celebrar por Chema la vida, la libertad, la memoria, el abrazo fraterno, la amistad, la justicia, la tierra…