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«Mi elección vuelve a demostrar otra vez que en la cultura contemporánea, lo aparentemente menor o geográficamente periférico constituye una aportación fundamental». Las palabras ... expresadas en junio por el gallego Manuel Segade al conocer su nombramiento como director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía tienen una correspondencia con su concepción, querencia y valoración de proyectos como el del Archivo Lafuente integrado en el desembarco del museo madrileño en Santander. Segade, exdirector del Dos de Mayo, historiador del arte, comisario del Pabellón de España de la Bienal de Venecia en 2017, investigador de la construcción estética o la teoría queer y autor del ensayo 'Narciso fin de siglo', se ha convertido en el primer apasionado del «apabullante» material del Archivo Lafuente.
Esta semana conoció el edificio que albergará el centro asociado. Segade, que considera fundamental la integración del Reina en la escena local, anuncia que la sede santanderina contará con dirección propia.
-¿Qué impresión le ha causado el edificio que albergará el proyecto del Centro Asociado, en el que permanecen todavía algunos símbolos del franquismo?
-Bueno, al margen de lo histórico y del pasado, ahora va correr el aire en un espacio que por otra parte, es un edificio magnífico. Esa idea de partir del cascarón me parece realmente brillante. El volumen es fantástico, un sitio ideal que oxigena las vías de alrededor, casi literalmente dentro de un parque. Y me parece que resulta muy inteligente mantener todo ese diseño, pero también lo es limpiar el edificio con esa promesa de apertura que tiene la propia arquitectura que propicia el patio interior, de arriba a abajo. Una especie de gran linterna que gobierna el edificio y que curiosamente teniendo como destino un archivo, alumbra una estancia de conocimiento y se convierte en un faro del saber.
-Hubo en estos años de negociaciones, temores y prejuicios. Por ejemplo, que la sede de Santander podría ser el principio de una serie de franquicias del Reina Sofía, como el modelo francés, o una especie de delegación subordinada. Al margen de la ya denominación final, ¿cómo define Segade, recién llegado, al proyecto de Santander?
-Efectivamente lo de centro asociado se debe a la forma jurídica que tiene que adoptar y asumir. Precisamente lo que está definiéndose ahora es si tiene que ser fundación, consorcio, qué tipo de fórmula administrativa debe adoptar para sumar fuerza de las administraciones que forman parte del proyecto, e incluso del propio José María Lafuente para dejar claro qué papel va a tener en este entramado como eje original del trayecto que nos ha traído hasta aquí. Ahora bien, hay algo fundamental, lo llamemos como lo llamemos este proyecto es la primera sede del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía fuera de Madrid.
-¿Habrá entonces más?
-No, no. No tiene por qué. De hecho no hay ningún otro proyecto similar. Que existía ese miedo a la franquicia, sí; pero desde luego si hay una cosa que debe quedar clara es que si el Museo Nacional está poniendo su nombre a un lugar, tiene que ser de su propia naturaleza. Es decir, asumirlo como propio, esperar que tenga (al margen de la centralidad de Madrid) dirección propia y que sea alquien que viva y esté inmerso en la escena local. Una escena que es sumamente rica, no solo en sí misma, sino también con todo lo que tiene cerca. Hay un camino cultural en toda la zona norte que es fundamental mantener y potenciar desde la perspectiva nacional que nos compete. Y, por otro lado, es clave esa sensación de fijar el pensamiento en lo local. Si hoy (por el pasado jueves, fecha del encuentro institucional en Santander) hemos venido ocho personas del Reina es precisamente por la importancia que queremos dar al territorio local. Es necesario que nuestros propios equipos entiendan la escena en la que se insertan y, poco a poco -lo que voy a intentar en cada una de las visitas que vayamos haciendo con los arquitectos o con la representación política- iré trayendo a las personas de las diferentes jefaturas y áreas del Museo para que exista intercambio con los otros espacios culturales y de arte, algunos camino de ponerse en marcha. Lo que está claro es que si el Museo Nacional ha llegado hasta aquí es para responder a una idea clara: no viene a obnubilar al resto de la escena local, sino precisamente a sumar. En esta visita, por ejemplo, hemos aprovechado para recorrer desde las Naves de Gamazo (Enaire) hasta fluent (ese pequeño espacio independiente internacional) porque es muy importante que veamos qué tipo de texturas se están haciendo. Lo menor y lo mayor deben ser partes del equilibrio del territorio en el que nos insertamos. Una institución privada no tiene ninguna obligación de hacer tejido aunque lo está haciendo, pero obviamente una institución pública es fundamental que esté tejiendo las relaciones, en este caso de Santander con otras zonas de España.
-Aún es prematurro, ¿pero qué diseño de futuro prevé en esta presencia en su sede santanderina del Museo que dirige. ¿Es lógico pensar en un fondo permanente y en una serie de muestras temporales?
-Desde luego los de Santander serán proyectos específicos que se desarrollarán en relación con otras instituciones extranjeras o del resto del país, pero por supuesto diseñadas para este espacio y muy diferentes a las que tenemos en el Museo Nacional donde ya contamos con cuatro edificios distintos. Pero lo importante es que no hablamos de una colección permanente, sino del Archivo permanente. Hay que tener en cuenta la capacidad física de exhibición y, además, que la obra en papel no puede exhibirse más de seis meses (los conservadores más puristas se decantan por cuatro). Pero la rotación de materiales que la gente pueda ver tiene que ser enorme y en ese formato las muestras temporales deberán ser tres al año. Y sí contarán con un ADN, una genética propia ligada a las líneas de trabajo del Archivo, pero no tienen por qué ser solo exclusivas del material del Archivo Lafuente.
-¿Una difícil conjunción expositiva?
-El antiguo banco permite muchas posibilidades. Un edificio que, además, con sus espacios singulares como la terraza o el ágora de la entrada puede propiciar cosas específicas, incluso con artistas locales, lo cual me parece fundamental junto a insertar ese tipo de programas que atraviesan el propio Reina Sofía: desde un apoyo a un artista emergente a cruces internacionales. Antes de que tengamos la sede como tal, en dos años, vamos a empezar a hacer actuaciones con el Archivo. En 2024 habrá una exposición muy fuerte con respecto a un evento del Gobierno español en el extranjero. Y el propio Reina tiene dos salas de protocolo bellísimas en el edificio Sabatini, antigua lavandería del hospital, con arquitectura de madera, que queremos convertir en lugares que vayan dando a conocer capítulos del archivo hasta que existe la sede de Santander. Hay que hacer ruido de lo que va a venir y justificar públicamente la inversión de esos materiales apabullantes que tiene el Archivo Lafuente.
-¿Cómo define el Archivo que ha generado Lafuente durante más de veinte años?
-Pese a conocer previamente el contenido y las diversas colecciones, fue realmente impactante la primera visita. Me fui entusiasmando a medida que José María me mostraba los papeles y piezas. La sensación fue de Síndrome de Stendhal intelectual. Hay belleza, por supuesto, pero lo atractivo es lo que puede generar, las construcciones del mundo del arte, de las formas culturales...A veces no es tan fácil desmontar relatos a partir de la cultura material de las grandes obras de la historia del arte. Pero cuando tienes un archivo los entramados asoman ahí. Solo tienes que colocar un cosa al lado de la otra y los relatos se producen. Cuando hacemos exposiciones tienes que testear, pero el archivo lo muestra naturalmente. Esa ósmosis que generan los relatos se produce sola. Aquí en el centro asociado uno de los puntos fundamentales, al margen de las muestras, será la conversión del proyecto en un centro de investigación de primer orden. Ofrecer becas o residencias de investigación puede suponer un intercambio clave del proyecto. Además, la investigación en grandes ciudades conlleva mayores dificultades de concentración. Santander permite precisamente lo contrario, una investigación fantástica y un intercambio cultural nuevo.
-Coincidirán en el tiempo (hacia 2025) la puesta en marcha de varias infraestructuras culturales que, además, llevan implícitas lecturas y tiempos diferentes del relato artístico, del Mupac a Faro Santander. ¿En qué medida condiciona la relación entre entidades y con los visitantes potenciales?
-Cualquier tipo de infraestructura cultural cuando se sitúa al lado de otra genera una competencia, que es sana. Es bueno hablar de nivel de exigencia y de rigor en cada programación, lo que lleva a otras a mantenerlo. El Reina por su estatus debe marcar muchas pautas en ese nivel, pero también cuando los públicos están educados y acostumbrados a acudir a cierto tipo de citas culturales, todo es más fácil. Cuanto más masa generamos de lugares de ocio cultural, investigación o simplemente para perder el tiempo, todo suma. Ese trabajo educativo con los niños que realiza la Fundación Botín garantiza ya un público para el futuro. Y, por supuesto, no hay que olvidar que el epicentro debe ser el de la escena local. Y esa supernoticia de infraestructuras juntas siempre propicia un turismo cultural que ayuda. Y como ya sucediera con Bilbao, se vuelve a demostrar que la cultura es un motor de primer orden, lo que en nuestro país tendemos a olvidar pese a lo que revela la cifra de aportación del sector cultural al PIB. Ante una ciudad como Santander, en los últimos años lo llamativo ha sido la naturalidad y regularidad con la que el visitante viene desde fuera porque se ofrece un contenido permanente de referencia y no solo en verano como antes. Lo que siempre me ha sorprendido de Santander es el nivel de peso, notorio a nivel nacional, al repasar los nombres de gestores, artistas, que en el sector del arte contemporáneo es increíble. Y ello justifica y hace natural que un proyecto como el del Reina Sofía aquí venga ya situado, pues forma parte de un contexto que ya existía y que no estamos inventando de la nada. Hay justicia poética en el hecho de que el Reina haya llegado aquí.
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Ana del Castillo
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