La reinosana Chelo Matesanz abre el año en la galería nacional Espacio Olvera

Las hermanas Justa y Rufina nacen en la Triana hispalense de 268 y 270 (respectivamente) en el seno de una familia alfarera de cristiana clandestinidad. Era costumbre entonces celebrar una procesión anual honor a Venus donde se conmemora la muerte de Adonis. Durante la procesión, los participantes de esta piden limosna en honor a la diosa. Dado el momento, el cortejo llega a la puerta de la casa de Justa y Rufina, donde ellas venden pequeños utensilios de barro (así es como se ganan la vida). Los devotos de Venus piden los honorarios pertinentes a las hermanas, a lo que ellas se niegan por ser un acto contrario a su fe. Ante la negativa, una camarilla pagana decide destrozar los utensilios de barro que vendían las hermanas.

Justa y Rufina deciden hacer añicos la imagen de Venus. El prefecto romano hispalense Diogeniano encarcela a las hermanas y las hace pasar por la tortura del potro, de los garfios de hierro, del hambre o de la sed, sin que surta efecto alguno... «hasta la muerte de la hermana mayor, Justa, que será tirada a un pozo. Rufina sobrevive y es echada a un león en el anfiteatro, lo que sólo supuso unos cuantos lametones de la fiera a la joven alfarera. Diogeniano, colmado de frustración, decide decapitar y quemar el cuerpo de la hermana menor». Ambos cuerpos son rescatados y enterrados por el obispo Sabino en el 287. Estas son las premisas con las que se origina esta exposición.

Guillermo Amaya apunta que si bien es cierto que las trayectorias de Matesanz e Ybarra son bastante diferentes y sus trabajos en ocasiones totalmente dispares, «es curioso ver cómo en ciertos trabajos (sobre todo cuando trabajan la cerámica) se asemejan en un plano estético. En el hilo narrativo de la exposición, a pesar de estar envuelto en un halo de mitología e incluso misticismo, aparece «la tortura, la muerte, el amor o el incesto, para lo cual era esencial una estética vehemente, trémula». Chelo Matesanz ha demostrado desde sus primeras exposiciones en los ochenta en la galería Siboney ser una artista con una trayectoria coherente, sabiendo enfrentarse con inteligencia y humor a algunos de los tabúes presentes en nuestra sociedad. La obra de Matesanz se fundamenta en muchas ocasiones a través del humor, «sin dejar de aflorar en el mismo la responsabilidad y la seriedad». La artista cántabra, que el pasado año intervino en la serie 'Festina lente' de La Caverna de la luz, es licenciada en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco, profesora Titular de Pintura en la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra. Desde los noventa, periodo en el que obtuvo becas y reconocimientos, ha desarrollado una ingente carrera artística sembrada por numerosas exposiciones individuales y colectivas.

Su última gran cita en Cantabria tuvo lugar hace dos años de la mano de Marta Mantecón en la temporada de la Sala Robayera de Miengo. Matesanz se ha caracterizado por una creación transgresora, con una fuerte carga subyacente, irónica, lúdica y trágica. Fruto de una obra elaborada en torno a la condición femenina, con una clara continuidad de temas como el sarcasmo, la sexualidad, la violencia doméstica, o la agresividad soterrada, el Centro Gallego de Arte Contemporáneo revisó su creación. En 2018, en Olvera también, mostró 'Vírgenes para vestir'. Una constatación más de su madurez artística, «no sólo su maestría en el uso de las diferentes técnicas utilizadas, sino a la capacidad de transmitir mediante la sencillez de sus trabajos».