«Es la repetición de mentiras, una tras otra, la que nos lleva a enfrentarnos»
Manu Brabo | Fotoperiodista ·
El fotógrafo asturiano, premio Pulitzer por su trabajo en Siria, participará hoy en el foro TEDx Plaza CañadíoSecciones
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Manu Brabo | Fotoperiodista ·
El fotógrafo asturiano, premio Pulitzer por su trabajo en Siria, participará hoy en el foro TEDx Plaza CañadíoCuando ves la guerra de cerca, la de verdad, no la de las películas, algo muere en ti. Entra una persona y sale otra. Esa es la experiencia del asturiano Manu Brabo (Zaragoza, 1981), fotógrafo especializado en conflictos bélicos que trabaja para la agencia Associated Press (AP) y que en 2013 fue galardonado con el premio Pulitzer, el más importante del periodismo a nivel internacional, por su trabajo en la guerra de Siria. Brabo estará hoy en Santander para participar en el encuentro 'Conexiones' del foro TEDx Plaza Cañadío, que se celebra hoy en el Paraninfo de la Magdalena entre las 17.00 y las 21.30 horas.
-De la guerra a una charla sobre un tranquilo escenario en un país occidental. ¿Qué piensa cuando vuelve de un conflicto y se reencuentra con nuestra sociedad?
-La verdad es que ya estoy un poco acostumbrado (risas). Al principio sí que chocaba bastante y la adaptación costaba más, pero ahora lo llevo con bastante normalidad.
-Si el ser humano es, en el fondo, el mismo, ¿por qué ellos se matan y aquí la gente va al fútbol?
-Bueno, aquí también nos matamos por el fútbol. Sí que hay un momento dado en el que empiezas a plantearte la magnitud de los problemas por los que nos quejamos los unos y los otros, y a veces sí que se te quitan las ganas de quejarte por gilipolleces. También es cierto que no deja de ser agradable llegar a un mundo en el que no nos andamos pegando machetazos por ahí.
-¿Dónde, cuándo, por qué empieza una guerra?
-Dicen que la primera víctima de una guerra es la verdad, pero creo que ni siquiera es así. Al final es la repetición de mentiras, una detrás de la otra, la que nos acaba llevando a darnos de leches. Siempre pongo el mismo ejemplo en ese sentido, el caso de Ucrania, que era la gran esperanza de Europa del este y ya se ve cómo les va. Empezó con gente saliendo a una plaza pidiendo quitar a un gobierno y se han metido en un lío importante. No sé cómo se puede arreglar eso. Lo que está claro es que para que crezca el trigo primero hay que sembrar el campo.
-¿Quién tiene más responsabilidad en estos conflictos, las élites o los ciudadanos?
-Al final los que se están dando de leches son los que están ahí abajo. Cuando empiezan estas dinámicas de tergiversar informaciones con determinados intereses para mover a la masa en una u otra dirección, porque la masa no deja de ser la masa, pienso que muchas veces todas estas cosas suceden porque hay fallos de cálculo. La gente empieza a tirar de la cuerda, empieza a tensarla y solo tienes que poner el primer muerto encima de la mesa para que vengan todos los demás.
-¿Cómo afronta el hecho de encontrarse en esos ambientes y situaciones?
-Cuando te metes en un berenjenal de esos, ya sabes que tu vida depende de demasiadas personas que no eres tú, que hay mucha gente intentando matar, y llega un momento en el que tú puedes intentar minimizar riesgos, pero siempre existe un riesgo importante.
-Aburrirse no se aburre, entiendo.
-No, no, para nada. Aunque bueno, también hay veces que la guerra es muy sosa. Cuando no pasa nada es un coñazo absoluto, porque no puedes ir al cine ni a los bolos ni a nada.
-¿Cómo deben actuar los periodistas en un conflicto? ¿Por qué es importante ese trabajo?
-No es ni más ni menos importante que otras formas de periodismo. A mi me lo parece pero porque es el que me gusta hacer (risas). Lo único que entiendo es que estas cosas hay que hacerlas con honestidad y con seriedad, porque en un momento dado eres el responsable de transmitir un mensaje y de contar una situación muy jodida de determinada gente a otra gente que no está tan jodida. Explicar una realidad compleja de personas que están pasándolo mal de una manera sencilla a gente que muchas veces no tiene nada que ver con el patrón cultural de las otras personas, y hacerlo de una manera que consigas que esa gente que recibe el mensaje empatice. Esa es la responsabilidad que se tiene allí. Pero obviamente lo que sí necesitas es honestidad. Lo de la objetividad no existe, es un cuento que nos meten en las escuelas de periodismo. El lenguaje es subjetivo, lo que yo encuadro con la cámara es subjetivo... Lo único que puedo ser es honesto. La idea, el objetivo de nuestro trabajo es que la gente se consiga meter en la realidad del otro por un instante. Que se revuelvan, que piensen. Y que en un momento dado sean más porosos a los problemas de los demás.
-¿Qué cualidades o habilidades debe tener un reportero de guerra? ¿El caso del fotoreportero es igual?
-Una buena pedrada (risas). Es difícil porque no hay un perfil cerrado. Yo me encuentro cada personaje por allí que dices «madre mía», pero supongo que otros que me vean a mi se preguntarán que a dónde va este chiflado. Creo que sobre todo en determinados momentos tienes que saber manejar los miedos y los instintos de supervivencia, que a veces nos pueden jugar malas pasadas. Si te pega un ataque de pánico te puede acabar generando muchos problemas porque al final obedeces más a los instintos que a la razón. Por eso es importante saber tener la cabeza fría. En lo demás creo que lo mismo que cualquier buen periodista; creo que podría serlo en Santander o en Alepo, lo que pasa es que obviamente las circunstancias son un poco diversas y requieren esa sangre fría y ese saber estar para poder llevar a cabo tu trabajo, pero el proceso de trabajo es básicamente lo mismo.
-¿Cómo se embarcó en un conflicto por primera vez?
-En mi caso empecé a estudiar fotografía sabiendo que quería hacer esto, pero sí que es cierto que los conflictos tienen distintas intensidades. En mi caso entro en el primer conflicto gordo, que tiene aviones y caen bombas, con 30 años, pero antes había estado en zonas de postguerra, en territorios ocupados, en Haití con el terremoto... En realidad, o así lo pensé yo, vas poco a poco subiendo el nivel, porque luego sí que es cierto que hay determinadas situaciones en las que tienes que saber estar. Y en eso siempre digo lo mismo: jugarte la vida por una foto es una estupidez, pero jugártela por una foto sobre expuesta ya es de gilipollas integral. Hay que saber discernir, y al final lo de la cabeza fría es algo que se entrena.
-¿Cuál es el conflicto más duro o complejo en el que ha estado?
-El más duro ha sido Siria. Estuve entre 2012 y 2013 en Alepo y aquello fue un puto infierno. Ahí entramos muchos pero no salió ninguno. Lo que salió de allí no fue lo mismo que entró. El Manu que entró allí era otra cosa de lo que es ahora.
-El periodismo, o al menos su modelo de negocio, está pasando momento difíciles. ¿Cuáles cree que son las causas de la situación? ¿Qué debe ofrecer el periodismo y los medios en el futuro para garantizar su futuro?
-No sé... Ejercerlo en el extranjero, me imagino (risas). Es una pregunta compleja, pero entiendo que los modelos de negocio que funcionan son los que hacen una apuesta por coberturas de entidad y de calidad hechas por buenos profesionales. Si acabas llenando tus páginas del periódico con notas de agencia que tiene todo el mundo, y le pides a tu prima para que haga las fotos, y contratas a un chaval que acaba haciendo 800 notas por cuatro duros... Pues no le puedo pedir que me haga unos artículos de la leche. Hay que apostar por un periodismo de calidad porque la gente no es tonta. En nuestro país, además, tenemos el gran problema de que los medios tiene cada uno su agenda política, pero han llegado a tal punto que parecen fancines de partidos. En esa situación lo normal es que la gente se cabree y que acabe buscando noticias en cualquier página. También hay otra historia bastante interesante desde el punto de vista de los consumidores de prensa, y que es uno de los grandes problemas que veo, y que radica en que la gente no quiere informarse. La gente busca información que satisfaga los puntos de vista que ya tienen. Al final, si tú eres independentista catalán, vas a buscar los medios que te confirmen lo que tu ya piensas. No se lee con el afán de informarse, se lee con el afán de reafirmarte a ti mismo lo que ya piensas. Es un gran problema, porque en una época en la que la información y el acceso a ella están más democratizados que nunca, la gente reduce su consumo de información básicamente a lo que le cuenta su vecino, que piensa igual que él. Es como si fueran de un equipo de fútbol. «Y voy al estadio a ver al Sporting y a tomar por culo, si gana o si pierde, juegue bien o juegue mal, yo soy del Sporting». Y aquí pasa algo parecido con la política, estamos un poco fanatizados. Éste es uno de los puntos más interesantes. Cuando participo en alguna charla siempre lo digo: necesitamos ser consumidores activos de prensa, no pasivos. Tenemos que confrontar nuestras informaciones y nuestras formas de ver el mundo, porque si no es una gilipollez, si no... ¿Para que voy a la guerra de Siria, si tú ya sabes que Bashar al-Assad es el bueno, que los otros tíos son terroristas? Si tú ya sabes todo eso en el salón de tu casa, entonces mi trabajo obviamente es estúpido.
-¿Le ha cambiado la vida el Pulitzer que recibió por su trabajo allí?
-Me imagino que sí, que me la ha cambiado. Ahora ya no sé cómo sería mi vida sin él. No es un premio que haya buscado, obviamente. Cuando la gente me pregunta si es fácil o difícil siempre les digo que a mi me resultó chupado. Porque no pensaba ganarlo, me refiero.
-¿En qué lío se encuentra metido ahora? ¿Cuáles son sus planes de futuro?
-Ahora mismo no lo sé. Lo único que tengo claro es que tengo dos proyectos que quiero sacar adelante aquí, en España, que también hay cosas que contar muy interesantes por aquí. Y más allá de eso pues nada, siempre alerta, a lo que llamen. Siempre en guardia. De momento he llegado de Siria hace dos semanas y en noviembre me quedo. En diciembre ya veremos qué se tercia.
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