Secciones
Servicios
Destacamos
Hace 30 años que todo empezó. En Rosario, Argentina, Aldo El-Jatib sembró la semilla del frondoso jardín que es hoy El Rayo Misterioso. Una compañía singular, denominada Grupo Laboratorio de Teatro, que desde hace un mes, a modo de troupe circense viaja por Europa y que esta noche desplegará en la Muestra de Teatro Contemporáneo de la Universidad de Cantabria, su filosofía en la escena (Paraninfo de Las Llamas, 20.00 horas). Será con la obra 'BuenosDíasSeñoritaLelia', que como explica una de las intérpretes, María Ángeles Oliver, es una crítica a la enseñanza. Un repaso que parte de la escuela de un momento determinado «la de nuestros abuelos», que fue contando qué era verdad y qué no. «Nos fue moldeando, reprimiendo». Pasan por la historia, no solo de Argentina, sino por los grandes acontecimientos «que han golpeado al ser humano»; las guerras, los dictadores, las grandes maldades «que nacieron a partir de heridas de la niñez». De hecho, el subtítulo del espectáculo es «Cómo podemos evitar que un niño se convierta en un monstruo».
El objetivo de El Rayo Milagroso siempre ha sido «permanencia y continuidad». Los ejes del proyecto asentados por El-Jaid, director y actor de la compañía, están definidos por la búsqueda de «nuevas formas espectaculares» y para eso «siempre supimos que era necesario mantenerse en el tiempo». A día de hoy es un gran trabajo de dinámica de grupo, y un compromiso por parte de los integrantes, de «sostener los principios, valores, transmitir lo que se logró...». Si no existe esa dedicación, los grupos tienden a romperse, razona Oliver. Y cita a Fernando Taviani, quien afirma que un grupo de teatro está poseído más por el demonio de la disolución que por el ángel guardián de la permanencia. «Se da esta cosa extraña en la que no eres una familia, ni un grupo de ayuda, y en nuestro caso, somos un grupo independiente autogestivo con valores éticos y estéticos». Esto implica que ninguno cobra un sueldo ni trabaja fuera del proyecto. Hay un criterio de austeridad, de comunidad, que se gestiona con un fondo común. Giras «a modo circo» en las que viajan juntos, los once, se alojan juntos, comparten y conviven. El proyecto no solo se mantiene, sino que crece. Su sala está abierta, como dicen «de diciembre a diciembre». Tienen una editorial, publican libros, una cafetería, una escuela...
No separan la ética de la estética. Los espectáculos que hacen lo reflejan. «No sería posible sin ese comportamiento grupal, porque están hechos entre todos». No hay protagonistas. Funcionan con precisión, cambios inesperados y mucho trabajo detrás. Como una gran máquina. Quedará patente en su representación en la Muestra. «El texto, desde el principio al final, está dicho entre todos», ejemplifica. «Tratamos de resaltar las miserias humanas para mantener la conciencia despierta». En este caso, la importancia de enseñar a los niños la importancia verdadera de las cosas.
En esa reflexión sobre la importancia de los valores en los que se educa, Oliver echa la vista hacia su propio país, Argentina, y a Javier Milei, el ultraderechista que preside la nación desde hace once meses. «Un niño carente de afecto que se convierte en una cosa horrorosa», dice, sin una clase política que lo detenga. «Lo dejan que se haga el loquito mientras los Macri, los Caputo, las mil familias ricas de Argentina que están detrás, manejan todo». La situación es algo «que ni nosotros mismos podemos creer», expone. «Tenemos una gimnasia muy grande los argentinos de causarnos problemas y vivir al borde del estallido constante. Como no tenemos catástrofes naturales, nos las buscamos humanas». No es algo nuevo para ellos, sino un ciclo repetido que da como resultado pobreza para gran parte de la población en una sociedad divida entre «quien tiene mucho y ni si entera de lo que pasa y quien es muy pobre». La clase media comienza a inclinarse hacia la segunda mitad y ahí puede estar la clave. «A la clase media argentina, cuando se la toca, explota». Y el marco temporal, lo ponen en las navidades. «Siempre pasa en diciembre, cuando la gente se da cuenta de que no puede pasar las fiestas como las pasaba antes».
El Rayo Misterioso quiere devolver al teatro su categoría de arte. «Hace mucho que se empezó a alejar de su originalidad como hecho artístico», lamenta la actriz. Primero se lo disoció de los orígenes dionisíacos y se le empezó a dar importancia al texto. Más tarde se llevó a un lugar de entretenimiento, que haya reír y ayude a pasar el rato. Para nosotros es importante que sea entretenido, no tendemos a algo soporífero. «Lo vemos como arte, belleza, verdad; lo que es verdad es bello y es artístico». El sentido artístico reside en que el teatro no es ficción, sino el lugar donde se puede ser más verdaderos, «mientras que actuamos en la vida para poder sobrevivir. Sanar transmitiendo una verdad que sana también a quien lo ve».
En su proyecto destaca El Laboratorio del Rayo, el espacio donde, a partir de la práctica y de los grandes maestros, han ido evolucionando para encontrar su propia técnica actoral. Lo compara Oliver con un laboratorio científico donde las personas se sumergen en la investigación y le dedican años de su vida hasta encontrar lo que están buscando.
El 7 de diciembre comenzarán una nueva edición, la XXI del Festival Experimenta Teatro. Y al terminar, montarán una buena fiesta. No todos los días se cumplen 30 años de resistencia dentro y fuera del escenario.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Las zarceras tras las que se esconde un polígono industrial del vino en Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Noticias seleccionadas
Ana del Castillo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.