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Tiene una relación con la escritura «absolutamente original» porque está «desde el principio». Pilar Ruiz aprendió a leer y escribir muy niña y aunque se reconoce sobre todo lectora, escribe desde que tiene uso de razón. «No imagino mi vida sin poder contar historias», que ... es, dice, el oficio más viejo del mundo, porque «ya las contaban en Altamira». La última a la que la guionista y directora de cine ha dado forma es 'El cazador del mar' (Roca Editorial, 2024), una novela negra con Santander como escenario de la trama. La presenta hoy en la Librería Gil (13.00 horas), acompañada por Regino Mateo e Yves de Villegas.
–El paisaje que recrea es perfectamente reconocible para un santanderino y ¿parte de su propia historia?
–Toda la historia tenía que localizarse alrededor de la bahía. Es como el corazón y el ojo gigante de mi infancia y mi adolescencia. Toda la vida se hace a su alrededor en Santander. Es curioso, porque quizá la apreciamos más los que vivimos fuera desde hace años. Yo llego a la ciudad y lo primero que tengo que hacer es asomarme. Es la bahía de mi memoria visual y sentimental.
–En ese juego de memoria, recupera algunos crímenes reales, como el de las niñas de Aguilar de Campoo o La Dama del Camello, que no se han resuelto.
–Esta es la vena periodística que tengo. El caso sin resolver es siempre una joya narrativa para el escritor, dicho con todo el respeto para las víctimas y sus familiares, pero no deja de obsesionarnos a los que contamos historias. Incompletas en la realidad, pero que te empujan a darle una explicación en la ficción. Esto no es una crónica; queda la naturaleza del hecho, pero las circunstancias cambian.
–Refleja un Santander con dos extremos, uno opulento y clasista, otro de barrio y más turbio. ¿Es ficción o se acerca a la realidad?
–Creo que se acerca a la realidad de todas las ciudades. Tienen una fachada para la postal y el turismo y luego esa parte oscura y escondida. Siempre vas a encontrar el lado oscuro de la luna y la novela negra enfrenta esos dos mundos, de una forma arquetípica y clásica. El policía puede infiltrarse dentro de los dos mundos. Está al margen. Se parece al periodista. En contacto con unos y otros sin pertenecer a ninguno.
–En este libro mezcla cuestiones como el cambio climático, el auge de la extrema derecha, la inmigracion, las mujeres en puestos de poder, la turistificación…
–Le doy mucha importancia a la estructura, pero las historias tienen su propia vida y respiran por donde respiran. Algunas cosas estaban desde el principio y con otras me he cruzado. Me obligo a ser muy estructurada, pero la historia te lleva por otros derroteros y yo me dejo llevar. Siempre que no te desvíes de la trama original, pero eso nos da vida a los escritores, que si no pareceríamos inteligencias artificiales.
–¿Le cuesta terminar una historia?
–No, justo por esa estructura. El principio y el final siempre lo tengo. Una cosa que decía mi maestro José Luis Borau: lo del medio ya veremos.
–Hay cierta deriva hacia lo cinematográfico en su manera de plasmar el relato.
–No puedo evitarlo, porque vengo de donde vengo. El lenguaje cinematográfico, precisamente en el género negro, es lo que mejor puedo utilizar y tiene que ver con el auge de la novela negra y del cine negro. Hay una convivencia y casi una relación de fraternidad entre ambas. Esta forma de expresión le viene como anillo al dedo a lo policiaco.
–Ha pensado llevar sus propios libros a la pantalla.
–Eso ni te lo planteas cuando estás escribiendo, porque como conoces muy bien el trabajo ingente y la suerte que hay que tener para levantar un proyecto de película. Todos tenemos un montón de películas en un cajón que han estado a punto de rodarse. Son cuatro o cinco años de tu vida para que no salga nada. Así que no.
–Mar Lanza ya trabaja en nuevos casos.
–Está de vacaciones. Ya va siendo hora de que descanse. La siguiente novela, que ya está en marcha, no va a tener nada que ver con lo policiaco. Se llama 'La tercera hija' y la protagonista es un ama de cría pasiega en el siglo XIX.
–Volviendo a su infancia.
–Tampoco lo puedo evitar. Vuelvo siempre a Cantabria.
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