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Mostrar el poso de los conflictos olvidados, retratarlos a través de quienes los sufrieron y viven anclados a la realidad que éstos dejaron, siempre sin posibilidad de escapar, es el objetivo de 'Tierra de leche y miel', el documental dirigido de forma coral por el ... cántabro Carlos Mora (Santander, 1979), Gonzalo Recio y Héctor Domínguez-Viguer. Cinco años de compromiso y trabajo que han desembocado en su estreno en la Seminci, preludio de su recorrido por las salas de cine. Gracias a él, los espectadores pueden conocer la actual realidad de los refugiados en Grecia, de quienes afrontan el día a día en un Sarajevo marcado todavía por las cicatrices del conflicto y también de los habitantes de Georgia, anclados a la cruda realidad en que dejaron sumido al país las guerras de Abjasia.
-¿Cómo surgió y se ha desarrollado el documental 'Tierra de leche y miel'?
-Es un proyecto que ha durado cinco años y que surgió porque nos sentimos atraídos por todo lo que estaba sucediendo tras la guerra de Siria y el éxodo de refugiados que hubo hacia Europa a través de Grecia, y decidimos ir a filmarlo y a retratarlo. Fue una aventura en la que durante varios meses estuvimos en varios países conociendo estas otras realidades. Recorrimos varios campos de refugiados habitados sobre todo por sirios, afganos e iraquíes que huían de este y otros conflictos.
-Pero el filme también recoge la realidad de otros lugares.
-Sí, después decidimos ampliar el retrato y continuar por otros países que también habían sufrido situaciones horribles semejantes pero en otras épocas, como la atomización de Yugoslavia entre 1992 y 1995 o la escisión de la región de Abjasia de Georgia. Empezamos por Grecia, después estuvimos en Sarajevo y acabamos cruzando Turquía para llegar a Armenia y Georgia.
-Aunque es un documental tiene un componente cinematográfico muy destacado. ¿Cómo han orquestado ambos enfoques?
-Poniendo el foco y centrando el metraje en aquellas personas con las que hemos convivido y con las que hemos sentido más empatía. Ha sido un proceso muy largo, a lo largo del cual les hemos acompañado y escuchado hasta llegar realmente a conocerles. En general es un documental que se sirve de las herramientas de la ficción por la forma en que ha sido filmado y porque no hay ninguna entrevista ni declaraciones.
-Han situado el factor humano en el centro del eje narrativo...
-Sí, se trataba de escuchar su rabia, de saber todo lo que han tenido que dejar atrás, de plasmar sus anhelos de futuro. Gracias a todo ese tiempo que compartimos con ellos al final conseguimos que su apertura fuera orgánica, que se olvidaran de nosotros y de las cámaras y así poder grabarles como realmente son, para ofrecer un retrato auténtico de ellos y de su día a día.
-¿Cómo fue su relación con los protagonistas? ¿La mantienen?
-Con algunos de ellos hemos llegado a tener una gran amistad y nos escribimos por Facebook o hablamos regularmente para ver qué tal están y cómo va todo.
-¿Cómo ha sido enfrentarse a realidades tan complejas desde la perspectiva de personas que viven habitualmente tan lejos de ellas?
-Ha sido un proceso muy emocional porque las suyas son realidades totalmente paralelas a las nuestras. Hemos conocido a las personas que en general estamos acostumbrados a ver en las noticias casi como cifras. Hay tantas diferencias entre sus vidas y las nuestras que ese encuentro y esa connivencia supone un recorrido y un impacto emocional brutal. Lo hay en la llegada a su realidad y la convivencia con ellos, y también cuando te despide y de alguna forma les dejas allí. Hemos conocido experiencias muy duras, sobre todo de los que venían de Siria, pero también el tedio y la desesperanza de los otros conflictos que quedan más en el pasado.
-¿Qué objetivos se plantearon a la hora de encarar el proyecto?
-Como cineastas siempre tenemos esa sensibilidad por lo que ocurre en nuestro entorno y la necesidad de contarlo. En este caso queríamos contar esas realidades desde otra perspectiva. Hay muchos documentales sobre estos temas que se enfocan en la denuncia, y en nuestro caso no va por ahí, porque está presente pero de una forma implícita. Hemos querido que surgiera de la autenticidad de los protagonistas, de cómo hablan, de los recuerdos que cuentan, de sus dudas sobre el futuro y la rabia del presente. Así que el objetivo era traer esa realidad para que el espectador viese a esta gente casi como personajes de cine a los que van conociendo poco a poco como son y lo que han pasado. Eso permite empatizar con ellos de otra forma.
-¿Qué supone ganar en la sección Doc_España de documentales de la Seminci?
-Nos ha hecho muchísima ilusión porque es un escaparate enorme, un clásico entre los festivales de España, y va a permitir que la película crezca, tenga más proyección y pueda llegar al mayor número de personas para que la puedan disfrutar. Queremos sobre todo que puedan conocer a nuestros personajes y, lo más importante, quizás quererlos. Hemos buscado contar esta historia desde la perspectiva humana, desde el reposo, sin agresividad, no planteando un acercamiento político ni de denuncia social.
-¿Qué recorrido comercial se plantea?
-Queremos seguir presentando la película en festivales tanto en España como a nivel internacional. Después intentaremos programar su recorrido en salas.
-Usted está trabajando en un nuevo proyecto, 'Level'...
-Sí, es un largometraje que se rodaría en Países Bajos en la que contaría nuestra estancia en una casa muy singular situada al borde de los diques, bajo el nivel del mar, planteando una reflexión sobre la forma de vida moderna y el papel de la naturaleza.
Directores. Carlos Mora (Cantabria), Héctor Domínguez-Viguera (Ourense) y Gonzalo Recio (Toledo).
Título. 'Tierra de leche y miel' retrata la realidad de las víctimas de los conflictos de Siria, Yugoslavia y Abjasia.
Recorrido. Tras ganar la sección Doc_España de la Seminci participará en otros festivales antes de llegar a los cines.
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