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¿Qué se ha hecho mal para que el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, el Mupac, sea sinónimo de «un siglo de provisionalidad»? Responde a esa pregunta, apuntalada con cada nuevo cambio para un edificio inexistente, su director desde hace once años, Roberto ... Ontañón. El historiador cerró este miércoles el ciclo 'Cafés en el Escenario', promovido por El Diario Montañés, sucediendo a José María Lafuente y José María Lasalle.
Sobre las tablas de la Sala Argenta del Palacio de Festivales, en conversación con el periodista Guillermo Balbona, Ontañón fue, como suele, claro, con las luces y sombras de un proyecto que, si nada se tuerce, «recibirá al primer visitante en el año 2027». Abrir las puertas será un objetivo que culmine un largo camino, varias administraciones, múltiples dudas e incluso un anuncio de dimisión; la del propio director.
Ocurrió cuando Ontañón se enteró, por este periódico, de que la sede comprometida para el Mupac se anunció públicamente como destino del Archivo Lafuente, sin él saberlo siquiera, y cuando el equipo trabajaba sobre un proyecto auspiciado por las administraciones. Considerándolo una «falta de seriedad», comunicó que se marchaba y dejaba su cargo.
A ello se sumó lo que considera su «peor momento», con la ubicación del Mupac convertida en una «subasta lamentable», a la que se iban sumando municipios que ofrecían posibles sedes «sin proyectos detrás». Por suerte, expuso, en un ámbito como la arqueología, «donde el pastel ha sido siempre muy pequeño y la lucha ha sido encarnizada«, triunfó la racionalidad »y se quedó en Santander, en una decisión casi de justicia poética, devolviéndolo al espacio del que salió», valoró.
Ese espacio «será un museo del siglo XXI, cuya sede dará respuesta a todos sus problemas de gestión interna, resolviendo también la exposición de cara al público», triplicando la superficie actual, indicó Ontañón. Colecciones y edificio mantendrán un diálogo dentro de un diseño armónico, dotado de unidad urbanística, «un inmueble transparente» con una plaza de 700 metros cuadrados que actuará «como membrana conectora, a la que la gente accederá casi sin darse cuenta». Acero y cristal darán forma a un museo grande en extensión, muy vertical, con gran ligereza, muy agradable de uso, con recorridos muy cómodos para el visitante y más interactivo que el actual, enumeró el historiador.
La razón de ser director del Mupac siempre ha sido para Roberto Ontañón, «trabajar para la futura sede», un objetivo por fin realista, «que va a merecer la pena».
Además del Mupac, uno de los proyectos que redefinirán Santander, Ontañón es también director de las Cuevas Prehistóricas de Cantabria. Por ello esbozó un trayecto por el mapa general de la comunidad. Respecto a Altamira, cuya comisión permanente se reúne mañana, consideró que cuando el Ministerio decidió que había que cerrar fue «totalmente acertado» y, aunque hubo sectores que se opusieron frontalmente, «lo que tienen que primar son los criterios de conservación», defendió. Por ello, consideró que «no hay que mezclar cuestiones políticas con la gestión del patrimonio».
Sobre La Garma, yacimiento inagotable y «único en el mundo, al que le pides algo y te lo devuelve multiplicado», ahora, con la época visigoda en plena efervescencia, «no pararíamos de dar noticias –celebró– y sigue generando conocimiento». Ontañón auguró que en la campaña del año próximo «podremos contar cosas interesantísimas de nuevo» sobr esta cavidad.
Entre los planes más cercanos está la participación del Centro de Arte Rupestre de Puente Viesgo en la Bienal de Venecia, de la mano de la Unesco, confirmada hace un par de semanas. «Una ventana de difusión internacional» con la mejora de la gestión y la interpretación de los sitios patrimoniales como ejes. En la cita también participará Altamira.
r. «No dar la importancia que tiene a nuestro patrimonio arqueológico en general», anulando la necesidad de ponerlo en valor y dinamizarlo, «dando por supuesto el foco mundial que supone Altamira», ha tenido mucho que ver en la acumulación de décadas para llegar a meta. «Esta falta de conciencia ha llevado a la Administración a no trabajar en favor de ello», razonó Roberto Ontañón, que hace algunas excepciones con nombre propio. Por un lado, Marina Bolado, ex directora general de Cultura, artífice, en 2017, del Plan Estratégico del Arte Rupestre. «Hasta entonces no había habido un esfuerzo en ese sentido y la planificación es fundamental para saber dónde estamos, qué está mal y cómo arreglarlo». Lamentó Ontañón, sin embargo, «que no llevaba adscrito el compromiso presupuestario plurianual» para desarrollar sus líneas. Los fondos llegaron de otro modo y aquí aparece el segundo nombre; Pablo Zuloaga, «que para mi asombro, iba a Madrid y volvía con dinero para el museo; dos pagos de 12 millones de euros que ha conseguido una persona concreta en una coyuntura determinada», destacó. Reconoce el investigador que en el sector cultural «hay intereses profesionales y personales, como detrás de cada sector». «Los reinos de taifas hacen que las líneas de trabajo que podían ser conjuntas se han llevado por separado», pero «la arqueología hoy es un proceso multidisciplinar complejísimo en el que tiene que colaborar todo el mundo». Por suerte, «el proyecto del Mupac ha convencido de su propia necesidad a todo el mundo».
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