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SANTANDER.
Sábado, 12 de junio 2021, 08:15
Un clásico de nuestros días, desde los años 80 el creador valenciano Daniel Torres (Teresa de Cofrentes, 1958) viene desarrollando personajes y series como 'Opium', 'El Ángel de Notre Dame', 'El octavo día', las novelas gráficas 'Burbujas' y 'Picasso en la guerra civil' o su ... monumental proyecto titulado 'La casa'. Pero, sobre todo, las aventuras siderales de 'Roco Vargas', del que se han publicado nueve álbumes hasta la fecha y de donde surge el detective Archi Cúper, protagonista de 'El futuro que no fue', el último título del polifacético autor y que presentó ayer en la Feria del Libro de Santander.
-¿Por qué se decidió a volver al universo de Roco Vargas sin contar con su protagonista principal?
-Cuando en el año 83 apareció Archi Cúper en 'El misterio de Susurro', el segundo álbum de Roco, metí de rondón el género detectivesco en medio de la 'space ópera'. Tan extemporánea idea tuvo como resultado que uno de los dos personajes estuviera de más en la trama. Y así fue como eliminé a Archi Cúper. Al momento me arrepentí, y estuve años y años pensando en que este detective con hechuras de Robert Mitchum no merecía esa suerte y en cómo devolverlo a la vida de papel. Le debía una disculpa. Y así fue como hace unos seis años comencé a escribir sobre él y a planear su reaparición. El universo de Roco Vargas por entonces estaba plenamente desarrollado, era una visión delineada y compacta de mi concepción personal de la ciencia ficción, del retro-futuro. Y pensé que en él tenía cabida una trama de género negro cuyo protagonista principal esta vez fuese el arquetípico detective de ciudad: solitario, cínico y un poco sentimental.
ESTILOS
ARCHI CÚPER
-La historia transcurre en un futuro que son los años 80 del siglo XX ¿Es porque esa fue la época del 'boom del cómic', de la revista Cairo y de sus inicios y consagración?
-Por eso mismo y también porque en la serie de Roco Vargas he jugado desde el principio con la ucronía, la jugosa mezcla de tiempos posibles con espacios improbables (o al revés). Por eso, como clara reivindicación de mi modo de afrontar la ficción, he llamado a esta historia 'El futuro que no fue', y quiero convertir este anagrama en un programa de trabajo, en una declaración de principios. Pero, en efecto, en su génesis hay una operación de nostalgia: en los años 80 creé a Roco Vargas y su mundo, conocí el nacimiento de las revistas de cómic mensuales y participé de su esplendor. No es un pecado echar todo eso de menos, ¿no? Tampoco lo es construir un pequeño altar a la diosa Nostalgia.
-¿Los tópicos del género negro le permiten ironizar sobre las situaciones, el personaje y el propio género?
-Claro, para eso están las reglas de los géneros. Para jugar con ellas a voluntad. Tanto la ciencia ficción como el género negro tienen un amplio margen para las transgresiones y las especulaciones con el lenguaje que le es propio. No me veo a mí mismo visitando un género narrativo (estos dos o cualquier otro) sin ir pertrechado con un cargamento de ironía y respetuoso desenfoque. Esto puede parecer sencillo pero en realidad es bastante complicado porque transgredir unas reglas requiere conocerlas en profundidad y saber qué se puede hacer y qué no se debe hacer con ellas.
-Como en la mejor ciencia ficción, es una extrapolación al futuro de los problemas presentes ¿El argumento está más de actualidad que nunca?
-En este caso además es una extrapolación a un futuro que transcurre en un pasado cargado de nostalgia por un futuro imposible pero atractivo. El argumento se mueve entre la fascinación por el mundo especulativo y visionario de las imágenes en su más pura acepción de 'Alicia en el país de las maravillas' y el rechazo hacia el abuso de los mensajes que pretenden dictar comportamientos. La publicidad ha jugado siempre a un complicado equilibrio entre creación y alienación. Pero en estos momentos creo que los mensajes múltiples que nos inundan, amplificados además desde distintas plataformas con un poder omnímodo, están llenando todo espacio humano de una cacofonía desesperante. Es lo que en esta historia llamo 'Ruido'. Tenemos más 'ruido' visual, acústico y moral que nunca.
-El dibujo es cada vez más realista pero le encanta introducir elementos de humor, visualmente grotescos o caricaturescos...
-Sí, esta historia necesitaba ese estilo para reflejar cierta veracidad en la presentación de un mundo aberrante. Sin querer hacer comparaciones, es como un lienzo de El Bosco: reconoces lo humano de las figuras representadas pero te ríes de su bizarría y ridiculez. El humor es un buen bálsamo para la inteligencia herida.
-Hay una especie de horror vacui. ¿Es para provocar una sensación de angustia y ansiedad, como reflejo de ese mundo caótico y superpoblado?
-Es otro resultado de la elección de ese estilo gráfico de línea clara clásica para conseguir la sensación de mundo atractivo pero invasivo que es una gran metrópoli como Montebahía, donde transcurre la mayor parte de la trama. Cuando vemos una gran ciudad desde la ventanilla de un avión nos parece tener a mano una enorme maqueta bonita y manejable; ya abajo, entre sus calles, es cuando nos puede invadir la ansiedad y el agobio del caos incontrolable. Con mis pinceladas de blanco y negro y con mis colores necesito dar, viñeta tras viñeta, esas dos sensaciones.
-¿Cuáles son sus proyectos actuales?
-Mi proyecto ideal, después de este año loco que nos ha tocado vivir, es una profunda inmersión en el mundo de Roco Vargas, en el universo retro futuro. Quiero hacer un primer libro de la juventud de Roco Vargas.
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