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Olga Merino (1965) comenzó a escribir un diario a los 18 años. Unas libretas en las que iba destacando sus vivencias y impresiones. También lo ... hizo en Rusia, donde trabajó como corresponsal y vivió en primera persona uno de los acontecimientos históricos más importantes del siglo XX: la disolución de la URSS. Treinta años después, la exitosa autora de obras como 'La forastera' ha recuperado y revisado aquellos cuadernos y les ha reunido en un libro 'Cinco inviernos' (Alfaguara) que hoy, martes, a las 19.00 horas, presentará en la librería Gil (Plaza de Pombo).
-Dice su editora que usted es una de las escritoras más vocacionales del mundo, pero que siempre acaba encontrando razones para aplazar sus publicaciones. ¿Qué le responde?
-Que tiene razón. Es cierto que tengo una vocación muy temprana. Desde muy chiquitita empecé a escribir y de hecho fue por eso que me hice periodista, pero siempre he tenido tan encumbrada la literatura que, aunque ahora ya me voy curando un poco, me da mucho respeto.
- ¿El libro que le trae ahora a Santander, en el que revisa sus vivencias en Rusia durante su época de corresponsal, se puede considerar un diario?
-Sí. Desde los 18 años más o menos he mantenido un diario. A los 27, que ya trabajaba en El Periódico de Cataluña, me postulé para ir a América Latina como corresponsal. Dos meses después me llamaron para decirme que quedaba vacante la plaza en Rusia y ni me lo pensé. Así fue como aterricé en Moscú. Allí seguí manteniendo mi diario y ahora, treinta años después, lo que he hecho ha sido revisitarlo cuando se cumplen también treinta años de la caída de la Unión Soviética.
-Vivió en primera persona la caída de la URSS y además regresó a España convertida en una gran rusófila. ¿Aún lo es?
-Sí, claro. Con Rusia pasa una cosa. A priori es un país hostil que produce en el foráneo una reacción doble: o te enamora o tienes que salir por patas. Yo tuve la suerte de que me enamoré y eso que en aquella época había tres 'especies' que lo tenían difícil para sobrevivir: los vegetarianos, pues era imposible encontrar fruta y verdura fresca; los abstemios, porque allí se bebe muchísimo alcohol; y las mujeres por todo lo que te puedes imaginar. Pero yo me enamoré pese que no era un país que me despertara curiosidad antes de llegar. Y sí, en el tiempo ha pervivido esa rusofilia.
SU EXPERIENCIA
-Una corresponsalía en el extranjero es el sueño de casi todos los periodistas. ¿Cómo fue su experiencia?
-Maravillosa. Fue el regalo de mi vida. Primero porque, tal y como dices, es el sueño de cualquier periodista y entonces ese tipo de cargos, sobre todo en ciudades como Moscú o Washington, solían dárselos a periodistas muy bregados y yo era una pipiola. Para mí fue un aprendizaje total. Cuando llegué se acababa de derrumbar la Unión Soviética y el país estaba al borde la guerra civil. Pude vivir un momento histórico irrepetible desde la perspectiva de la juventud. Pese a las dificultades, que fueron muchas, fueron los años más felices de mi vida y profesionalmente nada de lo que he hecho después ha igualado ese premio.
-Por la experiencia que vivió, tres décadas después, ¿cree que ha mejorado la vida del pueblo ruso tras la caída de la Unión Soviética? ¿Mereció la pena?
-Es una pregunta muy difícil. Es verdad que los rusos tienen ahora un mejor nivel de vida, pero aunque en la Wikipedia y los libros de Historia digan que la Unión Soviética cayó el 25 diciembre de 1991 en ese párrafo cabe mucho dolor. Se hicieron muchas cosas mal. Se creyó que simplemente con bajar la bandera roja con la hoz y el martillo del Kremlin y aplicar algunas recetas económicas que habían valido para otros países pobres de la órbita occidental iban a mejorar la cosas. Pero aquello era otra cosa. Mira lo que está pasando ahora en Ucrania. En mi opinión se hicieron las cosas mal y se perdió una oportunidad de oro de crear, como se proclamó entonces, una casa común europea desde Lisboa a Vladivostok.
- ¿Cual es su impresión del conflicto de Ucrania?
-Es un problema complejo. Como te decía, en los noventa, tras la caída de la URSS, se dejaron muchas cosas por hacer, también desde la OTAN. Ni se me ocurre defender a Putin, por supuesto, pero este ha ido ampliando sus fronteras hacia el este. No digo que Ucrania no sea un país soberano y tenga su propio derecho, pero si la OTAN se creó para la defensa ante un ataque del enemigo, ¿quién es ahora ese enemigo? Las cosas nunca son ni tan blancas ni tan negras. Es decir, ni la OTAN es la panacea ni los rusos son el demonio con rabo. Insisto en que se desaprovechó aquella oportunidad para haber creado una Europa libre de alianzas militares y empezar de nuevo.
UCRANIA
-Y en el periodismo, ¿han merecido la pena tantos cambios tecnológicos?
-Internet ha democratizado el derecho a la información, pero paradójicamente cuando el periodismo es más necesario que nunca es cuando existe una mayor desinformación con la contribución de las redes sociales. También parece que al poder le interesa más el chapapote de la posverdad.
-¿Queda mucho de la joven corresponsal en la autora exitosa de 'La forastera'?
-Con la publicación de este libro me he dado cuenta que en aquellos años se sembró la semilla de 'La forastera' porque cuando yo llegué a Moscú, yo lo era, incluso en el edificio en el que vivía era la única extranjera. Lo que he notado, repasando mis viejas libretas, es que mi vocación literaria siempre ha estado ahí y que he intentado ser una periodista honesta.
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