Santander acoge desde esta semana la primera exposición en España de la escultora Anna Hulačová

Anna Hulačová (1984, Sušice) vive y trabaja en Praga. Recientemente ha mostrado su trabajo en el Centro Pompidou de París; la Fondation Louis Vuitton, París; el Kunstvereniging Diepenheim, Holanda; Baltic Triennal, Centro de Arte Contemporáneo de Vilnius, Lituania y la Galería de la Ciudad de Praga. En su muestra la artista puebla el espacio con esculturas de hormigón que remiten a la imagen de un monumento público soviético. Sin embargo, aunque estas figuras adquieren la apariencia familiar de una escultura pública, pronto se tornan seres híbridos y ambiguos.

«Humanos inertes toman una apariencia vegetal mientras insectos amorfos se convierten en una abstracción de sí mismos». En la relación entre estos personajes surgen temas vinculados a la memoria, polución, transformación y metamorfosis vital a través del uso de materiales simbólicos, narrativas y artesanías.

Espacio independiente ligado a determinados circuitos, fluent emergió en Santander como «un islote singular de arte privado con vocación pública». Un proyecto impulsado por Alejandro Alonso Díaz (Santander, 1990), comisario e investigador independiente. En otoño el proyecto se trasladó a un espacio interior de la calle Luis Hoyos Sainz, «entrando en un nuevo capítulo, cuestionando de qué puede servir nuestra organización en estos momentos inciertos y cómo adoptar una estructura renovada».

. El 19 de marzo de 1819 Fernando VII y su tercera esposa, María Josefa Amalia de Sajonia, inauguraban sin pompa ni circunstancia el Real Museo de Pintura y Escultura, lo que hoy es el Museo del Prado. Exhibía entonces 311 obras de artistas españoles. Hoy, 202 años después, en el Prado brillan más de 3.000 piezas de los mejores maestros de la historia del arte y es una de las grandes instituciones museísticas del mundo. El propio museo cuenta, al fin, su azarosa y feliz transformación en una nueva muestra permanente instalada en los sótanos del Edificio Villanueva. En las tres salas del museo donde estuvo el Tesoro del Delfín –100. 101 y 102– se despliegan 265 piezas entre esculturas, pinturas, maquetas, fotos, documentos y objetos de toda índole que relatan los cambios de la pinacoteca. Cuentan cómo pasó de ser un espacio para la élite aristocrática a recibir más de tres millones de visitantes al año antes de la pandemia. Víctor Cageao, el comisario, ha trabajado más de tres años en el proyecto. La evolución de la arquitectura del Prado es el hilo conductor de una exposición que refleja las vicisitudes históricas y políticas que transformaron el pionero museo real en la institución pública de relevancia internacional que es hoy.