Félix G. Modroño | Escritor
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Félix G. Modroño | Escritor
«En Santander no es fácil relacionarse, aunque para un escritor en busca de soledad es perfecto»Félix G. Modroño, escritor vizcaíno afincado en Cantabria, presentará hoy su última novela, 'La ciudad de la piel de plata' en el Ateneo de Santander (19.30 horas), dentro de las actividades programadas por el Aula de Cultura de El Diario Montañés.
Ambientada en el ... Bilbao de los años sesenta hasta finales del pasado siglo, relata la historia de Alberto Cepeda, un ingeniero que en 1993 regresa a su Bilbao natal una década después de que su familia -es hijo de emigrantes- tuviera que abandonar la ciudad por las amenazas de ETA. De nuevo en su tierra, trabajará en la construcción del museo Guggenheim, y además de enfrentarse a los fantasmas de su propio pasado descubrirá una oscura trama de niños robados durante la guerra civil.
Con esta novela, la novena ya en su trayectoria, cierra su particular 'Trilogía de Bilbao', que arrancara en 2012 con 'La ciudad de los ojos grises', un retrato literario y vital de la ciudad en los años treinta y cuarenta, combina la intriga policiaca, el thriller político, el drama amoroso y la novela histórica.
-El Guggenheim bien vale una novela, pero ¿cómo símbolo o como síntoma? ¿El museo cambió la ciudad o la ciudad cambió y atrajo al museo?
-En aquellos años, la ciudad buscaba una nueva identidad con la que afrontar el futuro sin dejar de ser fiel a su esencia. Que la Fundación Solomon R. Guggenheim apostara por Bilbao para su nuevo museo fue fruto de la oportunidad, del trabajo y de la casualidad. En cualquier otro momento no se hubiesen producido las circunstancias propicias para ello.
-¿Qué trascendencia tiene el museo para la ciudad?
-No solo ha cambiado su fisonomía convirtiendo todo el entorno en una belleza estética sino que ha contagiado a toda la ciudad. Además de convertirla en un referente cultural a nivel internacional.
-Su Bilbao ha pasado de ser una ciudad de ojos grises a tener el alma dormida. Ahora tocaba cerrar la trilogía; ¿hay que leerla en orden o se puede subir en marcha?
-Uno de mis retos a la hora de ensamblar las piezas de este enorme puzzle fue tratar de que cada novela tuviera su propia personalidad, que se pudieran leer de manera independiente, pero a la vez que la trilogía tuviera sentido. Así que cada lector puede optar por elegir el momento histórico que más le atraiga. Sin olvidar que muchos han vivido lo que cuento en 'La ciudad de la piel de plata', por lo que les resultará muy familiar.
-En la novela habla de plata, pero también mucho de plomo.
-He tratado de reflejar la realidad social de los años 80 y 90 en el País Vasco. Y, por desgracia es imposible hacerlo sin retratar el ambiente en el que vivimos, marcado por el silencio, la violencia y el miedo.
-En el medio siglo que abarca la novela ocurrieron muchísimas cosas, pero ¿se puede considerar un ciclo cerrado?
-Mi trilogía sobre el Bilbao del siglo XX está cerrada. He contado sus tres grandes transformaciones y, de algún modo, me he quedado tranquilo por haberlo podido hacer. No quiere decir que no vuelva a escribir más sobre la ciudad, pero ya lo haré de otra manera. Considero que esta trilogía es mi legado literario a la ciudad.
-Parte de la trama transcurre en un tiempo que usted conoció de primera mano. ¿Pesa más la documentación o las vivencias personales?
-Contar lo que se ha vivido es un arma de doble filo porque los falsos recuerdos pueden transformar la verdad. Claro que esta tampoco es absoluta. Y, por supuesto, que las emociones personales forman parte de esta historia.
-¿Y la ficción o la historia?
-He escrito una novela histórica contemporánea. No una crónica. Tampoco me he permitido licencias a la hora de recrear la ciudad. La he retratado lo mejor que he sabido y luego he insertado en ella a mis personajes de ficción, sin que estos influyan en el devenir de la ciudad.
-¿No le ha tentado la autoficción?
-Es muy complicado trazar la linde. Desde luego, esta es mi novela más personal.
-Su protagonista, Alberto Cepeda, es hijo de emigrantes. ¿Valió la pena el éxodo rural o como sociedad nos dejamos mucho por el camino?
-En aquellos momentos media España tenía hambre. No podemos juzgar con los ojos actuales aquel éxodo que despobló los pueblos. Fue inevitable. Obviamente, aquello conllevó la pérdida de tradición y de valores, que ahora echamos de menos.
-Muchos escritores vascos han ambientado últimamente sus obras en ese periodo. ¿Se trata de un género o de un trauma?
-En mi caso, un ajuste de cuentas. Ahora nos damos cuenta de que aquel fue un periodo muy literario, para bien o para mal. Yo fui un niño nacido en Vizcaya, hijo de emigrantes zamoranos que tuvo que dejar su tierra, su colegio, sus amigos, su primer amor... por culpa del terrorismo cuando tenía quince años. Eso marca, supongo.
-Dice un estudio reciente que Bilbao es hoy día la ciudad más feliz de España. Quién lo hubiera dicho, por ejemplo, a mediados de los ochenta...
-Ciencia ficción. En aquellos años, una vez mis amigos y yo vimos un tipo alto y rubio con una cámara de fotos cerca del teatro Arriaga y le seguimos movidos por la curiosidad porque nunca habíamos visto un turista en Bilbao. En los carnavales, había quien se disfrazaba de turista porque nos resultaba muy exótico.
-Usted, sin embargo, pudiendo vivir en Bilbao ha preferido instalarse en Santander...
-Porque una de las cosas que más me gustan del mundo es volver a Bilbao. Si me hubiese instalado allí habría perdido ese gusto por las primeras veces. Además, Santander es una ciudad maravillosa para vivir en la que tampoco es fácil relacionarse, lo que para un escritor en busca de soledad es perfecto.
-Dicen que son dos ciudades que viven de espaldas...
-Yo digo que por qué hay que elegir, pudiendo disfrutar de las dos. Tan cerca como están. Yo no creo que vivan tan de espaldas y si no que se lo pregunten a los usuarios de los muchos autobuses que las acercan a diario.
-También le gusta cambiar de género: de las tramas detectivescas a las históricas. ¿En qué está trabajando ahora?
-Aún no le he dado forma a mi próxima novela, pero es posible que me vaya a escribirla a México, lo cual condicionará su estilo y trama.
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