El santanderino Álvaro Trugeda, en el Museo de Arte Contemporáneo de Taipéi

Cuando el pintor decidió dejar Pekín, recibió una oferta de residencia artística en Taiwán, en una localidad aborigen en la que ya había vivido un año antes. Después recibió el encargo de reconstruir una casa antigua para su conversión en estudio, lo que propició la actual muestra. Formado en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca, ciudad en al que realizó su exposición Diáspora- en el Domus Artium (DA2), en 2007, en su ciudad natal ha estado ligado a la galería Siboney. 'La Sombra. Un cierto homenaje a Junichiro Tanizaki y su 'Elogio de la sombra' marcó su última exposición en la galería cántabra.

El artista santanderino llegó a Pekín la pasada década y allí vivió hasta que, a mediados de 2010, abandonaría esa ciudad debido a la gran contaminación, para trasladarse al sureste de Taiwán a trabajar rodeado de la exuberante naturaleza del paisaje. De este periodo es la obra que se mostró en su primera individual de 2011 en Siboney. No obstante su itinerario vital y artístico está hecho de numerosas geografías multiculturales: de Bristol a México, de La Habana a Pekín y ahora Taiwán.

Durante un año, con material reciclado, madera, barro, paja y cristal, construyó su casa-estudio. Durante ese tiempo cuenta que para sobrevivir colaboró con un cuadro flamenco taiwanés como cantaor y realizó distintos trabajos participando en tres proyectos de land art festival, hasta que volvió a pintar de nuevo y se adentró en la escultura…

La muestra en el museo taiwanés, bajo el epígrafe 'Pasión y vacío', la integran obras que surgen de «un proceso transformador interno». Entiende el artista que es la herramienta que utiliza para poder articular ese lenguaje de forma y color, lo que le permite seguir evolucionando con el ser estético.

Son todo obras de mediano y pequeño formato siempre con el Océano Pacífico de fondo y una especie de habitáculo regular y formal en contraste con la naturaleza que le rodea, «en el que ocurren cosas».

Para los taiwaneses, confiesa el artista, «he querido relacionar esta exposición con nuestra prehistoria y nuestras pinturas rupestres, la historia del adivino y el bisonte como metáfora para explicar de dónde nace la fuerza de un artista; emocional como un animal desbocado y lúcido como un adivino».

La formación de Trugeda se complementó con algunos talleres de la Fundación Botín. De su paso por el taller de Uslé inicia la relación con Siboney, que cristaliza en la exposición de 2005 'La mina no está agotada', junto a otros dos artistas con los que compartió ese taller: Manuel Losada y Vicky Uslé.

La exposición citada del Da2 recogía el resultado de una estancia en Bristol de cuatro años, y fruto de esa diáspora fueron una serie de cuadros de gran formato y sensual ritmo cromático. Años, en los que experimentó un cambio decisivo en su desarrollo plástico. La interacción multicultural con el gueto jamaicano de St Paul, se convirtió casi sin que el propio artista se diera cuenta en una influencia decisiva en su modo de entender la pintura.

En 2005 emprendió viaje primero a Guadalajara (México), para vivir más tarde en La Habana, ciudad en la que estuvo estudiando trompeta y dibujando tres meses en la Escuela Nacional de las Artes. Trugeda, convencido de que todo artista en búsqueda termina siempre por hallar nuevos caminos e innovar, fue uno de los doce creadores de la región que participó en el plan de Internacionalización de Creadores de Cantabria, que se plasmó en el proyecto 'Meaning Making'. Su itinerario discurrió por Nueva York, Washington y Varsovia, concluyendo su recorrido en Bruselas.