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PILAR G. RUIZ
Martes, 6 de septiembre 2022, 07:28
El 21 de agosto de 1997, la vida tuvo uno de esos giros, mitad casualidad, mitad búsqueda incesante. Aquel día «mágico», como lo definen sus protagonistas, el gran friso de las pinturas de El Pendo fue visto por primera vez. El equipo de investigadores ... abordaba su último día de trabajo tras cuatro años en la excavación cántabra. En torno a las cinco de la tarde y de manera inconsciente, fijándose en otros elementos, Carlos G. Luque unió visualmente varios puntos de color rojizo ubicados en la parte inferior de las rocas en las que estaba centrado. «Raramente vemos lo que no esperamos ver», relatan sobre aquel momento. Pero sí, El Pendo tenía pinturas y él las acababa de descubrir. Hasta 24 figuras realizadas con óxidos de hierro, aplicados directamente sobre la roca con los dedos, la palma de la mano y probablemente, con la ayuda de pequeños trozos de piel. Manos que pintaron hace miles de años.
Este es uno de esos detalles nunca antes descritos en profundidad, que ahora pueden leerse en la cuidada guía ilustrada 'El Pendo 1997-2022. 25.000 años de arte. 25 años de historia', editada para conmemorar el cuarto de siglo desde aquel momento, que se suma a los hitos históricos de una cavidad inmensa y sorprendente.
Un hallazgo que cambió «la visión de El Pendo para la ciencia pero también la consideración de esta cueva, que desde el 2008 es Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, algo que no habría sido posible sin el friso». Con la pasión que transmiten aquellos que hablan de algo que sienten propio, explica los detalles del documento Ramón Montes, arqueólogo y coordinador del Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistóricca (Caeap), quien fuera director de la excavación durante décadas y coordinador de esta publicación que edita el Ayuntamiento de Camargo junto a la citada asociación.
Como profesionales, el descubrimiento supuso un carrusel de emociones. «Un día que no se nos va a olvidar nunca a quienes lo vivimos en primera persona», dice. Primero por «la incredulidad absoluta» ante lo que estaban viendo, asombrados y preguntándose al día siguiente si lo habían vivido de verdad.
El patrimonio de Cantabria fue portada en numerosos medios internacionales, dejando claro que este territorio norteño «aún tenía mucho que aportar». «El arte rupestre es el principal elemento que ofrece Cantabria al patrimonio mundial», defiende el investigador. «Una región territorialmente pequeña pero enorme en cuanto a los estudios de Prehistoria».
En la actualidad, el conocimiento que la gente tiene de El Pendo se limita, según señala, únicamente a la visita de la cavidad. Ampliar información, dedicar más tiempo a todo lo que encierra, responder a las preguntas que surgen a los visitantes son algunas de las metas de la guía.
Un formato amable, «destinado a todos los públicos», a gente que quiera conocer un poco más de la Prehistoria y lo que significa El Pendo. «Hemos reunido a un grupo de amigos y especialistas en fotografía, dibujo y reconstrucciones del pasado para tratar de mostrar a todo el mundo el contenido y valor real de la cueva», expone.
Las aplicaciones geomáticas han sido clave en los trabajos. «Aplicamos algo que los arqueólogos hemos incorporado al estudio del arte rupestre; técnicas que nos dejan ver todo el espectro lumínico, desde el infrarrojo hasta el ultravioleta, que permiten observar esas figuras que están cubiertas por capas de otros materiales y no pueden ser vistas a ojo desnudo, con un simple foco. «Y en El Pendo hay unas cuantas», lamenta Montes, que se pueden ver ahora gracias en las páginas del volumen, cuidadosamente editado. El esfuerzo económico que requeriría descubrirlas y la «destrucción de la obra del tiempo» que supondría limar esas capas, de calcita y acumulación orgánica para poder ver las figuras ocultas, convierten la observación a través de la guía en una alternativa viable y útil.
Respecto al arte rupestre es difícil que El Pendo guarde aún sorpresas. «La cueva está muy bien mirada en ese sentido». Pero es un yacimiento muy vasto, con un gran espesor, de hasta 25 metros de niveles acumulados y es posible «que en las excavaciones que están en curso sí que podamos encontrar novedades desde el punto de vista arqueológico». Al fin y al cabo, tan solo se ha excavado en torno a un 5% del total.
La percepción ciudadana ha evolucionado en las últimas décadas. «Se está trabajando bien», afirma Montes. El Pendo ha pasado a ser el «referente identitario» del municipio, que había perdido algunas de sus señas al duplicar su población en muy poco tiempo, con vecinos llegados de fuera. «Es el banderín de enganche de la promoción turística y cultural de Camargo» y por extensión, de la región, dice.
El volumen de visitantes, que supera los 10.000 al año, es otra muestra cuantitativa de ese interés. «Aunque hay carencias -afirma- como un centro de acogida o instalaciones complementarias, las condiciones son bastante dignas y sobre todo tiene un excelente servicio de guías que garantizan la satisfacción por la visita».
Con esa misma filosofía han trabajado en la obra. «Hemos tratado, en la medida de lo posible, de hacerlo ameno, basándonos en el rigor científico, porque a eso no puedes renunciar, de manera que uno disfrute aunque solo sea ojeando la guía». Por ejemplo, bromea: «Nadie encontrará la palabra gravetiense en el texto, aunque es muy importante, porque es el periodo cuando se pintaron, pero a la gente de la calle no le dice nada, lógicamente».
El valor de El Pendo no reside solo en la antigüedad de las pinturas, plasmadas 9.000 años antes que Altamira, sino en otra serie de cosas como su valor artístico y su aportación global; «Es una cueva imprescindible en la evolución historiográfica de la Prehistoria europea». Desde que Marcelino Sanz de Sautuola accediera por primera vez en 1878, por esta cueva pasaron «todos los grandes especialistas europeos y norteamericanos» y «hasta fue uno de los yacimientos elegidos por el régimen franquista para vender las excelencias de la cultura española al mundo».
Ahora, además de la experiencia de meterse bajo tierra para viajar al pasado en las visitas, es posible trasladarse a aquellos primeros compases de la humanidad, con tan solo pasar las páginas de la guía combinando comodidad y curiosidad.
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