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«El sector cultural en Cantabria es vulnerable y débil». Más que una conclusión, puede interpretarse, teniendo en cuenta males y problemas, déficits y carencias, que se arrastran en el tiempo, como un síntoma casi enquistado. Esta radiografía, de hecho, tiene algunos componentes reveladoras en ... su retrato que ratifican el diagnóstico: «El sector se encuentra en un estado vulnerable y amenazado. Hay problemas endémicos estructurales y una aparente falta de estructura de base. El sector cultural cántabro es pequeño y por ello muy frágil. Y es muy importante que haya una sintonía de base entre las personas que lo componen». Este es uno de los muchos indicadores que configuran el contenido del llamado Plan Estratégico de Cultura y Patrimonio Cultural de Cantabria (Pecpc). Pese a que los gestores del estudio consideran que puede hablarse de optimismo, fundamentado en que el mundo de la cultura ve perspectivas de mejora, lo cierto es es que la «rica y multicultural vida cultural» que está activa en la comunidad, se halla, sin embargo, inmersa «en un estado de precariedad constante». Factores como «la división sectorial, la incomunicación, el 'qué hay de lo mío' como mantra permanente, o la lucha feroz por los recursos» son señales generales de ese estado de las cosas en lo cultural. A ello se suman una «diferencia y desigualdad brutal entre lo urbano y lo rural o la fuga de cerebros» como aspectos también enquistados. La política cultural de Cantabria, recomienda el informe, «debe focalizarse en las desigualdades y desequilibrios territoriales».
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La génesis de este instrumento se remonta a 2022, cuando la Dirección General de Cultura del anterior Gobierno regional inició la tramitación para la contratación de servicios de consultoría y asistencia técnica del Pecpc. La licitación fue ganada por la UTE Martín-Jiménez Meschede, conformada por los profesionales independientes Javier Martín-Jiménez y Sören Meschede, con una larga trayectoria en la asesoría y gestión cultural. El resultado, un documento ingente, detallado y profuso en datos, de más de doscientas páginas, abordado entre enero y octubre de 2023, y que formula ahora una primera propuesta con el punto de mira en un futuro Plan.
Ayer sus artífices trazaron una sintética puesta de largo del trabajo, tras ser hecho público a los responsables del nuevo Gobierno, ayer representado por su director general de Cultura, Juan Antonio González Fuentes.
A juicio de Martín-Jiménez y Meschede el informe elaborado, que ha contado con la participación profesional de más de cuatrocientas personas, es una «oportunidad maravillosa de contar con un reflejo de la situación general plasmado en un doble documento, que revela que haya posibilidades de cambio, y de poner remedio a las cuestiones problemáticas que más inquietan al sector». En sintonía con este análísis, González Fuentes calificó el estudio de «valiosísimo, de riquísima herramienta», aunque ambas partes coincidieron en que lo importante es seguir hablando de lo que revela el informe. «Analizar, debatir y aclarar» cuáles son las prioridades, campos de acción y perspectivas de futuro de cara a ese Plan Estratégico.
Los contenidos son el resultado de la investigación y consulta sectorial que los ganadores de la licitación, 'Servicios de consultoría y asistencia técnica para la elaboración del Plan Estratégico de Cultura y Patrimonio Cultural de Cantabria, desarrollaron durante esos diez meses. Las entrevistas a 50 personas, otras 55, que participaron en las mesas de trabajo en la Biblioteca Central y la implicación de 268 participantes en una encuesta on line son algunas de las cifras vinculadas a este proyecto. El contexto del trabajo ha tenido en cuenta «la falta de una información estadística fiable», y su elaboración se ha basado en seis líneas estratégicas (ver arriba).
El criterio y el tratamiento nunca ha sido sectorial, sino transversal. Precisamente la notoria implicación en la elaboración del estudio se considera significativa y otorga cierto valor estadístico, si se calcula que aproximadamente 6.000 personas trabajan en el sector cultural en Cantabria.
En las entrevistas se buscó sobre todo «un equilibrio geográfico, de género y de sectores culturales». Las citadas mesas proporcionaron «una plataforma para debatir necesidades, retos y aspiraciones concretas derivadas de cada eje». Cinco personas de reconocido prestigio en las áreas de debate, no vinculadas directamente a Cantabria, ejercieron como directores y, posteriormente, formularan unas recomendaciones.
Los dos documentos resultantes del estudio están conformados –en el primer caso– por 'Recomendaciones' que argumentan sugerencias, «para que emanen orgánicamente del análisis concreto de la situación actual»; y, el segundo, «más conciso, más normativo, se puede leer como un borrador de un posible 'Plan Estratégico'. Los principios que han primado radican en que «la cultura es un bien y un servicio elemental que la función pública ha de promover y proteger»; «que es importante pensar la dimensión social de una política cultural y que por ello es preciso una coordinación con las otras políticas públicas»; y, finalmente, que «una estrategia cultural ha de velar sobre todo por la prosperidad y la resiliencia del sector cultural en general».
El objetivo esencial, apuntaron sus responsables, es «crear las bases para garantizar un desarrollo cultural sostenible, en ningún caso fuegos artificiales temporales, y un sector resiliente que contribuya al crecimiento económico y social de la región». Dos descripciones generales extraídas del informe son especialmente significativas: «Cantabria no dispone de un sector cultural fuerte: está peor financiada y menos apoyada institucionalmente que los de la mayor parte de las Comunidades Autónomas. El sector cultural cántabro opera a menudo con presupuestos limitados y lucha por atraer y retener a profesionales cualificados». Y, en segundo lugar, «no sabe sacar provecho de sus recursos». Especialmente se percibe una enorme descoordinación entre los diferentes actores políticos y culturales cántabros, «lo que dificulta la solución de problemas históricos: la diferencia entre la zona costera y la zona interior, la predominancia de Santander frente a la escasa visibilidad de actuaciones culturales en los núcleos más pequeños, la falta de una identidad cultural cántabra que esté arraigada entre la población».
La primera dedicada a las buenas prácticas, profesionalización y consolidación de los sectores culturales señala, ya se ha dicho, esos problemas y males «endémicos estructurales y una aparente falta de estructura de base». Se propone trabajar en la creación de «un pacto de buenas prácticas para establecer unas 'reglas de juego' y para garantizar una interrelación equitativa». De facto, «marca la hoja de ruta» para todas las demás líneas estratégicas y propuestas recogidas en el estudio. Crear ese pacto, subrayan los autores del estuduio, es «crucial para establecer estándares éticos y profesionales, que sirven para mejorar la transparencia y la calidad de las interacciones entre los diversos actores culturales».
La segunda atañe a la financiación de la cultura y del patrimonio, apoyo institucional y captación de fondos. Soren Meschede aseguró que este campo deja claro que «la inversión en cultura es muy insuficiente, especialmente en gasto corriente, personal y ayudas al sector. Y esa limitación presupuestaria no se corresponde con la imagen pública que se dibuja de la cultura en Cantabria». El análisis muestra que Cantabria ha invertido en las últimas décadas sobre todo en equipamientos e infraestructuras culturales, pero el presupuesto necesario para mantenerlos y gestionarlos adecuadamente no ha subido de manera proporcional. «Ahí radica uno de los problemas fundamentales de la cultura en Cantabria», dijeron los técnicos. Aunque son conscientes de la dificultad, apuntan la necesidad de «indagar en nuevas vías de financiación y aumentar el gasto público».
El diálogo interinstitucional e interadministrativo «es insuficiente y a veces se malinterpreta el trabajo de otras Administraciones o instituciones culturales como una competencia». Esta es la radiografía resultante de la tercera línea estratégica que recomienda «muy encarecidamente que se reactive y refunde el Consejo Cántabro de Cultura». Tal como se ha iniciado en la pasada legislatura, «es más bien un elemento de discordia, pero creemos que, bien llevado, puede ser un medio idóneo para crear un foro de diálogo institucional que tiene legitimidad política, social y sectorial». A juicio de los responsables del estudio, «es importante que tanto representantes de las instituciones públicas como agentes culturales del sector privado puedan encontrarse en estos formatos de diálogo y en las mismas condiciones, para no caer de nuevo en la competencia o la subsidiariedad con el sector privado».
La cuarta Línea Estratégica apela a la comunicación, acceso a la información, promoción de la cultura, o generación de marca. Y el estado refiere que la cultura «padece en muchos contextos una deslegitimación y una irrelevancia social no acorde con su importancia». Como propuesta se apunta a la creación de un Observatorio de cultura esencial porque faltan datos estadísticos actualizados sobre el sector cultural.
El acceso a la cultura, participación, mediación, formación y educación, es el eje de la quinta Línea Estratégica. En este apartado una de las principales carencias –que ha sido mencionada por gran parte de las personas involucradas en el proceso consultivo–, es «la falta de programas de educación cultural, tanto en el marco de la educación formal, como en la no formal». En este caso la propuesta subraya que es preciso que desde la Consejería «se innove en programas de educación cultural que fomenten el conocimiento y la apreciación de la cultura para así crear una base sólida para la participación informada. Y también es importante proveer programas de formación continua de profesionales de la cultura».
Finalmente, la ecuación Espacio Urbano-Espacio Rural copa la sexta Línea. El análisis radica en este caso en que Cantabria «carece de políticas culturales específicamente pensadas para el medio rural, que se elaboren en coordinación con las otras consejerías». La propuesta pone el enfoque en «la tarea prioritaria de una política cultural para el medio rural consistente en localizar las personas comprometidas culturalmente que cuentan con legitimación social local y apoyarlos con una financiación flexible que emerja de planes y acciones conjuntos entre las diferentes consejerías implicadas en el desarrollo regional». En este sentido, añade el informe, «una manera fácil de cubrir este vacío sería capacitar a las instituciones culturales existentes que bien se ubican en el medio rural o bien tienen una vinculación natural con él –Casona de Tudanca, Museo Etnográfico, Museo de la Naturaleza, Centro de Arte Rupestre–, para que puedan destinar personal y recursos a fin de crear comunidad entre los agentes culturales vinculados con sus respectivas temáticas».
En el último apartado del estudio se plantean las sugerencias sobre lo que la consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria debería abordar. En este caso resalta la necesidad de «apoyar una cultura base y el asociacionismo cultural». Y se citan las temáticas más relevantes para profundizar en un primer Plan, donde prima la financiación, el apoyo institucional y la captación de fondos.
«Teniendo en cuenta las infraestructuras culturales previstas y las ya existentes, el principal reto que afronta esta comunidad es la configuración de un distrito cultural innovador y competitivo».
«No perder a los agentes culturales y los artistas de la región. La pandemia ha sido un varapalo para el sector. Aunar políticas de Turismo, Cultura y Educación. Dar medios y facilidades para el desarrollo del trabajo en Cantabria. Conectar los grandes proyectos como el Archivo Lafuente y el Mupac, desarrollando actividades culturales en los mismos que partan de los gestores y artistas. Promover la residencias artísticas facilitando el uso de las instalaciones del Gobierno de Cantabria».
«Que el sector sea capaz de salir de las dinámicas erróneas marcadas por la Administración (convocatoria de proyectos) y escuche los problemas sociales de la ciudadanía y se ofrezca como herramienta facilitadora que permita pensar en procesos. Dando sentido a por qué es importante en la vida de la gente que habita en Cantabria».
«Hacer partícipe a la gente de la vida cultural, informar bien de todas las actividades, hacer una agenda conjunta (la agenda Aúna no está mal, pero debería tener más visibilidad».
«Crear una base sólida de formación cultural (tanto a nivel de estudios especializados públicos: diseño, Bellas Artes; como a nivel de escuelas infantiles: teatro, danza, arte en redes, creación artística) que posibilite una sostenibilidad a futuro del tejido cultural, tanto a nivel de creadores como de público».
Reto demográfico y despoblación rural. Cambio climático y preservación de espacios culturales. Reducir el turismo invasivo. Favorecer la capacidad de producción y creación de nuevos espectáculos artísticos y proyectos culturales.
«Estructurar y apoyar la infraestructura en torno al sector arqueológico de las cuevas prehistóricas. Y valoración de la cultura popular»
«Buscar un posicionamiento diferenciador». «Crear una marca relevante a nivel nacional».
«Se han generado muchas infraestructuras culturales o están planificadas. Ahora falta un plan director que las pone a trabajar en una dirección-coordinación entre Ayuntamiento de Santander y Cultura y otras consejerías relacionadas».
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